Del retrato de Ana se diría que su problema, básicamente, consiste en tener expectativas irreales de los demás. Y que en el núcleo de su insatisfacción está la insatisfacción romántica. Ana tiene un novio que no parece mal chico, pero que, claro, se queda aterrado con los mensajes que le deja su chica en el contestador. "Te quiero-eres un hijo de puta-perdóname, te quiero-eres un hijo de puta", en resumen y en bucle. "El núcleo del dolor es la posibilidad del rechazo y del abandono, el ser incapaz de aceptarlos", explica Martínez. "Éste es un trastorno de interacción. Interacción con los demás, por vinculación, e interacción con uno mismo. Fíjese que Ana, en el trabajo, puede ser encantadora, pero siempre en relaciones que tienen un marco preciso. Otra cosa es el novio, los padres o la amiga, aquellos de los que espera algo. Que espera demasiado", explica Martínez. "La dinámica es: 'Te idealizo, me decepcionas, te odio'. Hay una especie de falta de empatía, de incapacidad para compartir sentimientos, porque hay un problema de tiempos, una especie de desgajamiento entre el intelecto, la capacidad para el afecto y los instintos sexuales. El paciente no consigue ponerlos al unísono y por eso decimos que son vidas fragmentadas", añade Hernández Monsalve.