Kosovo, un callejón sin salida para España
Branka Berberijan Olivari/Corresponsal de AD en los Balcanes.- Los que ejercíamos como periodistas en Yugoslavia allí por el principio de los años ochenta, tuvimos la obligación de ver un documental que había captado nuestro Servicio de Inteligencia, y que describía con todo un lujo de detalles el guión de una hipotética guerra que, curiosamente, empezaba y terminaba en Kosovo. Y nos parecía, pues eso, hipotética, ciencia ficción, y nadie lo tomó en serio.
No obstante, muy pronto, empezaron unas “espontáneas” rebeliones en la región serbia, que desembocaron en una vorágine bélica que se difundía cuan llamas por esta fatídica tierra, nacida en Versalles, luego asesinada, renacida en Yalta y, una vez más, desmembrada, violada y mutilada, todo esto a tenor de caprichos de sus creadores, y a la vez destructores.
Hoy todo el mundo se pregunta que por qué Kosovo. La respuesta yace en su subsuelo, que esconde una enorme riqueza a la que se accede por la boca de la mina Trepca, situada en la ciudad de Mitrovica, poblada por la minoría serbia. Hablando en números, el mapa mineral de la zona se traduce en un valor de cinco mil millones de dólares, teniendo en cuenta que la capacidad de sus refinerías está entre las tres primeras del mundo. Asimismo, se calcula que las reservas de lignito dan para los próximos 1.300 años. Si a todo esto se añaden unos depósitos casi ilimitados de plomo, zinc, cadmio, plata, oro, hasta el boro, metal endémico imprescindible para el funcionamiento de la NASA, no es difícil sacar las conclusiones pertinentes.
Claro está, para quedarse con este tesoro subterráneo, había que crear un pretexto convincente, buscar una cabeza de turco -encontrada fácilmente en el factor eslavo, el presunto agresor-, y a un aliado sin escrúpulos, tal como fue la organización terrorista encabezada por el criminal Hasim Taci, que los expoliadores promovieron en el Ejército de Liberación de Kosovo, y cuya campaña: “Un Kosovo libre de serbios” apoyaron con un cinismo rayano con el paroxismo.
Ahora ya no resulta curioso el hecho de que, ya en los primeros días de la guerra, llegase a Belgrado George Sorosh, miembro del Consejo de Dirección de Council of the Foreign Relations, perteneciente a la Fundación Rockefeller, cuya finalidad era la de influir en los gobiernos de Estados Unidos en lo que a la política exterior se refiere. Disfrazado de benefactor, este tiburón bursátil, que hizo temblar los cimientos del sistema monetario europeo con sus maniobras financieras, -que a su vez le proporcionaron una de las mayores fortunas del mundo-, tan sólo unos meses después de la ocupación militar de la zona, exigió al Grupo Internacional sobre Crisis, -financiado por él mismo-, que publicase un documento titulado “Trepca, una luz en el laberinto” en el que ordenó a la UNMIK quitar cuanto antes el complejo minero de las manos de los serbios. Y así fue, la “democracia” impuesta por las bombas del uranio empobrecido, pronto consiguió que la mina, que antes daba de comer a un país entero, cambiara de propietario.
No obstante, para rematar el asunto, había que conseguir la independencia de Kosovo a fin de evitar a los testigos incómodos y, a Estados Unidos, impulsor de este proyecto, pronto le siguió una gran mayoría de los países europeos. A este descarado atraco, sin precedentes históricos, España no se sumó, dada la gran similitud entre sus fuerzas nacionalistas y las de la Antigua Yugoslavia, y este hecho la colocó en un callejón sin salida, convirtiéndola en el santuario de las bandas del crimen organizado procedente de esta región arrebatada a los serbios por fuerza.
Desde la supresión del visado español para los ciudadanos de Serbia, los delincuentes albano kosovares entran en el país con pasaportes serbios falsificados y, en el momento de intentar extraditarlos, las fuerzas de seguridad se encuentran con un escollo jurídico imposible de solucionar: dado que España no aceptó la unilateral e ilegal declaración de la independencia de Kosovo, el Ministerio de Exteriores no tiene ningún acuerdo de colaboración en la materia con este nuevo estado artificial, y con toda la razón del mundo, Serbia no se siente responsable de unos ciudadanos que, según las leyes europeas, no son suyos.
De modo que, la geografía española en su totalidad se convirtió en la base logística de los delincuentes albano kosovares para operar impunemente en todo el continente antiguo, -paradójicamente, el mismo continente donde la mayoría de sus gobiernos apoyó la violación de todas las reglas del derecho internacional, lo que el eurodiputado italiano Pino Arlacchi definió como el mayor error de la Unión Europea en los últimos años. “Hemos creado un Estado mafioso y nos preocupamos sólo por el hecho de que esa verdad no salga a flote”, recalcó Arlacchi, e invitó a los socios europeos a “encarar la verdad y empezar a tomar medidas”. Y esta advertencia habría que tomarla muy en serio, ya que, mientras en el horizonte español no se vislumbra ninguna posibilidad de poner el cascabel al gato, el ‘efecto llamada’ suena como el canto de las sirenas, y este fenómeno afecta por igual a todos los países europeos.