Dicen las feministas que la culpa de que les gusten los malotes es del patriarcado que es a lo que les incitan.
Me regreso a mi niñez cuando las niñas eran niñas desprovistas de educación.
Probablemente las dos series más exitosas que viví como boom fueron Oliver y Benji y Sensación de vivir.
En la primera el protagonista era Oliver, el buenazo, y el coprotagonista Mark Lenders, el malote.
Ya sabéis cual de los dos ganaba entre el público femenino. Ya sabéis cuál excitaba más.
No era el señalado como protagonista, Oliver.
Él era un pedazo de pan. Su entorno además era positivo, su familia eran luz, gente limpia.
En cambio Mark era oscuro no solo de piel. Era guarro deportivamente, chulesco, ningún familiar aparecía más que su entrenador, un tétrico vagabundo alcohólico que no era trigo limpio y que lo entrenaba en una negra playa al caer la noche cuyas olas rompían violentamente sobre las rocas.
Si nos vamos a Sensación de vivir nos encontramos los mismos parámetros.
Brandon es el protagonista y Dylan su segundo.
El primero es un chico modélico arropado por una familia perfecta y unos padres inmaculados. El sol y la luz conquista esa casa.
Dylan en cambio era el polo opuesto. Malote y rebelde, su familia no existe y su pasado también es negro. Hay drogas y desestructura dentro de él.
Pero sí, lo habéis adivinado. Era este el que mojaba las bragas de las adolescentes y quien ganaba al anterior en cantidad de fotos que forraban las carpetas de las chiquillas.
El indicado era el primero. En la intro era Brandon el primero en aparecer. De modo claro. Tú puedes buscar en google que encontrarás "serie protagonizada por Jason Pristley y Luke Perry", no al revés.
El ejemplo siempre era el bueno, pero la cabra no tiraba para ese mar, tiraba siempre pal monte.