Bocatas de calamares creo que no he comido nunca. Y eso que he estado en Madrid muchas veces, pero como no soy de picar entre horas y para mí comerme un bocadillo en un bar es picar, pues no los he comido.
Sí, la verdad, ese tipo de bocadillos prigaban el papel aunque pusieran un diario entero.
Lo de su amigo carnicero, tomo nota. Ahora no, porque justo dentro de un mes me voy a vivir fuera tres meses y no es plan de probar quince días, sino por un tiempo más o menos razonable.
Me serviría de distracción. Mi jubilación obedece a un problema de salud de origen tensional y distraerme haciendo filetes creo que me relajaría bastante:1.
Edito aquí en medio porque una vez vi en YouTube un vídeo de unos cursos que hacían en Nueva York para enseñar a cortar la carne. Era para pijos neoyorquinos en busca de sensaciones fuertes. Me acuerdo de una alumna, ya madurita, que decía que le fascinaba y se apuntaba a todos los que hacían. Y que en su juventud fue activista vegetariana en la universidad, pero que ahora era carnívora hasta el punto de sentir placer metiendo el cuchillo.
Lástima que no lo guardé y ahora no sé buscarlo.
Cuchillos de cocina no tengo nada especial. Tengo algunos puñales chulos y bastantes navajas de calidad, pero de cocina, no.
El otro día vi en la cuchillería que frecuento, en Badalona, unos japoneses que la verdad eran una tentación. No ponía el precio, por lo que, como se dice en mi pueblo, serían caros.
Una tarde que vaya por allí pregunto.
Tengo una navaja cabritera con cachas de cuerno de toro de lidia que la uso cuando me como algún filete de substancia.
Me la voy a llevar al viaje para cuando vaya a comer asado sacarla, abrirla delante de todo el mundo y hacerla servir para dar cuenta de mi pitanza.
Cuando acabe, limpio la hoja en el pantalón, la cierro y al bolsillo.
Joder, pero qué fantasma soy