Viajes Ruta en coche por Portugal

Y no te muerdas las uñas, que luego se te quedarán los dedos porros
 
Ah, Portugal. Fui esperando menos que nada y acabé rendido a sus pieses. Espero volver algún día, pronto. Dí mas vueltas que un retard para ir y muchas más para volver, gastándome un pequeño pellizco en el billete de avión, y el otro día me doy cuenta de que hay trenes entre Madrid y Lisboa por 36 euros si no recuerdo mal. Y te dejan en Oriente o Santa Apolonia (a 10 minutos de paseo del casco antiguo, esto es, mi destino en aquel viaje y el núcleo urbano con mas hostales del mundo).

Por cierto, anécdota. Desde mi salida del hostal en el casco antiguo de Lisboa a eso de las nueve de la mñana hasta que llegué a mi casa arrastrándome pasaron entre 28 y 30 horas del demonio, sin descansar y sin comer. Una historia que podría meter en el hilo aquel de Mundele de los viajes desastrosos.
 
Dr. LeChuck rebuznó:
Ah, Portugal. Fui esperando menos que nada y acabé rendido a sus pieses. Espero volver algún día, pronto. Dí mas vueltas que un retard para ir y muchas más para volver, gastándome un pequeño pellizco en el billete de avión, y el otro día me doy cuenta de que hay trenes entre Madrid y Lisboa por 36 euros si no recuerdo mal. Y te dejan en Oriente o Santa Apolonia (a 10 minutos de paseo del casco antiguo, esto es, mi destino en aquel viaje y el núcleo urbano con mas hostales del mundo).

Por cierto, anécdota. Desde mi salida del hostal en el casco antiguo de Lisboa a eso de las nueve de la mñana hasta que llegué a mi casa arrastrándome pasaron entre 28 y 30 horas del demonio, sin descansar y sin comer. Una historia que podría meter en el hilo aquel de Mundele de los viajes desastrosos.

Ya estás tardando, ioputa.
 
Voy.

Pues esto va de que mirando billetes de avión vi que me salían más baratos los billetes para Oporto que para Lisboa, así que compré un billete ida/vuelta por Oporto. En contra del sentido común que dice que entrar por Oporto y salir por Lisboa te ahorra tiempo y un viaje en tren. No preguntéis, en su momento yo a eso le vi la lógica.

Así que llega el día de la despedida. Había conocido a gente cojonuda en Lisboa y me daba pena marchar, pero un hombre recto debe caminar con la cabeza erguida. Me levanto a eso de las siete de la mañana, recojo, ducha, me despido y me voy andando, del casco antiguo a Santa Apolonia, 10 minutos. El avión es a las 6 de la tarde, sin agobios.

Tened en cuenta ahora que de haber sabido lo de los trenes directos a Madrid me habría ahorrado todo lo que viene.

Llego a la estación. Un billete para Oporto. Son 27 euros. Téngalos. Que horarios tenemos. Sale uno ahora mismo y el siguiente a las once. Que quiere decir con ahora mismo. Que se va YA.
Miro a los trenes, los tengo a 100 metros, pero no sé cuál debo coger, si realmente se va YA no tengo los 2 minutos que necesito para comprobar mi tren y perdería mi dinero de forma estúpida. De Oporto a Lisboa no se me escapó el tren por algo similar por el canto de un duro.

Oiga deme para las once que no tengo prisa, no me la juego.

Aquí tiene.

Me acomodo en la zona de espera, abro un libro. El plan era darme una vuelta por la zona para exprimir un poco más la estancia pero cargando con el mochilón no hay cojones. Pues nada, casi tres horas en unos bancos desangelados, con unos rumanos pegando voces en la cafetería y varios vagabundos dormitando a mi alrededor. Uno se tira un pedaco. Una señora lo mira con asco pero el tipo ni siquiera levanta la mirada. Afuera hace un día esplendido, realmente invita a pasear. Te jodes.

Train time, cuatro horas de viaje sin complicaciones. Llego a Oporto. Cojo el metro (es más tren que metro, pero bueno) hasta Trindade, que es la única estación intermedia que conozco, hay que hacer tiempo. Error, tengo que cargar con la mochila por sus calles empinadas, nada, no va a haber manera. A medio camino de buscar un sitio tranquilo donde comer me canso y emprendo el viaje de vuelta, ya se nota el cansancio y no llevo ni la mitad del planning que daba por supuesto.
De Trindade al aeropuerto. En un momento dado me empiezo a poner nervioso. Ey, un momento, no reconozco lo que veo por la ventana, y ya tendríamos que estar en el aeropuerto. Debería ver poblaciones y algo de montaña y solo veo llanuras de patatales y choperas. No quiero mostrar mi nerviosismo porque no me gusta que me miren demasiado. Levanto la vista y miro al mapa. Informaciones incongruentes. Si al ir del aeropuerto a Trindade no había que hacer trasbordo como cojones he acabado yéndome por otro lado. No lo entiendo pero tengo que ponerle remedio antes de que me tenga que bajar en Santiago de compostela. Se para el tren y me bajo sin pensar. Miro a mi alrededor, cuatro casas y campo hasta donde da la vista. La única persona es un chaval que se acaba de bajar. Le pregunto. Ah, que vas al aeropuerto. Eso era hace seis paradas. Tienes que volver para atrás y hacer transbordo, luego ya te bajas en el aeropuerto. Vale, obrigado y tal.
Cambio de arcén. Por lo menos tienen una maquina moderna de sacar billetes y cargarlos. Yo tengo el billete pero no tiene viajes. Que dice la pantalla que viene el chucuchú en 15 minutos. Bien.

Al cacharro no le da la gana cargarme la tarjeta, no me acuerdo por qué. Parece que tengo que pillar uno nuevo que me sale más caro, y para un solo viaje que necesito. Bueno. Viene una familia por detrás, el hijo pequeño, la madre y los abuelos. Les cuento el asunto, que además no llevo monedas suficientes, tengo que cambiar. Son buena gente, les explico el embrollo y un poco en español y portugués nos entendemos. Me mandan a un bar. Entro como un torbellino, el reloj no espera. Unos canis y un chaval tras la barra. Oye necesito cambiar. Pues no tengo casi cambio, tienes que comprar algo. Emm, dame cuatro chicles, toma. Ok, ahí te van las vueltas. Vale, toma te regalo los chicles, le digo al chaval. Dinero a cambio de nada. Pero me voy contento con las vueltas.

Vuelvo a la parada. Compro un billete cuando ya se ve venir al tren. Me subo, respiro tranquilo. Llego al transbordo, me despido de esas buenas gentes. Me bajo con otra chica, me veo en un puto cruce de vías. Para pasar al otro lado hay que cruzar la vía a pelo, ya podrían poner un puto paso elevado, que es todo nuevísimo. La chica es francesa, pero vive ahí. Ella tampoco sabe muy bien de qué lado de la vía hay que subirse al metro-tren. Manda huevos, si da igual en qué lado de la vía estés, el mapa es el mismo, a mi estas cosas me ponen muy nervioso. A ver si acabo otra vez en Trindade me cago en dios. Aun así voy sobrado de tiempo. Pues nada, a cara o cruz y me planto en el aeropuerto.

Al pasar por el control me quitan el bote de Axe. La segunda, también me lo habían quitado en Barajas. Retrasadito que es uno.

Dos horitas para el avión. Qué aeropuerto más desanimado, coño, hay cuatro gatos. Hay unas mesas del conglomerado más cutre que encontraron en el Bricodepot con unos ordenadores de 1995 con más mierda que el buzo de un pocero. Voy a meterme al internet, por lol. No hay manera, solo mover el puntero por el escritorio ya te saltan los sidazos a la pantalla. Esa mierda tiene tantos virus que no puedes ni pinchar en Inicio sin que se te llene la pantalla de ventanas chungas. Eso lleva sin antivirus desde que lo compraron a principios de los noventa. Aproximándose la hora de salida me acerco a mi mostrador. A vale, que toda la peña que no veía estaba en el otro extremo del aeropuerto, que yo me había metido en una zona en la que igual no entraban ni las de la limpieza.

Por allí pasé el rato, una niña francesa muy majeta me enseñaba palabras y sorprendentemente su madre no parecía inquieta por que se acercase a mí. Oigo alaridos. Resulta que hay unas españolas de despedida de soltera y andan dando mucha vergüenza ajena. La gente las mira con desprecio.

Hora de montar. El viaje bien, a una de las de la despedida le da un mareo y le traen una bolsa para que se vacíe. Esta junto delante mío. Ahí se monta el numerito, con las azafatas y tal. Vergüenza ajena.

Llego a Barajas, guay, ya me sé la jugada. Voy con paso ligero hasta el mostrador de Alsa y pillo un billete para Logroño city a la 1,15, llegada a casa sobre las 5 de la mañana. Estoy cansado pero las promesas de descansar en el bus me espolean.

No tenemos billetes. Ese autobús va lleno.
¿COMO? Me cago en dios bendito, me cago en mi puta vida. ¿Y el siguiente?
Hoy es domingo, el próximo sale de la estación del centro a las nueve y pico .
¡SI!, por mis cojones voy a estar diez horas deambulando por aquí con el bulto este a la espalda...
¿Qué opciones tenemos? (pienso en mirar trenes u otras opciones con el móvil, pero es una mierda y no tengo internet, y el wifi gratis es un dolor)
Lo más cerca de Logroño es Zaragoza, que sale ahora enseguida.
(Visualizo un mapa de España mentalmente, en mi cansada y enloquecida mente la distancia parece ser tan pequeña que casi puedo ir andando)
Dame para Zaragoza, que sea lo que dios quiera.

Al rato me monto en el autobús. Unos negros me han quitado el sitio, casi mejor porque me toca con una chica joven.
Pego los brazos al cuerpo porque seguro que me canta el ala, y tengo el pelo grasiento, y me muero de hambre y de cansancio.
Le cuento la historia y hablamos un rato, es estudiante brasileña. Mi móvil ha muerto y ella tiene tablet. Miramos que opciones tengo de llegar a casa. En tren hay posibilidades. La chica es del montón y tiene dientes de orca asesina, cortos y pequeños. Aun así echo de menos a la gente que conocí en Lisboa y estoy falto de afecto y comunicación así que por algún motivo me siento relleno de mojo y capacitado para conquistarla. Hablamos un rato y cuando la veo receptiva meto morro. Una cosa totalmente gratuita e innecesaria, pero la chica se deja así que nos damos el lote un rato. Pensé que igual se bajaba al pilón y tenía una historia para contar pero nada. Ni una pajilla furtiva.

Llegamos a la estación, me despido, el autobús sigue su camino, la chica va para Barcelona.

3,30, la dársena de autobuses es un camposanto. No sé en qué punto de la ciudad esta esa estación, pero podría pasar por una especie de representación moderna del limbo. Temperatura demasiado fresca, luz de tanatorio. Enfrente de mi hay una carretera de la propia estación desierta y un muro de hormigón de izquierda a derecha hasta donde se pierden en la oscuridad.

No se ven edificios de viviendas por encima del muro ni se escucha absolutamente ningún sonido, ni voces, ni coches, nada. Podría estar en medio del Mojave. Hay una sala de espera con un aspecto más frio todavía. Las personas se cuentan con una mano. Deambulo. Dentro se ve la enormidad de la estación, pero la zona de trenes está cerrada hasta las cinco o las seis.

Voy a un cajero. Fuera de servicio. Igual hay una cafetería abierta. No lo está. Voy a baño. Cerrado por mantenimiento, las ventanillas de billetes están cerradas también, aunque se ve luz. Deambulo un poco. Hay un segundo piso, y entre medias en unas escaleras hay una antesala con cámara de seguridad a las dependencias de quien sea que controla aquello. Según paso por la puerta me fichan, cuando llego arriba me para un Prosegur. Oye no puedes andar por ahí. Ah, vale, blaoh, nada, pues pasa esto. A pues vaya marrón, espera que pregunte al compañero que tengo en la sala esa
a ver si tienes autobuses o trenes. Vale me dicen por el walki que deberías tener algo para las 9,30. ¿Las 9,30? (maldigo, recuerdo la posibilidad de coger un autobús desde Madrid a esa hora), bueno, es lo que hay. ¿Oye no se puede ir a la zona de trenes? es que esto es una mierda. No, hasta las 6.

Intento descansar de alguna forma. No hay manera. Los bancos más tranquilos están a la fresca y dando vueltas en círculos a la zona de autobuses hay unos viejos jodidos de la cabeza. Hablan solos o deambulan en silencio arrastrando esos carritos portaequipajes, en donde llevan todas sus cosas. Por su aspecto y el de su equipaje, y porque obviamente están locos, se ve que no van a ninguna parte, no esperan ningún tren o autobus. Solo pasan el rato ahí hasta que llegue la hora de irse a mendigar o algo por el estilo. Me siento en un banco, pasan por detrás en silencio, me dan escalofríos. A veces pasan tan cerca que me preparo en tensión para notar una mano en el hombro. Qué asco, que siniestros son, joder.

Me canso rápido de esa mierda, me meto en la sala de espera donde unas pocas personas esperan en ese limbo a que les llegue su momento. Nadie dice nada, nadie levanta la mirada, nadie emite un solo sonido. Todos los bancos son de un solo sitio, para que nadie se tumbe en ellos. No hay manera de descansar. Leo un buen rato. Entra una loca y nos empieza a acusar de difamarla, grita mucho y no amenaza con rajarnos. A mí me da miedo pero el resto parecen tomárselo con humor, sonríen y siguen a lo suyo.

Las seis. Abren los accesos a la estación de trenes. Voy al mostrador que está abriendo. Un billete para Logroño quiero, por lol, o me tiro a la vía.
Vale, para las 9,30 de la mañana. Y parece que vas a tener suerte, este billete tiene una rebaja, son 29 euros. Ahí los tienes, báilalos. (El dinero ya no me duele, solo quiero meterme en mi cama)

A estas alturas ya no se ni dónde meterme, soy como un niño pequeño, no hago más que resoplar, suspirar, maldecir y quejarme para mis adentros. Sentarme en algún sitio tranquilo ya no me vale, ni leer. No puedo parar quieto, cada vez que me siento me noto más cansado y siento que el tiempo retrocede en vez de avanzar.

Voy de un sitio para otro en modo zombi. Me tomo un café a precio de oro líquido. ¿Quiere algo más con el café? no gracias, si es para pasar el rato. Me miran mal. Los camareros son bordes, no responden cuando me voy.

Llega la hora, el tren está bien, es cómodo, pero no hay comodidad suficiente para mi sufrimiento. Resoplo sin parar y todo lo alto que puedo. Alguno se gira a ver si me pasa algo. Me da todo igual, no me mires que te reviento.

El tren se mueve, pero avanza con una lentitud desquiciante. Es una máquina moderna moviéndose por vías zigzagueantes hechas para trenes de otra época, entre montañas muertas y secarrales. Se para en pueblos de mierda todo el rato. Habría tardado menos andando si hubiese caminado en línea recta. Miro por la ventana, parecen los decorados de un spaguetti western. ¡Pero en que país vivo!. Las wastelands pasan ante mis ojos pero yo ya no veo nada. Llegamos a Logroño, la tierra prometida. Comienzo a andar ligero hasta casa, 15 minutos. Voy con la mandíbula colgando, arrastrando las manos y con mirada enajenada, debo dar miedo, pero me da igual. 13,30. Fin.

Lisboa-Logroño en 28 horas.
 
Lebrom rebuznó:
Se te han roto un poco los pantalones. Y ojo con las pulseras.

Perrino Chico rebuznó:
Y no te muerdas las uñas, que luego se te quedarán los dedos porros

Siempre igual :lol: que yo ahí soy el que hace las fotos, no el que sale.

Tools of the trade rebuznó:
La chica es guapa, ¿es tu novia o el rollete madrileño?

Ein? Hace tiempo de esa foto -ahora tengo acumulado más tickets de Audasa- pero juraría que en ese viaje solo íbamos tíos.


Y para no seguir con el offtopic, fotica de la playa de Nazaré hará un par de semanas:

2gvlg93.jpg
 
Dr. LeChuck rebuznó:
Voy.

Pues esto va de que mirando billetes de avión vi que me salían más baratos los billetes para Oporto que para Lisboa, así que compré un billete ida/vuelta por Oporto. En contra del sentido común que dice que entrar por Oporto y salir por Lisboa te ahorra tiempo y un viaje en tren. No preguntéis, en su momento yo a eso le vi la lógica.

Así que llega el día de la despedida. Había conocido a gente cojonuda en Lisboa y me daba pena marchar, pero un hombre recto debe caminar con la cabeza erguida. Me levanto a eso de las siete de la mañana, recojo, ducha, me despido y me voy andando, del casco antiguo a Santa Apolonia, 10 minutos. El avión es a las 6 de la tarde, sin agobios.

Tened en cuenta ahora que de haber sabido lo de los trenes directos a Madrid me habría ahorrado todo lo que viene.

Llego a la estación. Un billete para Oporto. Son 27 euros. Téngalos. Que horarios tenemos. Sale uno ahora mismo y el siguiente a las once. Que quiere decir con ahora mismo. Que se va YA.
Miro a los trenes, los tengo a 100 metros, pero no sé cuál debo coger, si realmente se va YA no tengo los 2 minutos que necesito para comprobar mi tren y perdería mi dinero de forma estúpida. De Oporto a Lisboa no se me escapó el tren por algo similar por el canto de un duro.

Oiga deme para las once que no tengo prisa, no me la juego.

Aquí tiene.

Me acomodo en la zona de espera, abro un libro. El plan era darme una vuelta por la zona para exprimir un poco más la estancia pero cargando con el mochilón no hay cojones. Pues nada, casi tres horas en unos bancos desangelados, con unos rumanos pegando voces en la cafetería y varios vagabundos dormitando a mi alrededor. Uno se tira un pedaco. Una señora lo mira con asco pero el tipo ni siquiera levanta la mirada. Afuera hace un día esplendido, realmente invita a pasear. Te jodes.

Train time, cuatro horas de viaje sin complicaciones. Llego a Oporto. Cojo el metro (es más tren que metro, pero bueno) hasta Trindade, que es la única estación intermedia que conozco, hay que hacer tiempo. Error, tengo que cargar con la mochila por sus calles empinadas, nada, no va a haber manera. A medio camino de buscar un sitio tranquilo donde comer me canso y emprendo el viaje de vuelta, ya se nota el cansancio y no llevo ni la mitad del planning que daba por supuesto.
De Trindade al aeropuerto. En un momento dado me empiezo a poner nervioso. Ey, un momento, no reconozco lo que veo por la ventana, y ya tendríamos que estar en el aeropuerto. Debería ver poblaciones y algo de montaña y solo veo llanuras de patatales y choperas. No quiero mostrar mi nerviosismo porque no me gusta que me miren demasiado. Levanto la vista y miro al mapa. Informaciones incongruentes. Si al ir del aeropuerto a Trindade no había que hacer trasbordo como cojones he acabado yéndome por otro lado. No lo entiendo pero tengo que ponerle remedio antes de que me tenga que bajar en Santiago de compostela. Se para el tren y me bajo sin pensar. Miro a mi alrededor, cuatro casas y campo hasta donde da la vista. La única persona es un chaval que se acaba de bajar. Le pregunto. Ah, que vas al aeropuerto. Eso era hace seis paradas. Tienes que volver para atrás y hacer transbordo, luego ya te bajas en el aeropuerto. Vale, obrigado y tal.
Cambio de arcén. Por lo menos tienen una maquina moderna de sacar billetes y cargarlos. Yo tengo el billete pero no tiene viajes. Que dice la pantalla que viene el chucuchú en 15 minutos. Bien.

Al cacharro no le da la gana cargarme la tarjeta, no me acuerdo por qué. Parece que tengo que pillar uno nuevo que me sale más caro, y para un solo viaje que necesito. Bueno. Viene una familia por detrás, el hijo pequeño, la madre y los abuelos. Les cuento el asunto, que además no llevo monedas suficientes, tengo que cambiar. Son buena gente, les explico el embrollo y un poco en español y portugués nos entendemos. Me mandan a un bar. Entro como un torbellino, el reloj no espera. Unos canis y un chaval tras la barra. Oye necesito cambiar. Pues no tengo casi cambio, tienes que comprar algo. Emm, dame cuatro chicles, toma. Ok, ahí te van las vueltas. Vale, toma te regalo los chicles, le digo al chaval. Dinero a cambio de nada. Pero me voy contento con las vueltas.

Vuelvo a la parada. Compro un billete cuando ya se ve venir al tren. Me subo, respiro tranquilo. Llego al transbordo, me despido de esas buenas gentes. Me bajo con otra chica, me veo en un puto cruce de vías. Para pasar al otro lado hay que cruzar la vía a pelo, ya podrían poner un puto paso elevado, que es todo nuevísimo. La chica es francesa, pero vive ahí. Ella tampoco sabe muy bien de qué lado de la vía hay que subirse al metro-tren. Manda huevos, si da igual en qué lado de la vía estés, el mapa es el mismo, a mi estas cosas me ponen muy nervioso. A ver si acabo otra vez en Trindade me cago en dios. Aun así voy sobrado de tiempo. Pues nada, a cara o cruz y me planto en el aeropuerto.

Al pasar por el control me quitan el bote de Axe. La segunda, también me lo habían quitado en Barajas. Retrasadito que es uno.

Dos horitas para el avión. Qué aeropuerto más desanimado, coño, hay cuatro gatos. Hay unas mesas del conglomerado más cutre que encontraron en el Bricodepot con unos ordenadores de 1995 con más mierda que el buzo de un pocero. Voy a meterme al internet, por lol. No hay manera, solo mover el puntero por el escritorio ya te saltan los sidazos a la pantalla. Esa mierda tiene tantos virus que no puedes ni pinchar en Inicio sin que se te llene la pantalla de ventanas chungas. Eso lleva sin antivirus desde que lo compraron a principios de los noventa. Aproximándose la hora de salida me acerco a mi mostrador. A vale, que toda la peña que no veía estaba en el otro extremo del aeropuerto, que yo me había metido en una zona en la que igual no entraban ni las de la limpieza.

Por allí pasé el rato, una niña francesa muy majeta me enseñaba palabras y sorprendentemente su madre no parecía inquieta por que se acercase a mí. Oigo alaridos. Resulta que hay unas españolas de despedida de soltera y andan dando mucha vergüenza ajena. La gente las mira con desprecio.

Hora de montar. El viaje bien, a una de las de la despedida le da un mareo y le traen una bolsa para que se vacíe. Esta junto delante mío. Ahí se monta el numerito, con las azafatas y tal. Vergüenza ajena.

Llego a Barajas, guay, ya me sé la jugada. Voy con paso ligero hasta el mostrador de Alsa y pillo un billete para Logroño city a la 1,15, llegada a casa sobre las 5 de la mañana. Estoy cansado pero las promesas de descansar en el bus me espolean.

No tenemos billetes. Ese autobús va lleno.
¿COMO? Me cago en dios bendito, me cago en mi puta vida. ¿Y el siguiente?
Hoy es domingo, el próximo sale de la estación del centro a las nueve y pico .
¡SI!, por mis cojones voy a estar diez horas deambulando por aquí con el bulto este a la espalda...
¿Qué opciones tenemos? (pienso en mirar trenes u otras opciones con el móvil, pero es una mierda y no tengo internet, y el wifi gratis es un dolor)
Lo más cerca de Logroño es Zaragoza, que sale ahora enseguida.
(Visualizo un mapa de España mentalmente, en mi cansada y enloquecida mente la distancia parece ser tan pequeña que casi puedo ir andando)
Dame para Zaragoza, que sea lo que dios quiera.

Al rato me monto en el autobús. Unos negros me han quitado el sitio, casi mejor porque me toca con una chica joven.
Pego los brazos al cuerpo porque seguro que me canta el ala, y tengo el pelo grasiento, y me muero de hambre y de cansancio.
Le cuento la historia y hablamos un rato, es estudiante brasileña. Mi móvil ha muerto y ella tiene tablet. Miramos que opciones tengo de llegar a casa. En tren hay posibilidades. La chica es del montón y tiene dientes de orca asesina, cortos y pequeños. Aun así echo de menos a la gente que conocí en Lisboa y estoy falto de afecto y comunicación así que por algún motivo me siento relleno de mojo y capacitado para conquistarla. Hablamos un rato y cuando la veo receptiva meto morro. Una cosa totalmente gratuita e innecesaria, pero la chica se deja así que nos damos el lote un rato. Pensé que igual se bajaba al pilón y tenía una historia para contar pero nada. Ni una pajilla furtiva.

Llegamos a la estación, me despido, el autobús sigue su camino, la chica va para Barcelona.

3,30, la dársena de autobuses es un camposanto. No sé en qué punto de la ciudad esta esa estación, pero podría pasar por una especie de representación moderna del limbo. Temperatura demasiado fresca, luz de tanatorio. Enfrente de mi hay una carretera de la propia estación desierta y un muro de hormigón de izquierda a derecha hasta donde se pierden en la oscuridad.

No se ven edificios de viviendas por encima del muro ni se escucha absolutamente ningún sonido, ni voces, ni coches, nada. Podría estar en medio del Mojave. Hay una sala de espera con un aspecto más frio todavía. Las personas se cuentan con una mano. Deambulo. Dentro se ve la enormidad de la estación, pero la zona de trenes está cerrada hasta las cinco o las seis.

Voy a un cajero. Fuera de servicio. Igual hay una cafetería abierta. No lo está. Voy a baño. Cerrado por mantenimiento, las ventanillas de billetes están cerradas también, aunque se ve luz. Deambulo un poco. Hay un segundo piso, y entre medias en unas escaleras hay una antesala con cámara de seguridad a las dependencias de quien sea que controla aquello. Según paso por la puerta me fichan, cuando llego arriba me para un Prosegur. Oye no puedes andar por ahí. Ah, vale, blaoh, nada, pues pasa esto. A pues vaya marrón, espera que pregunte al compañero que tengo en la sala esa
a ver si tienes autobuses o trenes. Vale me dicen por el walki que deberías tener algo para las 9,30. ¿Las 9,30? (maldigo, recuerdo la posibilidad de coger un autobús desde Madrid a esa hora), bueno, es lo que hay. ¿Oye no se puede ir a la zona de trenes? es que esto es una mierda. No, hasta las 6.

Intento descansar de alguna forma. No hay manera. Los bancos más tranquilos están a la fresca y dando vueltas en círculos a la zona de autobuses hay unos viejos jodidos de la cabeza. Hablan solos o deambulan en silencio arrastrando esos carritos portaequipajes, en donde llevan todas sus cosas. Por su aspecto y el de su equipaje, y porque obviamente están locos, se ve que no van a ninguna parte, no esperan ningún tren o autobus. Solo pasan el rato ahí hasta que llegue la hora de irse a mendigar o algo por el estilo. Me siento en un banco, pasan por detrás en silencio, me dan escalofríos. A veces pasan tan cerca que me preparo en tensión para notar una mano en el hombro. Qué asco, que siniestros son, joder.

Me canso rápido de esa mierda, me meto en la sala de espera donde unas pocas personas esperan en ese limbo a que les llegue su momento. Nadie dice nada, nadie levanta la mirada, nadie emite un solo sonido. Todos los bancos son de un solo sitio, para que nadie se tumbe en ellos. No hay manera de descansar. Leo un buen rato. Entra una loca y nos empieza a acusar de difamarla, grita mucho y no amenaza con rajarnos. A mí me da miedo pero el resto parecen tomárselo con humor, sonríen y siguen a lo suyo.

Las seis. Abren los accesos a la estación de trenes. Voy al mostrador que está abriendo. Un billete para Logroño quiero, por lol, o me tiro a la vía.
Vale, para las 9,30 de la mañana. Y parece que vas a tener suerte, este billete tiene una rebaja, son 29 euros. Ahí los tienes, báilalos. (El dinero ya no me duele, solo quiero meterme en mi cama)

A estas alturas ya no se ni dónde meterme, soy como un niño pequeño, no hago más que resoplar, suspirar, maldecir y quejarme para mis adentros. Sentarme en algún sitio tranquilo ya no me vale, ni leer. No puedo parar quieto, cada vez que me siento me noto más cansado y siento que el tiempo retrocede en vez de avanzar.

Voy de un sitio para otro en modo zombi. Me tomo un café a precio de oro líquido. ¿Quiere algo más con el café? no gracias, si es para pasar el rato. Me miran mal. Los camareros son bordes, no responden cuando me voy.

Llega la hora, el tren está bien, es cómodo, pero no hay comodidad suficiente para mi sufrimiento. Resoplo sin parar y todo lo alto que puedo. Alguno se gira a ver si me pasa algo. Me da todo igual, no me mires que te reviento.

El tren se mueve, pero avanza con una lentitud desquiciante. Es una máquina moderna moviéndose por vías zigzagueantes hechas para trenes de otra época, entre montañas muertas y secarrales. Se para en pueblos de mierda todo el rato. Habría tardado menos andando si hubiese caminado en línea recta. Miro por la ventana, parecen los decorados de un spaguetti western. ¡Pero en que país vivo!. Las wastelands pasan ante mis ojos pero yo ya no veo nada. Llegamos a Logroño, la tierra prometida. Comienzo a andar ligero hasta casa, 15 minutos. Voy con la mandíbula colgando, arrastrando las manos y con mirada enajenada, debo dar miedo, pero me da igual. 13,30. Fin.

Lisboa-Logroño en 28 horas.

No he parado de reirme, es una historia realmente alocada, incluso se la he explicado a la parienta y por momentos se estaba poniendo de los nervios, ella es de las que lo tiene todo planificado hasta el ultimo detalle.
 
Pues vaya cacharras tienen las tías en Lisboa. La que no las tiene enormes las tiene mejor puestas que una estocada de José Tomás.
Me cago en la puta de verdad que voy berraquísimo y eso que llevo dos horas ya en el apartamento.
 
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