Werther
Veterano
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- 16 Mar 2004
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Ayer estaba escuchando a Wagner (qué le vamos a hacer, este mes me ha dado por su obra), cuando me vino a la mente que no han existido ni creo existen grandes compositoras mujeres. La emancipación de la mujer se produjo en el siglo XIX, y desde entonces hasta hoy han mediado ya cerca de dos siglos. Yo me pregunto, ¿dónde están las compositoras de música contemporánea? Y que se mire bien que no me refiero a intérpretes, sino a compositoras. Simplemente no las hay. Reflexionando que te reflexiona he llegado a la siguiente conclusión. El arte más sublime de cuantos existen es la música, en ello coinciden todos los filósofos. La música puede hacer reír, llorar, recordar un antiguo amor, una pérdida, un anhelo, puede incitar a una acción grandiosa o sumergirnos en la más inquebrantable laxitud espiritual; en fin, ella manda en cuantos sentimientos es capaz de experimentar el ser humano. Y, por suerte o por desgracia, el ser humano es eso, sentimientos. Podrá poseer mil coches, diez mil casas, cien mil millones de euros y todo lo material que exista en el mundo, que si no tiene amigos, familia y, sobre todo, una mujer u hombre que lo quiera, se hunde en la más absoluta miseria. Por tanto, la música es la manifestación artística más sublime que podamos crear. Pero no es la más excelsa, existe otra a la que no podemos acceder y que es creación de la naturaleza. Me refiero a la belleza de la mujer. No hay nada que inspire más al hombre ni que le impele a hacer los actos más bellos o los más terribles. Por ella se pueden perder imperios, ganar grandes guerras, erigir bellísimos monumentos y, lo que más interesa al tema, crear grandiosas obras musicales. Pero el objeto artístico no puede ser a la vez sujeto artístico. Una mujer podrá pintar o esculpir el desnudo de otra, pero no lo hará de la misma manera que un hombre; podrá componer una canción pensando en su amante, pero no sonará igual a como lo hace la melodía que surge del corazón roto de un hombre. No hay grandes compositoras porque ellas son el arte mismo y porque ellas no pueden percibirse a sí mismas como las percibimos nosotros. Por eso nunca han sido ni son ni serán grandes compositoras, carecen de la fuente de inspiración: sentir su belleza.