Jose David
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- 2 Jul 2006
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El domingo pasado por la noche participé en una carrera de coches al más puro estilo “A todo gas down”.
Y gané trescientos euros.
Fui a lavar el coche en estas maquinitas tan graciosas, supuestamente ecológicas, que dan agua presión (son graciosas porque cuando pasa alguna cerca, le das con el chorro en toda la jeta mientras gritas “¡weeeeeeeee!” y luego te ríes como un retarded).
Allí estaban un par de chavales que conozco y un tercero, todos con sus relucientes coches tuneados, dándole capa tras capa de cera y discutiendo sobre si al final iban a correr o no, pues les faltaba un cuarto.
Me acerqué a saludar a uno de los que conocía, un chaval que toda su vida ha trabajado de peón de albañil y que durante años se ha gastado todo en su coche, el muy desgraciado. Él, nada más verme e intercambiar los saludos de rigor, me comentó en plan vacile que iban a celebrar una carrera esa misma noche, en cierta carretera poco frecuentada que hay en mi localidad.
El otro que conocía, un pijo de cuidado con un pedazo de mercedes tuneado regalo de papá, me propuso en plan de guasa que yo participase, a lo que Desgraciaíto se sumó inmediatamente.
El tercero, al que no conocía, es el que más mala espina me daba de todos. El hijoputa no hablaba, sólo me miraba como si quisiera follarme todo el tiempo mientras frotaba con el trapo furiosamente su coche.
Estos chicos eran famosos en mi pueblo por andar siempre con el coche de arriba para abajo, celebrando de tanto en tanto un remedo infantil de las carreras de coches ilegales que tan famosas se han hecho, y destrozando sus coches de tanto en tanto, y supusieron que si me atrevía a sumarme a la carrera sería un paquete fácil de superar, un cuarto corredor necesario para que las ganancias fuesen apropiadas acorde con el gasto de gasofa y neumáticos.
Evidentemente nunca había participado en tales eventos, no me gusta correr con el coche, y menos arriesgarme a tener un accidente asín como asín, pero los veía sentarse al volante, arrancar los vehículos, moverlos de un sitio a otro dentro del recinto de limpieza… y los muy cabrones no tenían ni puta idea de conducir.
Yo tampoco es que sea un experto en la materia, pero supongo que el hecho de pasar veintiuna de cada treinta horas al volante de un trailer con el limitador trucado, circulando a toda leche por periféricos de ciudades llenas de HIJOS DE PUTA al volante como Berlín, Londres, Lyon o el jodido París me han hecho perder un poco el miedo al asunto.
Así que decidí correr. Cien euros por barba y el que gane se lo lleva todo. Ida hasta la población más cercana, girar en la rotonda y vuelta al punto de partida.
Se montaron en sus coches y empezaron a pegarles acelerones sin venir a cuento, lo que fue un lol. Pijito y Desgraciaíto pusieron música, Callaito no. Nos pusimos en la línea de salida improvisada… y caña al mono, que es de goma.
Tenían mejores coches que el mío, un Renault Megan (por supuesto, falseo estos datos para que no me encontréis y me violéis en una noche oscura) con relativamente poco motor, pero a pesar de que en las rectas ponían sus coches a casi doscientos por hora, pero no sabían cortar las curvas de forma apropiada, abusaban del freno y no sabían aprovechar la inercia. Así que con paciencia y un poco de gas oil los fui pasando uno a uno.
Contrariamente a lo que aparece en las películas, rara vez en una carrera de este tipo un coche gana al otro por escasos centímetros. Llegué bastante antes y hasta me dio tiempo a aparcarlo y todo.
Desgraciaíto puso cara de desgraciaíto, pues resulta que el chaval estaba en paro y esperaba sacarse unas pelas ese día. Pijito pagó como si tal cosa, casi con desprecio, papá lo respaldaba. Callaito en cambio me estrechó la mano y todo, y he de decir que me costó lo suyo ganarle, porque saber conducir no sabía, pero el cabrón despreciaba el peligro y asumía riesgos que aquí un servidor no se atreve a correr.
En fin, no describo la carrera porque al fin y al cabo no fue nada del otro mundo, lo que sí describiré es la deliciosa sensación de ganar trescientos euros (descontemos veinte de gas oil y dos litros de gasolina que le eché justo antes de la carrera) en veinte minutos, la calidez de los billetes, la seducción del dinero. Mola.
Si no es mucho pedir, a ver si alguien se puede poner un poco serio unos segundos y comentar sus experiencias en este tipo de carreras, o si ha participado en alguna de ellas.
Un beso cálido en vuestros morros. Cuando queráis os pasáis por Córdoba y os invito a una Fanta.