Tener una tía buena -sí, sí, lo que se dice una tía buena- en casa durante meses o incluso años y follarla para cumplir, aprovechando la erección matutina y echando mano de las fantasías más estrafalarias para que el cipote no se reblandezca antes de acabar.
Saber que la tía es cojonuda y su comportamiento es impecable, pero tener ganas de perderla de vista, porque pasadas las primeras semanas, ya no te pone.
Creo que hay muchos motivos para sentirse insatisfecho y deshumanizado.
Y eso que tenemos novia, y tal.