Max_Demian
Puta rata traicionera
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- 17 Jul 2005
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Salgo a la calle y miro al cielo: está despejado. Respiro la polución de la gran ciudad hondamente y me dirijo a un bar estrecho a beber estrella galicia. Echo de menos la cerveza de mi tierra y mi idioma. Pero el cielo está despejado y tengo en frente de mi una estrella, no puedo pedirle más a la vida.
Estaría bien echar un polvo, pero voy tan borracho que dudo que me empalmase, aunque me tentara el mismísimo demonio con un culo tan suave como el algodón. Dudo de mí mismo y de mi propia líbido, y me pregunto qué me gusta más: sentir el apetito o satisfacerlo. Las dos cosas son parte de un mismo juego. Enciendo un cigarrillo y decido meterme en otro bar a pasar un poco el rato. Whisky, por favor. Mientras bebo echo un vistazo al periódico, es lunes y me interesa la sección de deportes. Otro cigarrillo, whisky, más cigarrillos. Soy feliz mientras me mato poco a poco huyendo de los demonios de la soledad y el cansancio. Bebo y bebo.
En casa me espera el delirio entre las hojas de un libro que no quiero leer. Qué tal un poco de costo para pasar la noche... Es una buena idea. Los negros del retiro me hacen andar antes de venderme la bellota. En un recodo, lejos de las miradas inoportunas de los paseantes, suelto un billete en la arena al mismo tiempo que recojo un pequeño huevo envuelto en plástico.
Madrid, bendita ciudad. Miles de almas que no se conocen se atormentan sobre un suelo lleno de grietas que amenaza con hundirse en el infierno. Yo mientras vivo mi vida, escribo mi historia entre sangre y dientes rotos, rompo el silencio con el crujir de mis huesos y bebo en vasos que después estrello contra el suelo.
Mi corazón, de lija y terciopelo, sigue latiendo entre el humo de los coches. Mientras vuelvo a casa pienso que lo único que quiero es gozar, y morir empalmado envuelto en sábanas sucias.
Extraído del dirario de Henry Chinasky.
Estaría bien echar un polvo, pero voy tan borracho que dudo que me empalmase, aunque me tentara el mismísimo demonio con un culo tan suave como el algodón. Dudo de mí mismo y de mi propia líbido, y me pregunto qué me gusta más: sentir el apetito o satisfacerlo. Las dos cosas son parte de un mismo juego. Enciendo un cigarrillo y decido meterme en otro bar a pasar un poco el rato. Whisky, por favor. Mientras bebo echo un vistazo al periódico, es lunes y me interesa la sección de deportes. Otro cigarrillo, whisky, más cigarrillos. Soy feliz mientras me mato poco a poco huyendo de los demonios de la soledad y el cansancio. Bebo y bebo.
En casa me espera el delirio entre las hojas de un libro que no quiero leer. Qué tal un poco de costo para pasar la noche... Es una buena idea. Los negros del retiro me hacen andar antes de venderme la bellota. En un recodo, lejos de las miradas inoportunas de los paseantes, suelto un billete en la arena al mismo tiempo que recojo un pequeño huevo envuelto en plástico.
Madrid, bendita ciudad. Miles de almas que no se conocen se atormentan sobre un suelo lleno de grietas que amenaza con hundirse en el infierno. Yo mientras vivo mi vida, escribo mi historia entre sangre y dientes rotos, rompo el silencio con el crujir de mis huesos y bebo en vasos que después estrello contra el suelo.
Mi corazón, de lija y terciopelo, sigue latiendo entre el humo de los coches. Mientras vuelvo a casa pienso que lo único que quiero es gozar, y morir empalmado envuelto en sábanas sucias.
Extraído del dirario de Henry Chinasky.