Viaje hecho. Me llevo un muy buen sabor de boca y una novia.
Éramos 3, me parece un número ideal para viajar; hay agilidad en los movimientos y no hay que lidiar con los conflictos de apetencias que surgirían en grupos más numerosos.
Nos tomó más de una semana porque estuvimos 2 días antes conociendo sitios de Galicia. Sábado de fiesta por Vigo, tarde en una playa vacía a la que sólo se podía llegar andando y mariscada de no poder moverte en dos horas.
El primer pueblo portugués que visitamos fue Valença. Con un importante casco antiguo, zona de restaurantes y muchas tiendas de arte y antiguedades. Comimos por 9 unos euros un bacalao al horno insuperable, vino y postre incluídos.
La pernocta iba a ser en Oporto, pero evitamos autopista, nos tomamos el viaje con calma y paramos en infinidad de pueblos de los que ya no me acuerdo el nombre. Gente amable los portugueses del norte.
Oporto es probablemente la ciudad que más me gustó. Te puedes perder por la ciudad y seguirás descubriendo cosas de una belleza enorme. Tiene un aire decadente, que aunque ya había visto en ciudades como Budapest o Berlin, aquí brillaba más que nunca. Infinidad de edificios victorianos a medio derruir, con yedra creciendo por sus paredes, abandonados pero aún conservando el brillo de los azulejos de las fachadas. El primer día, que estábamos algo cansados, después de andar un rato, nos paramos a la orilla del Duero a beber un Oporto; es una putísima mierda, se acerca más al coñac que al vino, con un sabor dulzón empalagoso que no engaña a un castellano como yo. Suerte que antes de entrar a Portugal pudimos comprar un par de botellas de vino de Toro que nos hicieron su buen servicio durante el viaje.
El segundo día hubo más caminata, cruzamos el río por uno de sus espectaculares puentes y comimos en Gaia, que no fue gran cosa. A destacar las sopas, que en cualquier restaurante te dan por un euro y medio aproximadamente y entran de puta madre. Mal porque antes de servirte te suelen dar una bandeja con panes, quesos aceitunas y demás aperitivos, que los incautos suelen comer pensando que es un regalo y suele ser lo más caro de la carta. Nosotros picamos esa vez, no más.
Dimos un bonito paseo en un pequeño barco que recorría todo Oporto a través del Duero hasta su desembocadura y al bajar fuimos a una cata y paseo por una de las bodegas más importantes de la ciudad. El vino seguía siendo la misma bazofia de día anterior.
Seguiré con esto, al día siguiente estuvimos en Lagos y Portimao; el sur.