¿Las mujeres necesitan cada cierto tiempo que le pasen la mano?

Por alusiones...

resquemor rebuznó:
Yo opino que está bien pegar a las mujeres, siempre que sea lo normal. Y tambien que eres un analfaburro.

Hombre chaval, yo no soy un producto de la ESO como tú...
[h=3]perpetuar conjugar ⇒[/h]
  • tr. Hacer perpetua o duradera una cosa:
    perpetuar el apellido.
  • Dar a las cosas una larga duración. También prnl.:
    el tirano se perpetúa en el poder.


Es decir, las que paren a los hijos son ellas. Si no existiese ningún hombre sobre la tierra, la especie humana podría seguir exisitendo, a base de bancos de semen, al revés imposible...

Como gracia está bien, es además seguro que a tí te da un resultado de la ostia comentarles esto...

Claro que el día que des con una que realmente te guste y sea medianamente inteligente, quizás sea buena idea que no le comentes tu opinión sobre fostiarlas lo normal...

Pero a lo mejor cuando ya tengas cierta edad, no te quedará más remedio que seguir por Badoo pescando, pero estas redes son al pescado lo que los mújeles al rape...
 
resquemor rebuznó:
Y a santo de qué viene ahora hablar de perros?...

Pues mira, aprovechando que este foro es el
wetamir rebuznó:
J... último reducto de libre pensamiento
yo también me voy a soltar; y hablando de perros… ¡sí, maltrato a mi perro! Y lo maltrato precisamente porque es mío, y porque le pasa como a algunas mujeres, que cuanto más las castigas más te quieren.

Yo creo que al perro le gusta que le patee. En realidad está acostumbrado, y es la única forma que tiene de relacionarse conmigo. Se pasa el día encerrado en una estrecha terraza, y como le he propinado ya sus buenas palizas por mearse o cagarse en el único espacio que tiene, el pobrecito es capaz de agantar hasta más de 36 horas sin aliviarse. Cuando llego a casa, ya de noche, se pone a dar saltitos de alegría y me hace toda clase de zalamerías. En realidad lo que quiere es que lo saque a la calle, donde puede aliviarse a sus anchas. Pero es entonces cuando más lo puteo, pues a cada patada que le propino en el vientre se le escapa algo de orina, y entonces yo le regaño con grandes y amenazadoras voces hasta achararlo por completo… ¡y hasta llora de culpabilidad! Tras de unas caricias para congraciarme con él, le lleno su escudilla con agua -lleva todo el día sin beber-, pero el animal no se atreve ni a tocarla, porque como está a punto de reventar, con que beba un poquito vuelve a escapársele la orina… y ya sabe lo que le espera, jeje.

Finalmente, y después de haberle enseñado varias veces la correa, sin llegar a engancharlo, lo saco por fin a la calle -¡qué contento se pone el muy desgraciado!-, pero no le dejo mear hasta llegar a la puerta de la peluquería -odio al peluquero- donde mea como un caballo, y allí mismo caga, mas si alguien nos observa saco una bolsita de plástico y recojo la hez para echarla en un contenedor, con lo que todos los vecinos me toman por un ciudadano ejemplar. Si veo que nadie me observa se la dejo al peluquero, para que se la encuentre por la mañana en la puerta de su establecimiento… ¡ja!

Después de un breve paseo subimos a casa. Es la hora en que le suelo poner su comida, pero yo me hago el olvidadizo… y el pobre no sabe cómo ni se atreve a recordármelo. Cuando finalmente se la sirvo en su escudilla -después de fregarla minuciosamente, no por higiene, sino para hacerlo esperar un poco más- y después de dar buena cuenta de ella en unos pocos segundos -tal es su hambre y tan escasa la cantidad que le sirvo (seguro que no tiene colesterol en sangre, jejeje)- intenta colmarme con toda clase de halagos que yo rechazo con indiferencia.

Indiscutiblemente el perro es el mejor amigo del hombre.
 
Un buen gustazo con el dorso de la mano, tiene el poder de transportarte a tu infancia, recordandote que debes obedecer a tus progenitores. Te sumerge en un mar de incertidumbre e inseguridad.
 
iskariote rebuznó:
El protagonista y narrador es una persona que no sabe ser feliz, que sólo espera la desgracia tras los buenos momentos.

Se entendía con el animalillo, éste le correspondía como sólo un perro puede hacer, con admiración y respeto. Pero hay veces en las que uno no merece admiración ni respeto. Hay momentos en la vida de uno en los que la conciencia quema y la comprensión de los demás sólo sabe a condescendencia. Los amores incondicionales están sobrevalorados, nos pueden hacer más mal que bien si no son bien medidos. Si por algo es inhumano rechazarlos es porque no está en la naturaleza humana reconocer la propia debilidad, tendemos, por contra, a justificarla.

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Mehmed II fue uno de los sultanes más exitosos del imperio otomano, pero su vida siempre estuvo marcada por una trágica amargura desde el mismo momento de su nacimiento, hijo ilegítimo de una concubina que además era griega. Su propio padre lo destituyó del sultanado en una ocasión, instado por su gran consejero Halil Pashá, agente a sueldo de los paleólogos, ante su irrefrenable impulso de conquistar Constantinopla. A pesar de que lo consiguió con tan sólo 19 años nunca fue feliz, cuentan que después de la toma de la ciudad se negó a pernoctar en ningún otro sitio que no fuera su propia tienda de campaña. El hecho de considerarse a sí mismo un bastardo que jamás alcanzaría la legitimidad que hubiera tenido su hermano Ahmet, a quien asesinó amparándose en las leyes turcas que consentían el fraticidio, siempre lo consumió. Nunca perdonó a su padre su repudio y vivió toda la vida inmerso en una desconfianza permanente, lo que lo llevó a decapitar a varios de sus grandes visires. Su malestar se traducía en una belicosidad incombustible que lo llevaba a estar siempre lejos de sus dominios, ocupado en múltiples campañas. Conquistó Serbia, Bosnia y los ducados de Atenas, convirtió Montenegro en estado tributario, llegó a asediar Belgrado y guerreó durante toda su vida contra el reino de Hungría.

Cuentan que cuando tenía 13 años escasos de edad se enamoró perdidamente de una prisionera griega, a la que tuvo 3 días y 3 noches encerrada en su tienda de campaña. Al tercer día mandó formar a sus jenízaros, la sacó de la tienda y le cortó el cuello con su cimitarra, profiriendo su famosa arenga, "quién de vosotros seguirá mi espada, capaz incluso de cortar los lazos del amor?".
 
No hace falta meterles un buen guantazo de reves y palma abierta. Todas las chungas que me he llegado a follar, les he demostrado la mala hostia usándolas como si fueran meros trozos de carne. Follarles el culo, obligarles a hacerles un culo boca, apretarles el cuello y que me coman la polla hasta los huevos con babas y todo colgando, etc. Eso es lo que hay que hacer, que vean que eres violento en la cama, , royo pisarles la cabeza o obligarles a chuparte los pies, etc por que si se pillan cabreado de verdad, no creo que quieran arriesgarse a buscarte los tres pies al gato.
 
Oiga, si fuese hombre de verdad sabria que eso que usted cree que las humilla, a muchas les gusta.
 
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