Lolitonta
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En mi biblioteca constan las siguientes autoras, entre otras que descarto o que ya he mencionado anteriormente:
Vicky Baum:
Hay excepciones, como Catherine Millet y Simona Vinci. Y seguro que alguno podrá dar más.
Pero no tengo muy claro si las escritoras en general escriben de la manera que he descrito porque son mujeres, o si es por la misma razón por la que existen Ken Follets, Ruiz Zafones y Dan Brownes.
Y hasta aquí, que tengo sueño y no se me ocurre nada más que decir.
Vicky Baum:
El libro es Uli el enano. Me causó, es decir, narra la triste vida de un enano de mierda que nunca ha sido feliz, y lo hace de una forma tal que... no sé, en determinados momentos te entran ganas de gritarle a la autora que deje al puto enano en paz y tal, que no sabes cómo puede ser capaz de cebarse tanto con un desgraciado. Pues eso, que es buena literatura -a mi parecer-.
Aunque...:
Jane Austen: Aunque...:
Güiquipedia rebuznó:Por el contenido de sus obras, su lenguaje utilizado, por su popularidad, por las traducciones de sus novelas a otros idiomas y por su éxito de ventas, a Vicki Baum se le podría comparar en el mundo cultural hispano con la escritora española Corín Tellado.
El libro es Mansfield Park. Es una novela sobre la sociedad londinensa de principios del siglo XIX (bueno, eso lo sabréis todos de sobra, supongo), y la presenta de una manera bastante deprimente. Su lectura no se hace pesada, pese a las chorricientas páginas que tiene, pero lo que cuenta desasosiega bastante y te hace pensar en que igual la sociedad de hoy en día no es tan mala.
Al parecer, Jane Austen se caracteriza por escribir novelas que arremeten contra dicha sociedad. Visto desde ese punto de vista, se entiende que en 'Mansfield Park' se busca repugnar al lector, hacerle sentir asco hacia la sociedad en la que la tal Austen ha vivido.
V. C. Andrews:Al parecer, Jane Austen se caracteriza por escribir novelas que arremeten contra dicha sociedad. Visto desde ese punto de vista, se entiende que en 'Mansfield Park' se busca repugnar al lector, hacerle sentir asco hacia la sociedad en la que la tal Austen ha vivido.
Es la típica autora que escribe novelas erótico-románticas. Es más, no os recomendaría leerla. Pero hay un libro que sí os recomiendo encarecidamente, máxime si os gusta Stephen King: Flores en el ático. Puro terror psicológico. Los hijos huérfanos de padre se ven obligados a vivir encerrados en un cuarto preparado por la abuela materna, propietaria de un castillo o mansión, no recuerdo ahora, y pasan semanas, meses, años allí dentro, mientras sufren maltrato físico y psicológico.
Tiene mucha carga erótica, pero tan bien dosificada que no molesta, e incluso excita horriblemente (los primeros calambrazos uterinos los tuve leyéndolo).
De ese libro hicieron una película, una muy ochentera, por si interesa. No es tan fuerte como el libro, por supuesto.
Anne Rice:Tiene mucha carga erótica, pero tan bien dosificada que no molesta, e incluso excita horriblemente (los primeros calambrazos uterinos los tuve leyéndolo).
De ese libro hicieron una película, una muy ochentera, por si interesa. No es tan fuerte como el libro, por supuesto.
Sólo leí Entrevista con el Vampiro, y en este libro, la autora se regodea mucho en el sufrimiento del protagonista, haciéndole lamentarse una y otra vez de su condición de vampiro, lo cual puede parecerle cansino a más de un lector. Lo cierto es que no me veo capaz de dar una opinión válida: me lo leí porque la película me impactó en su día, y tenía yo entonces una (no) personalidad tirando a gótica, por lo cual ya andaba predispuesta a ver con buenos ojos ese tipo de literatura. Además, es que no volví a leerlo.
Almudena Grandes:
Forma de narrar muy gitanesca: sin apenas pausas, enlazando frase tras otra de forma casi caótica, ritmo trepidante, muy detallista, temas femeninos, muy intimistas... Engancha, pero a veces se hace duro entenderla, porque parece que se haga un lío cada tantas líneas.
Irmgard Keun:
Una autora muy poco conocida. Me costó conseguir el libro La chica de seda artificial, cuya existencia conocí al leer el siguiente artículo:
Jean M. Auel:En recuerdo de una mujer muerta · ELPAÍS.comRosa Montero rebuznó:Te voy a hablar de una escritora formidable: Irmgard Keun. Seguramente no la conoces. Yo tampoco tenía la menor noticia de su existencia hasta que hace poco cayó en mis manos un libro suyo, La chica de seda artificial, publicado en España por Minúscula (qué estupenda editorial) hará un par de años. Es evidente que aquí la obra pasó bastante inadvertida, aunque es una novela en muchos sentidos extraordinaria. En primer lugar, Irmgard la publicó en 1932, a la asombrosa edad de 22 años. La escueta información de la solapa dice que la escritora nació en Berlín en 1910 y murió en Colonia en 1982. Que fue una autora de éxito durante la república de Weimar y que luego, en 1933, sus libros fueron secuestrados por los nazis y Keun tuvo que exiliarse y más tarde pasar a la clandestinidad. La breve nota termina diciendo que, durante los años ochenta, los lectores alemanes redescubrieron sus obras. Cosa que no debió de servirle de mucho, porque para entonces ya estaba muerta. Escalofría ver resumida en siete líneas toda una vida probablemente tremenda.
Si los nazis secuestraron “sus libros” en 1933 es que Irmgard ya había publicado varias obras a la tierna edad de 23 años. Y también para entonces ya había sido famosa. Nuestra sociedad, tan despepitada por la fama inmediata, debería aprender de estas lecciones históricas: ser famoso es bastante fácil, lo difícil es que esa fama perdure a través del tiempo. Pasan los años, pasan los siglos, pasan las épocas, y hasta aquellos individuos que se creyeron más grandes y gloriosos se borran para siempre de la memoria. El ruido de los antiguos imperios al derrumbarse no es más audible que el de la caída de una hoja en otoño.
Dice la escritora italiana Dacia Maraini que las mujeres han conquistado visibilidad literaria, que publican y venden igual que los hombres o más, pero que cuando las mujeres escritoras mueren, mueren para siempre, porque no son recogidas en las antologías ni las enciclopedias. Creo que las cosas están cambiando mucho últimamente (de ahí la recuperación de Keun por los lectores alemanes en los ochenta), pero es probable que el sexismo que denuncia Maraini contribuyera a que Irmgard fuera olvidada en vida tan rápidamente. Resulta inquietante que sucediera así, porque es una escritora maravillosa. La chica de seda artificial es un libro poderoso que retrata la paupérrima y humillada Alemania de los primeros años treinta. Todo ello a través de la narración de una joven alocada, conmovedora e inculta que intenta simplemente sobrevivir (y entre sus estrategias está la de que los hombres la inviten a comer): “Charlamos en un restaurante, y no me quedó más remedio que beber vino, aunque por el mismo precio hubiera preferido comer algo”, cuenta la protagonista de Keun en su novela: “Pero así son ellos: sueltan encantados grandes sumas por la bebida, pero les parece que te aprovechas si tienen que pagar una módica suma por comer, porque la comida es necesaria y la bebida superflua y en consecuencia más elegante”.
Qué talento el de Irmgard: su estilo es económico, preciso, exacto, contundente como un puñetazo en la barbilla. Y luego hablan de la originalidad de Hemingway (un autor a mi modo de ver sobrevalorado). Déjenme copiar otro breve fragmento de este libro. La protagonista no tiene a donde ir, y un taxista le permite dormir dentro del coche (“sin pedirme nada a cambio”) mientras no venga ningún cliente. La chica dormita unas pocas horas y despierta al amanecer:
“–Gracias –dije al taxista y le tendí la mano sudada por el calor.
–Buenos días –dijo sin cogerla.
Me fui. Él estaba completamente encerrado en sí mismo y el agradecimiento ya no le hacía mella. Entonces supe que es una cuestión de suerte coincidir con una persona en los tres minutos diarios en que es buena.”
¿Fue buena persona Irmgard Keun, más allá de esos tres minutos diarios? A juzgar por su novela, fue una mujer que ya a los 22 años conocía asombrosamente bien el corazón humano. Fue una gran escritora, fue famosa, fue olvidada, vivió, gozó, sufrió y murió. ¿Cómo puede alguien ser tan ignorante o tan pretencioso como para aspirar a la posteridad? Todo pasa, todo se olvida y se acaba, tanto lo bueno como lo malo. Lo cual, en alguna medida, es un alivio.
Formidable "prehistoriadora". Con lujo de detalles te cuenta cómo vivían los hombres de Neanderthal y los Cromagnon en la época durante la cual convivieron en teórica armonía, mientras introduce una historia de fondo, conmovedora y bienintencionada. Obviamente, hablo de El clan del oso cavernario. Introduce también elementos eróticos, como V. C. Andrews, pero casi de pasada, al estilo violaciones y tal. No pasa así en el resto de libros de la saga, donde el contenido erótico es descaradamente abundante y se deja en segundo plano lo que interesa realmente: la prehistoria.
Catherine Millet:
La vida sexual de Catherine M., por supuesto. Analiza y destripa su vida sexual con precisión de cirujano: da la impresión de ser una mujer fría y calculadora (le gustan las matemáticas, de hecho). Es un libro repleto de referencias y con una forma muy desarrollada. Lamentablemente, el tema no es muy interesante (attentionwhorismo puro y duro), pero se deja leer.
¿Conclusiones? A mi parecer, las escritoras se caracterizan por escribir de forma sobria, sin demasiado arte, salvo en el caso de Almudena Grandes, que ya hemos visto que es tremendamente caótica, supongo que fiel reflejo de su personalidad. Suelen tirar de temas intimistas, normalmente femeninos, que en algunos casos decoran con información a tutiplén sobre un tema en específico (el caso de Jean M. Auel) o establecen escenarios espacio-temporales fijos, normalmente reales, sin dar lugar a concepciones/reflexiones abstractas.
Hay excepciones, como Catherine Millet y Simona Vinci. Y seguro que alguno podrá dar más.
Pero no tengo muy claro si las escritoras en general escriben de la manera que he descrito porque son mujeres, o si es por la misma razón por la que existen Ken Follets, Ruiz Zafones y Dan Brownes.
Y hasta aquí, que tengo sueño y no se me ocurre nada más que decir.