Escribá de Balaguer
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De pequeño me reía cuando veía dibujos animados y un elefante se asustaba al ver un ratón y retrocedía espantado.

También cuando era un niño, me aficioné a los libros sobre ciencias ocultas y aprendí muy joven las diferentes formas que podía tomar un espíritu al manifestarse, y cuáles eran los lugares donde las apariciones eran más comunes.
Al mismo tiempo, los mayores me contaban historias inquietantes. Una vez, mis dos tías solteras me juraron y perjuraron que habían tenido un sueño paralelo: mientras una veía cómo un hombre intentaba acuchillar a la otra, la otra soñaba con que un hombre iba a asestar una puñalada a su hermana. Las dos se despertaron a la par y las dos vieron al onírico homicida sentado a los pies de la cama de una de ellas. Yo me lo creí.

En unas vacaciones en un pueblo de la Tierra de Campos vallisoletana, un demoniaco preadolescente nos dijo que había un espíritu en su casa que tiraba todas las noches una jarra de agua y que tenía un método infalible para saber que era una entidad no humana: dejaba por la noche una vela encendida en la cocina sobre la que situaba un vaso. Si por la mañana la vela seguía encendida, eso es que había un espíritu en su casa. Un día, al ir a llevar el pan a su madre por encargo de mi tía, entré y la casa estaba vacía. No había nadie. Sólo una vela encendida y un vaso al lado de ella. Salí corriendo.

Unos años después, en una noche de viento, estaba desvelado intentando coger la estela del sueño en mi habitación. Al darme la vuelta en la cama, noté cómo una mano tocaba ligeramente mi espalda, me di la vuelta y, evidentemente, no había nada. Sin embargo, unos chasquidos en el suelo imitaron unas pisadas cuya trayectoria fue desde la puerta hasta la ventana. Pasé noches sin dormir.

Aturdido por el miedo, pasaba noches en vela aprendiéndome de memoria cómo era el adorno de escayola del techo de mi habitación, y contando el número de pegotes de gotelé que había en el pasillo, iluminado por una luz amarilla que yo mismo pedía para no colapsarme por el terror.
Una noche de domingo, estábamos mi madre, mi hermana y yo viendo una película cuando escuchamos un vaso romperse. Intrigados, inspeccionamos toda la casa buscando qué se había roto y cómo había sucedido. Al abrir el armario de los vasos en la cocina vimos uno partido. En ese mismo momento, el calentador de la caldera saltó y fuimos al baño y la ducha se había puesto en marcha, emandando ligeras gotas de agua. Ni que decir tiene que lloré de miedo.

Durante un campamento de verano, unos monitores con ganas de traumatizar a los prepúberes asistentes, nos llevaron a una casa abandonada, que se encontraba en el pueblo de Hoyos del Espino, enclavado en la Sierra de Gredos, en Ávila.
Allí, hicieron una fogata que, decían, se movía al ritmo de los espíritus. Uno de ellos, intentando rizar el rizo, intentó entrar en la casa, con la mala suerte de cortarse con el óxido del picaporte de la puerta y hacerse una herida bastante escandalosa. Del susto que le entró al ver emanar la sangre, se desmayó. La explicación que nos dieron es que estaba poseído por el espíritu de Jesucristo y que le había salido un estigma. A la vuelta del campamento, cuando conté en mi casa la experiencia, mi padre fue y le agarró de la camiseta de perroflauta al monitor del campamento, zarandeándole ante los lloriqueos del entonces manco. Yo pasé noches sin dormir.

Una mañana de domingo, delirando de miedo y en estado de parálisis del sueño, comencé a escuchar risas enlatadas y a ver sombras negras en el pasillo. Intentaba llorar pero, en ese estado, lo único que puedes hacer es hacer el esfuerzo de respirar y mover las piernas, espasmódicas.
Ahí terminaron los episodios "paranormales" de mi infancia.

Hace siete meses murió mi abuelo. La misma tía a la que escuchaba sentado frente a la lumbre cuando era un crío, mientras me contaba historias de sanatorios y casas abandonadas, aseguró que el difunto se había puesto en contacto con ella desde el más allá, y que le había mandado un mensaje de tranquilidad. Desde la madurez que te da la experiencia, que te hace ver que todas estas cosas son una milonga y malas pasadas de una mente demasiado inquieta en momentos de tranquilidad, esbocé una ligera sonrisa de incredulidad absoluta.
Sin embargo, llevo siete meses durmiendo con la luz encendida, con serios episodios de insomnio que me hacen perder la concepción espacio-temporal en el desarrollo de mi trabajo.
Bien es cierto que he desechado todo lo paranormal y que, en este momento, todas esas historias me suenan a jauja. Sin embargo, creo que mi desmedido afán por esas historias en mi infancia y los episodios de pánico no comprendidos que atravesé me han traumatizado. Acaricio la locura cada noche. Mi enemiga es la oscuridad y cada terrorífico contacto con ella provoca que me despierte y, en medio de un incontenible ardor de creatividad, escriba sin parar, cree sin parar, plasme sobre el papel mis extraños delirios de loco aterrado.
No tomo ningún medicamento, pero bebo más. Cada día salgo a tomar las tres o cuatro cañas de rigor con cualquiera que me lo ofrezca, llego a casa medio torcido, apago la luz cinco minutos, la enciendo cuando no puedo estar más a oscuras y me pongo a apretar con fuerza el bolígrafo contra el papel. Cuando veo que mi mente ha conseguido plasmar en el papel algo genial, suelto una carcajada, me pongo en la cama boca arriba y, mirando el techo, encuentro la felicidad más absoluta.

El motivo de este hilo es preguntaros, panda de parafílicos, si os habéis familiarizado como yo con los ruidos nocturnos, los cuales, para mí, ya son como insustituibles compañeros de viaje. Hasta los he clasificado:
Radiador: Se escuchan precedidos de un chasquido de ventana por alguna conjunción astral que no llego a entender, pero emiten un golpe seco, como de campana vieja, que te inquieta, pero no mucho, pues rápido puedes identificar la fuente sonora.
Tubo de calefacción: En ocasiones, el agua se comporta de forma extraña por razones que desconozco. Entonces, se escucha caer una gota y otra, y otra, y otra; cada vez con una frecuencia más lenta que culmina con la extinción de esa sinfonía acuática. Reconozco que este sonido me ha ayudado a dormirme en alguna ocasión.
Madera: Una de las principales protagonistas de la acústica nocturna. Su manifestación se produce de forma inesperada y rápida, se multiplica en frecuencia cuando llueve y, en ocasiones, provoca un efecto en cadena apasionante.
Aluminio: Es como el tapado de la casa. Sólo está en las ventanas y no tiene mucho protagonsimo. Sin embargo, por la noche reclama su sitio y se erige como el perfecto vigía que te avisa cuándo llueve o cuándo hace viento. Ahí es nada.
Irrupciones externas: Me refiero al ruido del ascensor al cerrarse, a los vecinos que suben por la escalera, las voces desde sus casas, los llantos de las mujeres y los niños, el camión del supermercado descargando a primera hora de la mañana, las motos con el tubo de escape tuneado al pasar por tu calle, los coches al arrancar, unas llaves al caerse en la calle, el vecino estornundando, etc. En ocasiones, he pensado que todos estos sonidos eran enemigos que venían a por mí.
Manifestaciones de las otras personas de la casa: Desde el inquietante susurro que produce el que se den la vuelta en la cama y escuches el movimiento de las sábanas, hasta los gritos en sueños, el amplio mundo de las manifestaciones nocturnas de los humanos es una cosa que me apasiona y sobre la que he escrito ríos de tinta. Ojalá viviera con un sonámbulo. Le encerraría en una mazmorra y analizaría cada uno de sus movimientos nocturnos. Le alimentaría con raspas de sardinas todo el día para que se viera obligado a levantarse a comer por la noche. Entonces, le ofrecería los más diversos manjares, por aquello de que si comes mucho tienes pesadillas.
Cristales: Los de las ventanas emiten un golpe seco y fuerte, como si se quisieran ajustar al marco de la ventana. No hay más problema. Lo terrorífico viene cuando el cristal se encuentra encima de una mesa y, sobre él, algún objeto. Cuando el cristal hace el chasquido, el objeto, por ejemplo, un cenicero, vibra y emite otro sonido. No pocas veces me he levantado para ver quién estaba fumando en el comedor y me he encontrado que no había nadie. El corazón late con fuerza de taquicardia, casi.
Ahora, tú, forero medio de PL, quiero que expongas aquí las historias que te aterrorizaron o los sucesos de tu vida que, aunque no te los creas, cambiaron un poco tu percepción de las cosas.
A) No me hablo un blog porque soy pobre y no me apetece.
B) No soy un maricón por estar enfermo mental. Respétame y yo lo haré contigo. Insúltame y te estarás metiendo con un desviado homicida en potencia. Quizá vaya a por ti y haga de tu vida un infierno.
C) Si no te apetece leer el ladrillo me la suda, estoy acostumbrado a que los temas que abro fracasen y me da igual que así sea. Sólo que ojalá te mueras pronto y los tuyos y tú sufráis lo más posible.
D) Si eres clon de Makukular, mándame un privado o agrégame al messenger, pero no me toques los cojones y me obligues a broncochatear. Prefiero casi pasarte una foto y que me ownees que tener que aguantarte cansino style.
E) Si algún director de cine español me quiere para sacar adelante la industria en España diré que no. Que se mueran de hambre en un poblao chabolista todos esos titiriteros incultos que se atreven hasta a reinterpretar la historia en sus inaguantables películas.
B) No soy un maricón por estar enfermo mental. Respétame y yo lo haré contigo. Insúltame y te estarás metiendo con un desviado homicida en potencia. Quizá vaya a por ti y haga de tu vida un infierno.
C) Si no te apetece leer el ladrillo me la suda, estoy acostumbrado a que los temas que abro fracasen y me da igual que así sea. Sólo que ojalá te mueras pronto y los tuyos y tú sufráis lo más posible.
D) Si eres clon de Makukular, mándame un privado o agrégame al messenger, pero no me toques los cojones y me obligues a broncochatear. Prefiero casi pasarte una foto y que me ownees que tener que aguantarte cansino style.
E) Si algún director de cine español me quiere para sacar adelante la industria en España diré que no. Que se mueran de hambre en un poblao chabolista todos esos titiriteros incultos que se atreven hasta a reinterpretar la historia en sus inaguantables películas.
Gracias.
Sabéis que os hamo.