Reflexionando en el trono sobre las causas del generalizado desprecio hacia el cine español de cualquier época y lugar por parte del común de los espectadores españoles, he llegado a la conclusión de que el principal, casi único, culpable, es la crítica española. O mejor dicho, la ausencia de una verdadera crítica española, que se apasione, disfrute, viendo, reivindicando, las películas españolas que subjetivamente consideren valiosas. Que no sea solo una pose posmodernista, un ejercicio de nostalgia, un ridículo patrioterismo, chauvinismo, ni un vanidoso intento de apuntarse tantos.
Remontémonos casi a los orígenes. Las primeras revistas de cine de este entrañable país, eran simples vehículos publicitarios, una colección de fotos con un pequeño texto al pie, e insulsas entrevistas a las estrellonas de turno, en las que por supuesto el cine era lo de menos, lo importante eran las anécdotas de rodaje y la vida privada de los actores, a lo mejor os recuerda a algunas actuales. Si a algún lector de estas revistas le hubieran dicho que las películas se hacían con una cámara seguramente hubiera esbozado una carcajada, o una risa nerviosa. Pero no seamos masoquistas, esta situación de cándida inocencia, de virginidad contemplativa, era, por desgracia es, generalizada, universal. De hecho el cine clásico era, es, en su mayor parte, igual de ingenuo, de pueril, que los escapistas espectadores a los que iba dirigido, ya no digamos el cine posmodernista. El cine era un mero entretenimiento, y cumplía su función a la perfección, que no es poco. Como bien dice Duras, hay espectadores que no están dispuestos a crecer, a ver una película en profundidad, descendiendo a la sintaxis, así les maten. No quieren perder la ingenuidad, la ilusión, la magia, que les desvelen, revelen, el mecanismo interno del juguete. Actitud conformista, conservadora, superficial, ignorante, que llevan a todas las facetas de su vida, de un forzado, esforzado, nube rosa pastel.
Y desde luego si no les ayudan a hacerlo, no les dan las herramientas, menos todavía. Para valorar la gramática de una película, el paso previo es saber que existe. La gran mayoría de los espectadores cuando ven una película son incapaces de apreciar el encuadre, la composición del plano, el montaje. Lo que discurre ante sus ojos es un todo continuo, una excusa para desarrollar unos personajes, una historia, un argumento, un mal necesario. Se meten tan dentro de la película que no van más allá. Cosa que no está mal, incluso es deseable, en un primer visionado. El problema es cuando no existe un segundo visionado, lo más habitual, o cuando los posteriores visionados son igual de mecánicos, de automáticos. Repito que la culpa no es de ellos, no se puede echar de menos lo que no se conoce, nadie nace aprendido. La culpa era, es, de esas revistas, de esos críticos, que se quedaban, se quedan, en la mera superficie argumental de las películas sin descender al lenguaje, al cine. Con la reseña y una estúpida valoración, puntuación, van que chutan, y el espectador, el lector, encantado, cuanto menos esfuerzo tengan que hacer mejor para todos. Si el crítico sitúa el nivel de comprensión de una película en el 1, su trabajo también es mucho más sencillo, se puede realizar con plantilla.
Luego el principal responsable de la ignorancia del espectador, del lector, la tiene el crítico, que interesadamente, rebaja el nivel, y devalúa, conscientemente, la historia del cine. Se puede dar el caso de que no dé más de sí, de que sea su nivel real, y se niegue por indolencia a elevarlo, para que no le exijan de más. La típica advertencia al trabajador novato por parte de los veteranos cuando entra en un puesto nuevo, tómatelo con calma, no hay prisa. Cuanto más afilado esté el morro, la mirada, del espectador, más compleja, más exigente, más cuestionada, criticada, será la labor del crítico, generalmente muy inseguro de sus propios conocimientos. Algo que realmente les aterra, como a los políticos, que prefieren un público, un pueblo, ignorante, desinformado, sumiso, seguidista.
Mejor rebajar el nivel, sin demasiadas resistencias, reticencias, ser condescendiente, paternalista, sentirse superior, una elite, que ayudar a crecer al espectador, a situarse al mismo nivel, incluso superior, que la del crítico, que la del creador. A ver si a lo tonto estamos alimentando al futuro monstruo que nos va a quitar el pan, cuanta menos competencia mejor. Eso de la selección natural, del continuo aprendizaje, actualización, lucha, es para los ateos. Ser crítico es una elección divina, un título, de por vida, y heredable, si te apellidas Trueba. El cine para ellos es un medio, de sustento, de supervivencia, no un fin en sí mismo. Internet les ha puesto en su sitio, un asiento más en el Fondo Norte de la cinefilia. Su capacidad de influencia está bajo mínimos, y por mucho que se aferren a sus puestos designados a dedo, cada vez peor remunerados, el momento del fin está llegando. Las revistas y periódicos en papel, el periodismo supuestamente profesional, especializado, tiene los días contados. Hay demasiado amateur, en el buen sentido, con talento, medios y tiempo libre, dispuesto a dinamitar el sistema de privilegios, de castas, de enchufismos, de amiguismos, y por la cara, sin necesidad de palmaditas en la espalda.
Fruto de todos estos años, décadas, de desinformación interesada, deliberada, hay que alimentar el negocio de las Escuelas de Cine, de los Másters, Seminarios y Talleres universitarios, habitual sobresueldo de los críticos, y de los directores frustrados, el nivel del espectador español medio, y su número, de la crítica española, tanto amateur como profesional, no ha variado apenas desde los albores del cine. Incluyo casi todas las revistas independientes que han habido, hay, y habrán, que lejos de ofrecer una alternativa al sistema, de erigirse en enseñantes, en ayudantes, se han limitado a ofrecer un limitado, sectario, surtido de nombres alternativos, generalmente de la misma cuerda y/o amigos, con un lenguaje si cabe más rebuscado, y completamente alejado del común de los mortales, que no tienen porque ser semióticos ni haber estudiado ninguna filología. Han ampliado el foco, temporalmente, la constancia, longevidad, no es una de sus virtudes, pero no han conseguido que la luz sea más intensa, ni permanente, que llegue a más gente, que se asiente. Han servido a los intereses de los directores, y no al cine, a las películas, ni a los espectadores. Han convertido la crítica en un ejercicio de narcisismo, de egocentrismo, en una estúpida, enloquecida, carrera por encontrar nuevas vetas, nuevos filones, en una mina ya casi exhausta, que se va derrumbando a cada nuevo paso, enterrando todo lo encontrado anteriormente. En lugar de afianzar, apuntalar, cada nuevo túnel, hasta conseguir el suficiente número de espectadores para que se sostengan solos sin necesidad de ayuda. Una desesperada apuesta por el todo vale, por la cantidad. Un disparar en todas las direcciones con la esperanza de concitar alguna atención, reconocimiento, o su contrario, igual de pernicioso, apostar por la forzada diferenciación, por un reducido número de directores, en lugar de apostar por un determinado número de películas, que reflejen una personal forma de ver, entender, el cine, la vida.
Es preferible enseñar una sola, y maniquea idea, meridianamente clara, como hizo Bresson con sus “Notas para el cinematógrafo”, que defender una cosa y la contraria para tratar de contentar a todo el mundo. La crítica funciona por acumulación, por indefinición, por personalización, reivindicando, mezclando, lo valioso y lo mediocre de un mismo director sin discriminar, sin seleccionar, como si fueran vulgares historiadores que se limitan a coleccionar datos, con la secreta esperanza de que sea al propio espectador, lector, el que encuentre un sentido, el hilo, las pepitas, que ellos no han sabido encontrar, reconocer.
Leyendo cualquier historia del cine español, tanto actual como antigua (las franquistas por seguir a pies juntillas la consigna del una y grande, aunque fueran muchas y pequeñas, ningún crítico de la época es fiable, ninguno, las democráticas porque fusilan, obvian, todo lo anterior, por motivos ideológicos, salvo Berlanga y Bardem, y desconocen todo el cine marginal y el realizado en el exilio), te queda la sensación de que todo es lo mismo, que las miles de películas que se han hecho en España tienen todas idéntico valor, importancia. En lugar de fomentar el amor por el cine español, ser una guía de iniciación, un estímulo, solo provocan pereza. Hasta las antologías críticas siguen criterios matemáticos, autorales, si eres un mediocre hiperactivo como Ozores o Jess Franco, tienes aseguradas varias entradas, lo excepcional no tiene cabida, espacio, cuando esa es la principal grandeza de una cinematografía, sus películas diferentes, únicas, radicales. Son mucho más valiosos, interesantes, libros como “Directores españoles malditos”, a pesar de los superficiales, prejuiciosos, indocumentados, comentarios de Augusto M. Torres, o la atinada selección que hizo Fotogramas en los 90 de películas de culto del cine español (no he parado hasta conseguir verlas casi todas, labor que me ha llevado años de rastreo, de dar el coñazo por la red, ya que para variar, eran invisibles, ya no) que me hicieron descubrir cientos de películas desconocidas, que otros como “Antología crítica del cine español”, coordinado por Julio Pérez Perucha, que es una auténtica colección de desmanes, de películas mediocres, infumables, o que listas como la de “Las 50 mejores películas españolas del siglo XX” según Rock de Lux, que al ser un refrito, fundición, de listas de varias personas, la mayoría con un conocimiento del cine español bastante reducido, estándar, convencional, se acaban cayendo las excepcionales, las más libres, quedando las mismas de siempre, las que los críticos repiten como loritos desde el franquismo sin tan siquiera haber visto, la única explicación racional que le encuentro a que figuren películas mediocres como “A tiro limpio”, “Atraco a las 3”, “Los tarantos”, “El otro barrio” o “Vacas”, de hecho me sobran 25, y me faltan 75.
El cine español es una cinematografía bastante extensa, y de las más grandes a nivel mundial en términos de valor, en el grupo de las TOP 5, y por la parte alta (Italia, Japón, Francia, EE.UU), pero cualquier selección mayor de 100 películas reduce irremediablemente la calidad del conjunto, mejor que falten, que no que sobren. Si hace unos años me llegan a decir que sería capaz de elaborar una lista de las 100 mejores películas del cine español no me lo hubiera creído, me habría costado mencionar mis 10 favoritas, gracias al milagro de los programas de intercambio, y a los generosos ripeadores, la situación se ha dado la vuelta, y realmente lo que me cuesta es introducir nuevas películas sin ser injusto con las descartadas. Porque por extraño que parezca a estas alturas del invento, de internet, todavía siguen apareciendo bastantes obras maestras ocultas, eslabones perdidos completamente silenciados, sepultados, por los críticos, y por sus compañeros de profesión. La sectaria Pilar Miró, el esquirol Trueba y el empleado de banca Garci son los más canallas, cabrones, a este respecto, despreciando, ninguneando, deliberadamente, para evitar que les quitaran parte de la tarta, merienda de negros, de las subvenciones, el cine español más arriesgado, más radical. De hecho los inútiles de Trueba, Colomo, Saura y Garci, siguen rodando todavía sus mierdas, y verdaderos genios como Picazo, Regueiro o Erice, hace años que están calentando banquillo, viendo como juegan los paquetes. Y no hablo de cine mudo precisamente, el cine español de los 60, 70 y 80, sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) el más marginal, e incluyo a los exiliados, es una continua fuente de sorpresas, de deslumbramientos.
La nueva generación de críticos, tanto amateurs como profesionales, con contadísimas excepciones, Luis E. Parés, poco han hecho por cambiar esta triste situación, primeramente porque realmente no les interesa el cine español, como mucho hacer amigos dentro del cine español, que son cosas muy distintas. Si hay que reivindicar a un amigo, o a un colega, como buenos corporativistas, arrastrados, vocacionales, lo hacen de inmediato sin que se les caigan los anillos, o tengan escrúpulos morales, profesionales, cinematográficos. Hoy por ti mañana por mí, hay que engrosar la agenda de contactos que la cosa está muy malita.
Eso sí, si ya les pides que investiguen, que se quemen las pestañas viendo películas españolas, que rastreen cielo y tierra para encontrar nuevos valores, nuevas películas, al margen de la industria y de la feria de vanidades de los festivales, ya no les apetece tanto. La contrapartida es más escasa, no hay nada de lo que fardar, no te los vas a encontrar en los saraos, en las alfombras rojas, ni en los suplementos dominicales, y encima no son extranjeros, y a lo peor hasta compañeros de generación, lo que faltaba, resaltar el talento ajeno para que por comparación, yo triste, amargado, frustrado, crítico, parezca más pequeño, insignificante. ¡No hija no!, un filipino de mi edad no deja de ser eso, un puto filipino, un extraterrestre tercermundista que ni habla español, a los españoles que los reivindiquen fuera, ¿no son tan buenos?, siempre habrá algún argentino despistado que los apoye, que los adopte. El falso prestigio, resplandor, de lo europeo, como si los españoles lo fuéramos, tira mucho, tener amigos gallegos da carta de naturaleza, es cool.
Si están muertos ya ni te digo, ¿qué sentido tiene reivindicar una obra maestra del pleistoceno si puedo inflar el globo de un mediocre que me contesta a las llamadas, me pasa los guiones, me deja acudir a los rodajes, me agrega en Facebook y twitter, y me reconoce por la calle cuando me ve? No hay color, todo lo que no sea cine español actual que se encarguen los blogueros, los foreros, que son unos aburridos, unos desaboríos. Hay que estar en el ajo, donde se cuece la posmodernidad , los canapés. El cine español pasado es para nostálgicos, para ñoños. El cine es un invento del mañana, una constante tabula rasa.
Conclusión, que como el cine español anterior no genera beneficios, ya está amortizado, pues que le vayan dando, no vaya a ser que al espectador español le dé por exigir calidad, se nos joda el negocio, y no acudan a ver la ultima mierda subvencionada. A los mediocres críticos, directores, productores, actuales, no hay ningún Guarner, Ángel Fernández-Santos, Val del Omar, Buñuel, Matas ni Querejeta en el horizonte, les interesa que la basura del cine español actual, se compare con la basura del cine americano actual, y no con el grandioso, genial, cine español anterior. Que el incauto espectador pagano español, vaya al cine a ciegas, sin memoria cinéfila. No vaya a suceder que la gente se aficione de verdad al cine de calidad, y empiece a soltar que es el cine español actual el que es una mierda, con contadísimas excepciones, y no el cine español en general.
¡Qué viva el cine español, coño!, el bueno, al resto, ya sea actual o clásico, que le vayan dando. El cine español no es una denominación de origen, es una summa informe, ecléctica, de películas excepcionales, valiosas, sublimes, que le dan cuerpo, prestancia, grandeza, especificidad.