Asta
Freak
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Mecagüentodoloquesemenea!!!!
Tengo el día nostálgico hoy...
Siguiendo con otro de mis recuerdos infantiles, se me ha venido a la memoria también lo del maravilloso mundo de las "pulgas".
Para el que no lo sepa, las "pulgas", en mi época de niña, allá por el Pleistoceno, se les llamaba a las cápsulas de medicamentos (esas que podían ser bicolores o unicolores, pero que siempre resultaban de un colorido fascinante para un crío) a las que, tras vaciarlas del polvillo medicamentoso en cuestión, se les introducía una bolita de mercurio. Mercurio que, por cierto, era obtenido hábilmente tras destrozar con una piedra el termómetro que mamá tenía en el botiquín, con el consecuento cabreo de la susocicha dadora de mis días.
Así, esa cápsula o "pulga" hacía las delicias del poseedor que, tras ponerla en la palma de su mano, hacía que el mercurio bailara dentro de la cápsula como si ésta cobrara vida, inteligente o no daba igual...
El drama de mi pulga, que bauticé con el absurdo nombre de "Nepomucena", vino en clase de Matemáticas, que impartía la asquerosa de Pilar, una profesora escuálida y de avinagrado carácter (hoy estoy con el vinagre...), que me tenía enfilada porque ni aprendía ni dejaba aprender a mis compañeros de pupitre.
No sé que coño explicaría aquella tarde aquella bruja del averno, pero maldito el caso que yo le estaba prestando, entretenida hasta límites insospechados con Nepomucena y sin importarme lo más mínimo si una raíz cuadrada daba 6 ó siete mil millones.
La mirada de halcón de la asquerosa en cuestión, quiso Satanás que se posara en mi persona y en Nepomucena. Corriendo como una enferma mental a la que le hubiera dado una alferecía, en tres milésimas de segundo me había quitado mi tesoro poniéndome de cara a la pared y asegurándome que -"vas a acabar muy mal, señorita".
Nunca una persona de corta edad habrá sentido el rencor que sentí yo..castigarme, vale; ridiculizarme por estar en Babia, vaale..pero ¿robarme? ¿impunemente además?
Aquello era más de lo que podía soportar y, en el recreo, pasé a redactar un folio y medio con mis quejas y mis reivindicaciones más apasionadas, acerca de la "propiedad privada", el "robo con intimidación" y otras lindezas que se me pasaron por la cabeza.
En resumidas cuentas, tras hacer llegar mi papelajo a la dirección del Centro escolar, Nepomucena volvió a mí. Creo yo que porque pensaron que aquella chica podía volverse más loca de lo que parecía y luego, a ver quien le reclamaba al maestro armero...
Lo lamentable es que la bolita de mercurio estaba sucia y llena de pelos, por lo que aseguro que no fui yo sola la que se divirtió con el juguete de marras. Mierda de profesores...
Tengo el día nostálgico hoy...
Siguiendo con otro de mis recuerdos infantiles, se me ha venido a la memoria también lo del maravilloso mundo de las "pulgas".
Para el que no lo sepa, las "pulgas", en mi época de niña, allá por el Pleistoceno, se les llamaba a las cápsulas de medicamentos (esas que podían ser bicolores o unicolores, pero que siempre resultaban de un colorido fascinante para un crío) a las que, tras vaciarlas del polvillo medicamentoso en cuestión, se les introducía una bolita de mercurio. Mercurio que, por cierto, era obtenido hábilmente tras destrozar con una piedra el termómetro que mamá tenía en el botiquín, con el consecuento cabreo de la susocicha dadora de mis días.
Así, esa cápsula o "pulga" hacía las delicias del poseedor que, tras ponerla en la palma de su mano, hacía que el mercurio bailara dentro de la cápsula como si ésta cobrara vida, inteligente o no daba igual...
El drama de mi pulga, que bauticé con el absurdo nombre de "Nepomucena", vino en clase de Matemáticas, que impartía la asquerosa de Pilar, una profesora escuálida y de avinagrado carácter (hoy estoy con el vinagre...), que me tenía enfilada porque ni aprendía ni dejaba aprender a mis compañeros de pupitre.
No sé que coño explicaría aquella tarde aquella bruja del averno, pero maldito el caso que yo le estaba prestando, entretenida hasta límites insospechados con Nepomucena y sin importarme lo más mínimo si una raíz cuadrada daba 6 ó siete mil millones.
La mirada de halcón de la asquerosa en cuestión, quiso Satanás que se posara en mi persona y en Nepomucena. Corriendo como una enferma mental a la que le hubiera dado una alferecía, en tres milésimas de segundo me había quitado mi tesoro poniéndome de cara a la pared y asegurándome que -"vas a acabar muy mal, señorita".
Nunca una persona de corta edad habrá sentido el rencor que sentí yo..castigarme, vale; ridiculizarme por estar en Babia, vaale..pero ¿robarme? ¿impunemente además?
Aquello era más de lo que podía soportar y, en el recreo, pasé a redactar un folio y medio con mis quejas y mis reivindicaciones más apasionadas, acerca de la "propiedad privada", el "robo con intimidación" y otras lindezas que se me pasaron por la cabeza.
En resumidas cuentas, tras hacer llegar mi papelajo a la dirección del Centro escolar, Nepomucena volvió a mí. Creo yo que porque pensaron que aquella chica podía volverse más loca de lo que parecía y luego, a ver quien le reclamaba al maestro armero...
Lo lamentable es que la bolita de mercurio estaba sucia y llena de pelos, por lo que aseguro que no fui yo sola la que se divirtió con el juguete de marras. Mierda de profesores...