este articulo que pego a continuacion lo he sacado de la red.describe verdades como templos.yo conozco varios casos como los que se describen aqui.
Que el gobierno de España carece de cualquier norte que no sea el de las obsesiones meapilistas (de su militancia en sectas perniciosas, subsectas de la mayor secta homicida de la historia, la Cristiana, como el Opus Dei o la más exótica –mejicana- de los Legionarios de Cristo, hay varios ministros) de algunos o casi todos de los miembros es bien sabido. Que la segunda prioridad es la de ser veleta de la opinión pública (que, en España, la pobre, es más bien la opinión publicada), no lo es menos.
Así que en los asuntos que no afectan directamente a los intereses del capitalismo especulativo o al de la propagación del judeocristianismo, dan manga ancha, conscientes de la ventaja de abrir válvulas de escape y de echar balones fuera por doquier. Así las cosas, temas como el de los homosexuales en el Ejército o en la Guardia Civil, o la emigración, temas donde pueden abrir la mano sin que peligren sus intereses de casta, lo hacen todo lo que pueden.
En el tema de los invertidos en cuerpos militares, en el que entraremos algún día, sencillamente han desbordado por la izquierda al PSOE (y no es, ni mucho menos, el único tema en el que lo han hecho).
Carnaza para los media y asunto absolutamente inofensivo para los intereses multinacionales que representan es el de la cacareada Violencia Doméstica.
Hay que decir –y no debiera ser necesario- que la violencia del hombre contra la mujer, visto desde cualquier punto de vista cultural, es una aberración. Va en contra todas las reglas de la caballerosidad indoeuropea, contra cualquier código del honor sea el que sea. Incluso cualquier hombre bien nacido dirá intuitiva e innatamente que eso no es cosa de hombres. El machismo caballeresco es el de "manos blancas no ofenden" y demás muestras de hipercortesía, detrás de lo cual suele haber una adoración implícita por lo femenino. Adoración, arrobo y respeto que las feministas llevan décadas afeando, ridiculizando o leyendo tortuosamente en clave de subyacente intento de dominación, etc.
La violencia está penada en el código penal, es un delito y las circunstancias en las que se produce están también sancionadas por el código. Si el Estado, como tanto pregona, tiene el MONOPOLIO DE LA VIOLENCIA (y lo tiene, no lo olvidemos), su uso está vetado al resto de los mortales, salvo en circunstancias muy concretas (defensa propia, estado de necesidad). Se habla, por ejemplo, de proporcionalidad. Es decir, si te abofetean no puedes responder con una Smith&Wesson y cosas así.
Desconozco la legislación, pero en otros tiempos sé que había manga ancha con asuntos como el adulterio, cuando quedaba poco menos que impune el asesinato de los adúlteros si eran pillados in-fraganti por el ofendido.
A la llegada de la democracia esta legislación machista (que impedía, por ejemplo, a la mujer emplearse o abrir una cuenta corriente sin el permiso del padre, marido o hermano), se abolió y se instauró la igualdad de sexos.
La igualdad es un arma de dos filos. Supone una equiparación de derechos y deberes y el balance puede ser ambiguo. Se ha puesto como ejemplo la suerte de los esclavos del Sur, al terminar la Guerra Civil americana. Esclavos que, salvo excepciones, pasaron de la esclavitud (paternalista pero protectora) a la pura miseria del proletariado. Por eso la Corrección Política se inventó la Discriminación Positiva que es una aberración monstruosa.
En el día de hoy la mujer no está discriminada (a no ser positivamente) por la ley. Otra cosa es que la realidad social le sea más o menos adversa, que esa es otra cuestión y además no lo creo. Dos estadísticas muy sencillas lo demuestran. Al día de hoy hay más estudiantas universitarias que varones. Al día de hoy hay bastantes más funcionarias que funcionarios. Así que, si hubiera que establecer alguna Discriminación Positiva, habría de ser a favor del hombre…
Pero volvamos con la Violencia Doméstica. No siempre es de hombre contra mujer, de hecho las estadísticas van tendiendo a la igualdad. Algo así como el 15% de los hechos denunciados son de mujeres contra hombres. Y aquí habría que decir, si fuéramos tan oportunistas como ellas, que si se airea tanto las dificultades de la mujer para denunciar al hombre imagínese el caso opuesto. Quien se ha visto, y sé de lo que hablo, en la tesitura de acudir a una comisaría a denunciar a su compañera sentimental por la violencia ejercida contra él y sus hijos, sabrá la sensación de irrealidad y ridículo, cuando no completa ironía con la que es tomada la declaración por los maderos.
Según los baremos femeniles, estamos autorizados a pensar que el iceberg de la violencia femenina contra el hombre es mucho más grande que la superficie que aflora, pese a la "presión social".
¿Qué es lo que se pretende con esta campaña mediática? Pues está meridianamente claro que la criminalización del hombre. Si, mientras exista la monogamia, van a existir parejas heterosexuales (ya sé que es algo a extinguir, pero convengamos que la agonía será todavía larga), en esa misma medida habrá una cantidad proporcional de conflictos entre sus miembros.
Los conflictos comienzan a nivel verbal y en ese nivel debieran mantenerse. Si el hombre, abrumado por los hechos o directamente un malnacido (y, convengámoslo, algo afeminado, pegar a la mujer no es de hombres), traspasa la barrera de la urbanidad y usa la violencia contra su compañera, reo sea de su conducta, pero de modo idéntico a si usara su fuerza con cualquier otra persona (todos somos iguales ante la ley). Deberá tenerse en cuenta, claro está, la proporcionalidad, la envergadura, el peso, etc. pero nada más. Y estos baremos serán en algunas ocasiones favorables al hombre, pero no siempre, ni mucho menos. Son numerosas las mujeres que superan, dinamómetro al canto, a su costilla a la hora de repartir mamporros.
Y no voy a entrar en el hecho patente de que las armas de la mujer han sido siempre las verbales, en lo que se pinta sola a la hora de abrumar, humillar y acomplejar a su compañero (arropada, casi siempre, por el qué dirán, la costumbre y el más rastrero y reaccionario de los modos de expresión expendidos al por mayor por la prensa del corazón). Esto es así, pero mira, a joderse. Me explico, si el hombre ha descuidado su formación dialéctica, no sabe responder o zaherir con la misma inmisericorde habilidad a su contraria, que se joda. Eso no le faculta para recurrir al mamporro y si lo hace, que se enfrente con la ley. Siempre quedará el ahítepudras, la separación y el divorcio.
Claro que allí, en el juzgado, le estará esperando otra Discriminación Positiva. No sé la ley, que la ignoro, pero la ejecución cotidiana urbi et orbi de las leyes sobre separaciones, divorcios y convenios es una burla permanente a la equidad. El hombre será privado de sus hijos, perderá sus propiedades, condenado a hiperbólicas pensiones compensatorias, será encarcelado ignominiosamente si no las cumple y un largo y ominoso etcétera que, de hecho, le impedirá funcionalmente rehacer su vida, aunque haya sido objeto de burlas, infidelidades, etc. El prejuicio social y mediático es formidable.
Pero imagínense un caso opuesto (y los hay). El de un hombre que se separa de su cóima, harto de infidelidades, conserva a sus hijos consigo y es la mujer la que debe pagar las pensiones de alimentos. Arropadas por una mafia no publicitada de juezas feministas de turno la mujer hará uso de todo su peso social, machacando literalmente al machito, dejará de pagar cuando le venga en gana, se negará a compartir cualquier gasto extra, etc. Y si, sumida en sus devaneos promíscuos, decide abstraerse completamente de su prole, nadie se atreverá a meterla en vereda, aunque se haya quedado con la casa, el coche, el chalet y la cuenta corriente. Y créanme que sé de lo que hablo.
Así que el machito, si además no pertenece a ninguna minoría étnica ni padece alguna tara o infección contagiosa, es un puto maldito. Un intocable, el último eslabón de la escala social. Si se pasa un pelo le cae encima la ley y la ominosa presión social. Si se atreve a alzar la voz, se le etiqueta primero de machista y luego de facha. Si insiste en sus derechos se le chorrea en la sentencia y se le condena en costas. Si al pendón que tiene de mujer se le escapa alguna hostia, a joderse. Primero porque nadie le va a creer, a menos que vaya con el ojo en la mano (y aún así… se le acusaría de autolesionarse) y segundo porque si se le ocurre defenderse, que se prepare…
¿Hasta cuándo vamos a soportar esta situación?
Antonio Ruiz Vega