Yo tengo un libro del anticristo que robé de la biblioteca del insti. Me atrajo con todo su poder maligno y me impulsó a cometer el acto. La biblioteca era una sala donde había en el centro mesas de estudio y para que los que se saltasen las clases estuviesen allí como esperando para entrar en alguna clase suelta y era la excusa perfecta para que ligasen los de las Riejus. Y alrededor, por todas las paredes, había estanterías de esas con puertas de cristal y cerraduras de taquilla mierderas. Como podéis imaginar yo era un muchacho tímido que pululaba por allí, y por todo el instituto, como la semilla de un diente de león en una brisa suave de primavera. Siempre temeroso de los grupitos de chavalas por si me intentaba dar conversación o algo, no sé, a mí desde luego me daban miedo así que yo usaba la biblioteca para mirar aquella cantidad de libros que yo nunca pude tener en casa debido a que no había pa comer iba haber pa libros, abe. Y miraba y remiraba aquellos objetos con mis granitos pajilleros en la cara y mi pelo churretoso. Lo vi, allí estaba, tenía en la portada un demonio que miraba desafiante, y en le lomo ponía El Anticristo. Me sedujo de tal manera que el deseo de leerlo y abrazar la religión del mal pudo conmigo y perpetré el rodo con premeditación y alevosía. Gozando como pocas veces he gozado en mi vida cuando conseguí sustraerlo sin dañar la cerradura y dejando la escena del crimen impoluta. Yo siempre he sido un pillo y un tunante, y esas cualidades me ayudaron a cometer el robo perfecto.
El subidón de adrenalina al salir de allí con el libro en la mochila fue brutal, algo orgásmico a un nivel cósmico y maléfico, diría yo. Luego el libro en sí no me gustó mucho, la mitad estaba en una lengua rara para dárselas de eruditos, con tipografía tipo gótica o algo así. Na, no me gustó, pero la maldad estaba allí, sí señor, me apartó de la senda del señor para llevarme a su terreno. Al terreno del mal y las profundidades del oscuro pecado.
El demonio se viste de las cosas más insólitas para poder tentarte. No necesita hablarte, no se impacienta, espera su momento, sabedor de su poder. Y cuando lo tienes delante, simplemente claudicas y pones la dorilla en el suelo postrándote a su absoluto y poderoso resplandor negro. Josexx, abandona el tema y cierren este hilo, de verdad, no tentemos a la suerte que son cosas muy peligrosas.