Esta serie la echaban cuando yo era un crio. Era una mierda, no me gustaba nada pero siempre la veía, me atraía y me transmitía una sensación de placebo. En mi casa mi padre nunca estaba, siempre estaba trabajando o en el bar bebiendo, y cuando estaba en casa todo eran broncas y voces. Y ver a ese padre tan sosegado, tan calmado hablando con los hijos y aguantando las tonterías con serenidad me resultaba agradable. Mi madre también estaba siempre histérica, todo riñas, órdenes, quejas. Y ver a esa señora tan equilibrada, tan agradable, comprensiva y cariñosa me hacía desearla como futura madre de mis hijos. Recuerdo haberme hecho pajas con esa pureta de pelo lacado y cara lánguida. Me encantaba esa casa, ese hogar, ese ambiente. Yo vivía en una especie de chabola y en esa casa había de todo y buen rollo. Se respiraba amor, prosperidad y salud mental. Era noñísima, pero durante 20 minutos olvidaba mi miserable existencia y me sentía parte de esa ilusión.
Me hubiese cambiado sin pensármelo por el gato de esa familia. Recuerdo que le tenía algo de pelusa al niño de la serie, me caía mal porque me parecía repelente por estar siempre como chinado por cosas menores cuando habíamos otros con una niñez de mierda que mataríamos por vivir así. Me parecía un desagradecido.
A la hija nada, ni fu ni fa, ya os digo que las paja me las hacía con la madre. Y Alf me caía bien pero no me gustaba su presencia en la casa porque rompía mi realidad de una verdadera casa americana distorsionando la fantasía por ser un extraterrestre.
Sí, mi cabeza está llena de recuerdos amargos.