D
Dios Vengativo
Guest
Abro este hilo e invito a que participen en él a tantos foreros que abundan en esta casa que son leídos y conocen la historia.
Recuerdo que cuando era niño Prusia siempre me sonó a clonc de Rusia, algo así como Bielorrusia. Una cosa parecida a como ocurre con Afganistán, Pakistán, Kazajistán y toda la ristra.
Yo, germanófilo, no-nanzi pero escéptico de naturaleza, no puedo evitar sentir simpatía por un país, Alemania, que fue saqueado y desvencijado por las hienas vencedoras sin ningún tipo de contención. Ni mi americano-filia ni mi realismo constitutivo que me lleva a reconocer que perder una guerra no es perder al parchís, me salvan del asco de ver cómo esa nación de mierda y mujeres bonitas, Polonia, presume hoy en los mapas de tener tanto o más territorio que una de las naciones más brillantes, ingeniosas y poderosas que han existido en la historia: Deutschland.
Todo un país, todo un reino desapareció. Se desvaneció. Ciudades enteras, como Königsberg, se convirtieron en un recuerdo. Sus industriosos y civilizados ciudadanos fueron obligados a marchar, eso si no fueron asesinados, las mujeres violadas... Hoy la frontera de Alemania termina a 65 km de Berlín: antes atravesaba Polonia y se adentraba en los actuales países del Báltico. Sólo la humillación sádica de la conciencia alemana ha podido subyugar y hacer desaparecer el orgullo de un pueblo.
Tal y como yo lo siento, y admito que es un sentimiento, nada más, es injusto que hoy Polonia esté viviendo sobre las cenizas de Prusia. No en virtud de valores universales de paz o de derechos históricos sobre el suelo. Simplemente porque no lo merecen. Que desmantelen Somalia o Nigeria me resbala: la mierda, nadie la echa de menos. Pero ninguna venganza es suficiente para satisfacer los crímenes perpetrados contra Alemania. Que unos mierdas como los polacos, los lituanos o los rusos retocen libremente en los campos de Alemania es un pecado capital.
Recuerdo que cuando era niño Prusia siempre me sonó a clonc de Rusia, algo así como Bielorrusia. Una cosa parecida a como ocurre con Afganistán, Pakistán, Kazajistán y toda la ristra.

Yo, germanófilo, no-nanzi pero escéptico de naturaleza, no puedo evitar sentir simpatía por un país, Alemania, que fue saqueado y desvencijado por las hienas vencedoras sin ningún tipo de contención. Ni mi americano-filia ni mi realismo constitutivo que me lleva a reconocer que perder una guerra no es perder al parchís, me salvan del asco de ver cómo esa nación de mierda y mujeres bonitas, Polonia, presume hoy en los mapas de tener tanto o más territorio que una de las naciones más brillantes, ingeniosas y poderosas que han existido en la historia: Deutschland.
Todo un país, todo un reino desapareció. Se desvaneció. Ciudades enteras, como Königsberg, se convirtieron en un recuerdo. Sus industriosos y civilizados ciudadanos fueron obligados a marchar, eso si no fueron asesinados, las mujeres violadas... Hoy la frontera de Alemania termina a 65 km de Berlín: antes atravesaba Polonia y se adentraba en los actuales países del Báltico. Sólo la humillación sádica de la conciencia alemana ha podido subyugar y hacer desaparecer el orgullo de un pueblo.

Tal y como yo lo siento, y admito que es un sentimiento, nada más, es injusto que hoy Polonia esté viviendo sobre las cenizas de Prusia. No en virtud de valores universales de paz o de derechos históricos sobre el suelo. Simplemente porque no lo merecen. Que desmantelen Somalia o Nigeria me resbala: la mierda, nadie la echa de menos. Pero ninguna venganza es suficiente para satisfacer los crímenes perpetrados contra Alemania. Que unos mierdas como los polacos, los lituanos o los rusos retocen libremente en los campos de Alemania es un pecado capital.