Vas a la Universidad de Conetica, vas por las calles de Dresde, paseas distraído y feliz entre las ruinas de la roca Cecropia y nadie te sabrá dar una respuesta convincente. Pregunta por Ramón y Cajal, por Severo Ochoa, pregunta por Gonzalo Fernández de Cordoba o por Concha Píquer. Nada, caras que demuestran un desconocimiento abisal. Nadie les conoce. Ni siquiera Pedro Almodovar, egregio y afamado entre los hombres, tiene asegurado un pedestal al norte de los Pirineos. Es injusto, es dramático y antiespañol, pero es una verdad que debemos conocer. Sin embargo, en la misma pregunta incluye el nombre de Yulio. Pregunta en Nebraska por Yulio y tienes el lío montado. Entre el balbuceo indescifrable que utilizan los anglos no te será difícil identificar palabras rotundas como "romantic" "so sexy" "spanish matador". Querrán follarte, querrán tu esperma para montar una comuna hippy,querrán poner sus maizales a tu nombre por compartir pasaporte y patria con ese faro de la cultura occidental que es Yulio.
General Cobarde y un servidor hemos llegado a acuerdos incorruptibles sobre este asunto: Yulio es lo más parecido a un dios que ha parido una hembra humana. Dignifica la profesión de cantamañanas y sobre todo dignifica, pule, limpia y da esplendor a este sacrosanto país que sufrimos y amamos. Su arte es mayestático, pero su esencia, su naturaleza, es subyugante, genuina, arrebatadora. Lo hace todo fácil. Las cosas con Yulio funcionan, suceden de manera natural, precisa, recomendable. Es todo un sistema planetario en perfecta armonía donde los milagros orbitan perpetuamente en torno a él. Su música (La carretera que ha nombrado Ultimatun es un todo un himno) es sólo una pequeña parte de la grandeza de este übermensch.
Yulio es el padre al que todos hubiéramos querido reclamar su apellido y parte de su herencia. Es el galán rumboso e hipnótico con el que nuestras madres deberían haber perdido su virtud. Yulio es la respuesta para este país que zozobra, esta tierra doliente que sólo podrá resurgir al ritmo de su canción ligera, de sus himnos vitales, románticos y profundamente españoles. Raza, gracia y elegancia.