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En multitud de eventos y reuniones de farra, ya sea con amigos del alma, con colegas de trabajo, o con incluso desconocidos, he pasado de follarme a una puta. Porque la filtración está a la orden del día, y siempre alguien se ha ido de la lengua.
Hace doce años, en una despedida de soltero, a punto estuvo de liarse y de romperse no sólo la boda. También varios matrimonios de los que asitieron a la despedida. Unos con razón, otros por la sospecha.
Lo más triste es que de todos de los que salieron trasquilados, nadie folló. Ni siquiera el novio, que con la merluza que llevaba no estaba para esos trotes. ¿Adivináis quienes soltaron todo a sus esposas a poco que les pusieron el flexo en la cara?
Los casados que dieron la idea de ir al puticlub.
Lo acojonante es que al dia siguiente ya se sospechaba/sabía quien había follado y quién no. Yo, soltero y entonces putero secreto, pero en oficio y con mando en plaza, me libré porque me sospechaba la jugada posterior al ver el paisanaje. Tuve bastate vista y no subí a follar.
Quedé hasta como el ejemplo de la bonhomía ante ellas. Porque claro, siendo soltero y sin pareja, no contraté servicio. Y la comparación era odiosa para los casados.
Lo que nadie sabe es que ya de vuelta en el hotel coincidí sólo en el ascensor con un pariente del novio. Alguien que no conocía hasta ese momento y nunca más he vuelto a ver. Entonces un cuarentón largo, casado, y pinta de ser putero viejo. Pero que tampoco había subido, aunque se le veía suelto en el lugar. Le propuse entonces compartir un taxi y volver al puticlub sin que nadie lo supiera y allí que nos plantamos los dos. Esta vez sí subimos a follar. No, cada uno por su lado. Hijosdefruta.
La despedida era en Benalmádena, y el puticlub el Stark 92. Y no, no era
@Cachondo Mental el del ascensor.
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