- Registro
- 8 Mar 2004
- Mensajes
- 16.580
- Reacciones
- 2.268
No sé cuántos de ustedes han salido de su ratonera, de su ciudad o de su país, y han emprendido un viaje que en un principio prometía ser una maravillosa experiencia y que al final ha resultado un completo desastre. El caso es que hoy me he echado unas risas con las dos personas con las que en agosto de 2004 compartí uno de mis más caóticos viajes.
Las risas han venido a colación de dicho viaje y de que seguimos vivos para contarlo. Hoy me apetece escribir sobre ello y creo que si hay un subforo donde hacerlo, sin duda es éste.
Viaje planificado: travesía en velero desde la costa tarraconense hasta la isla de Formentera. Distancia aprox: 140 Nm
Isla de Formentera
Tripulación: 3 tripulantes (Marinero, Patrón 1 (un servidor) y Patrón 2).
Tiempo estimado de la travesía: 21 horas
(Las horas son a título informativo, con relativa precisión):
07-00: Comprobado el parte meteorológico para la zona, zarpamos con un sol espléndido. Mar rizada y viento suave del través. A media milla de la costa y ya con el rumbo correcto, desplegamos el velamen y paramos motor. Todo como la seda. El mar parece picarse un poco pero no prestamos importancia; el servicio meteorológico dice marejadilla y debemos creerlo.
08-30: Avisado por radio el puerto de nuestra partida y destino, unos bocatas y unas cervezas caen como Dios. El marinero no parece opinar lo mismo, pone cara de estar mareándose. Dos biodraminas vía rápida y a esperar que hagan su efecto.
11-00: Nuestro marinero no da tiempo a que las pastillas hagan efecto y le acompaña Patrón 2 a Sotavento a echar la grava por la borda. El mar se endurece por momentos y las rachas de viento nos obligan a quitar trapo (recoger un poco la vela). Marinero echa por la borda hasta la primera papilla. :93
18-00: El estado de la mar es asqueroso. Nuestro rumbo nos hace recibir las olas casi de costado, situación que nos obliga a cambiar de rumbo para recibirlas por la proa. Hemos dicho a Marinero que se baje a un camarote y se quede allí. Tras vomitar una caja de pastillas desistimos y le tumbamos en una cama y le ponemos un cubo para que vomite. No tenemos parches de escopolamina, gran error.
21-00: A unas 80 millas de la costa tarraconense y anocheciendo, Patrones 1 y 2 decidimos desviarnos unas 30 millas al Este y dirigirnos al archipiélago de Columbretes, único refugio con puerto natural para pernoctar y escapar de lo que iba a ser nuestro infierno particular las próximas 7 horas.
Islotes Columbretes
21-30: Decidimos no desviarnos y continuar. Marinero está estable en el camarote, si entendemos por ello vomitar continuamente y dormir a intervalos irregulares por puro agotamiento. El mar parece enfurecido por nuestra decisión y el viento excesivo para ir a vela. Arriamos todo el velamen y arrancamos motor.
23-00: Noche cerrada. Patrón 1 y Patrón 2 nos turnamos al timón. El barco se eleva en cada ola y cae tras ella dando un pantocazo y levantando un roción de agua cálida que va a parar enteramente al timonel de turno, que asegurado por el arnés a ambos lados se sujeta como una marioneta al timón. Vistazos continuos al GPS para ver lo que nos separa de nuestro destino, que ya no fijamos en Formentera sino en San Antonio, isla de Ibiza. Según el aparatito nos quedan 5 horas infernales.
01-00: Patrón 2 baja frecuentemente a cambiarse de ropa, que a pesar del traje de agua los rociones nos calan hasta los gallumbos. Al final acaba con toda su ropa empapada y, con su última muda, se acurruca frente a la escotilla de entrada a la cubierta inferior tiritando de frío. Patrón 1 ya pasa de cambiarse de ropa y sigue al timón.
De repente, como salida de la nada, una ola de mayor magnitud que todas las que la precedieron e imposible de ver en la noche, levanta el casco del barco y lo deja caer tras de sí, produciendo un terrible impacto con el casco cayendo plano contra la superficie del agua. Se nos hiela la sangre. Patrón 2 se pone al timón y yo bajo a la cubierta inferior para evaluar daños; sinceramente, pienso que el casco se ha partido en dos.
Bajo tan precipitadamente las escaleras que una segunda ola traicionera me hace volar -literalmente- y aterrizo sobre la mesa del comedor. Me agarro a ella y un nuevo y brusco balanceo hace que arranque la mesa de sus anclajes y me la ponga por sombrero.
Marinero se despierta por el estrépito pero desde debajo de la mesa le digo que estoy bien; consigo sacarme la puta mesa de encima y la amarro como puedo para que no vaya dando bandazos. Canal de socorro en la radio por si hay que mandar un may-day.
Inmediatamente después voy levantando las tablas del suelo para inspeccionar el casco, creyendo que encontraré una vía de agua en la sentina. Increíble, el casco de fibra ha aguantado estoicamente la sacudida. Subo de nuevo con Patrón 2.
02-00: En la noche se dibuja la costa fantasmagórica de la isla de Ibiza. Llegamos muy al Norte porque la corriente ha acabado por arrastrarnos y debemos corregir el rumbo. Se vislumbran algunas luces en la costa e identificamos el faro de San Antonio, nuestro ansiado destino. Nos mantenemos a unas dos millas de la costa y, siguiendo el rumbo que nos indica el GPS costeamos para llegar a puerto. Marinero vomita bilis; el cubo hace horas que acabó volcado en el suelo, Patrón 2 está al timón y Patrón 1 le hace compañía, más que nada para vigilar que no se duerma, aunque los dos estamos agotados.
03-00: Algo no me cuadra. Se supone que nos dirigimos a San Antonio pero no vemos el faro ya. Los dos GPS que llevamos han acabado fuera de servicio por el agua del mar, que se mete por los compartimentos mal sellados de las baterías. La última anotación de nuestra posición la recordaba de hacía una media hora. Le digo a Patrón 2 que bajo a la mesa de cartas a hacer unos cálculos.
No sin dificultad y a falta de GPS, despliego la carta náutica y sitúo de memoria sobre ella nuestra última posición y la hora aproximada. Por el rumbo que llevamos, el correcto para ir en línea recta hasta San Antonio y tan pegados a la costa, observo con estupor el motivo por el que no vemos el faro: entre nosotros y nuestro destino hay un cabo, un saliente enorme e invisible que tapa toda visibilidad. Y eso a 1 milla enfrente de nosotros. Subo a cubierta y le digo a Patrón 2 que corrija 50 grados a estribor o nos comemos la isla.
Cap Negret, donde por poco no hicimos moto-cross
03-30: Salvado el cabo dichoso volvemos a ver la luz del faro y un resplandor en la costa. Bueno, veo, porque Patrón 2 malduerme en el suelo de la cubierta tiritando de frío, al igual que Marinero en su camarote, a quien veo a través de una pequeña escotilla. Sujeto por dos anclajes voy colgado del timón por las muñecas; poco a poco el mar va perdiendo bravura y me cruzo con el primer barco en toda la travesía: un ferry que parece dirigirse al mismo destino que nosotros.
04-00: Con Marinero y Patrón 2 dormidos, experimento una de las sensaciones más placenteras que he sentido en toda mi vida. Ni todos los orgasmos que he sentido en mi vida juntos pueden igualar lo que estoy sintiendo. En cuestión de quince minutos, pasamos del infierno absoluto al paraíso. Entrar a la bahía de San Antonio, aguas absolutamente calmadas, las luces del pueblo e incluso la música del Cafe del Mar llegando a mis oídos... si hay un cielo, un paraíso, sin duda es como esto.
Despierta Patrón 2 esta vez por la inusual calma; intercambiamos una mirada mezcla de extenuación y alegría extremos. Se pone al timón y bajo a pedir amarre por radio al puerto. Nadie contesta a mis repetidas llamadas (debía estar lleno), pero francamente nos da igual. Ya fondearemos donde sea. Marinero me pregunta también que qué pasa, creyendo que aquella calma se debe a que nos hemos hundido. Le tranquilizo y llora de alegría.
04-30: A distancia de colchoneta de la playa, Patrones 1 y 2 iniciamos la maniobra de fondeo. Ancla al fondo y control de garreo. Paramos motor y, más muertos que vivos, nos echamos a dormir.
Fin de la pesadilla.
Al día siguiente despertamos, repostamos y salimos rumbo a Formentera sin problemas, nos pegamos unas vacaciones de putifa y volvimos haciendo la travesía inversa sin problema alguno, en compañía de delfines, petroleros y alguna que otra tortuga marina.
Desde entonces, día que nos vemos, día que nos loleamos con los detalles de aquel viaje que pudo acabar de forma trágica y, sin embargo, se convirtió en una de las experiencias más maravillosas de mi vida.
Desde este hilo de futuro incierto, les invito a postear sus más accidentadas experiencias viajando arráun de güél. Seguro que más de uno tiene una historia negra que contar.
Venga, anímense a contar sus owneds vacacionales :1
Koniec
Las risas han venido a colación de dicho viaje y de que seguimos vivos para contarlo. Hoy me apetece escribir sobre ello y creo que si hay un subforo donde hacerlo, sin duda es éste.
Viaje planificado: travesía en velero desde la costa tarraconense hasta la isla de Formentera. Distancia aprox: 140 Nm
Isla de Formentera
Tripulación: 3 tripulantes (Marinero, Patrón 1 (un servidor) y Patrón 2).
Tiempo estimado de la travesía: 21 horas
(Las horas son a título informativo, con relativa precisión):
07-00: Comprobado el parte meteorológico para la zona, zarpamos con un sol espléndido. Mar rizada y viento suave del través. A media milla de la costa y ya con el rumbo correcto, desplegamos el velamen y paramos motor. Todo como la seda. El mar parece picarse un poco pero no prestamos importancia; el servicio meteorológico dice marejadilla y debemos creerlo.
08-30: Avisado por radio el puerto de nuestra partida y destino, unos bocatas y unas cervezas caen como Dios. El marinero no parece opinar lo mismo, pone cara de estar mareándose. Dos biodraminas vía rápida y a esperar que hagan su efecto.
11-00: Nuestro marinero no da tiempo a que las pastillas hagan efecto y le acompaña Patrón 2 a Sotavento a echar la grava por la borda. El mar se endurece por momentos y las rachas de viento nos obligan a quitar trapo (recoger un poco la vela). Marinero echa por la borda hasta la primera papilla. :93
18-00: El estado de la mar es asqueroso. Nuestro rumbo nos hace recibir las olas casi de costado, situación que nos obliga a cambiar de rumbo para recibirlas por la proa. Hemos dicho a Marinero que se baje a un camarote y se quede allí. Tras vomitar una caja de pastillas desistimos y le tumbamos en una cama y le ponemos un cubo para que vomite. No tenemos parches de escopolamina, gran error.
21-00: A unas 80 millas de la costa tarraconense y anocheciendo, Patrones 1 y 2 decidimos desviarnos unas 30 millas al Este y dirigirnos al archipiélago de Columbretes, único refugio con puerto natural para pernoctar y escapar de lo que iba a ser nuestro infierno particular las próximas 7 horas.
Islotes Columbretes
21-30: Decidimos no desviarnos y continuar. Marinero está estable en el camarote, si entendemos por ello vomitar continuamente y dormir a intervalos irregulares por puro agotamiento. El mar parece enfurecido por nuestra decisión y el viento excesivo para ir a vela. Arriamos todo el velamen y arrancamos motor.
23-00: Noche cerrada. Patrón 1 y Patrón 2 nos turnamos al timón. El barco se eleva en cada ola y cae tras ella dando un pantocazo y levantando un roción de agua cálida que va a parar enteramente al timonel de turno, que asegurado por el arnés a ambos lados se sujeta como una marioneta al timón. Vistazos continuos al GPS para ver lo que nos separa de nuestro destino, que ya no fijamos en Formentera sino en San Antonio, isla de Ibiza. Según el aparatito nos quedan 5 horas infernales.
01-00: Patrón 2 baja frecuentemente a cambiarse de ropa, que a pesar del traje de agua los rociones nos calan hasta los gallumbos. Al final acaba con toda su ropa empapada y, con su última muda, se acurruca frente a la escotilla de entrada a la cubierta inferior tiritando de frío. Patrón 1 ya pasa de cambiarse de ropa y sigue al timón.
De repente, como salida de la nada, una ola de mayor magnitud que todas las que la precedieron e imposible de ver en la noche, levanta el casco del barco y lo deja caer tras de sí, produciendo un terrible impacto con el casco cayendo plano contra la superficie del agua. Se nos hiela la sangre. Patrón 2 se pone al timón y yo bajo a la cubierta inferior para evaluar daños; sinceramente, pienso que el casco se ha partido en dos.
Bajo tan precipitadamente las escaleras que una segunda ola traicionera me hace volar -literalmente- y aterrizo sobre la mesa del comedor. Me agarro a ella y un nuevo y brusco balanceo hace que arranque la mesa de sus anclajes y me la ponga por sombrero.
Marinero se despierta por el estrépito pero desde debajo de la mesa le digo que estoy bien; consigo sacarme la puta mesa de encima y la amarro como puedo para que no vaya dando bandazos. Canal de socorro en la radio por si hay que mandar un may-day.
Inmediatamente después voy levantando las tablas del suelo para inspeccionar el casco, creyendo que encontraré una vía de agua en la sentina. Increíble, el casco de fibra ha aguantado estoicamente la sacudida. Subo de nuevo con Patrón 2.
02-00: En la noche se dibuja la costa fantasmagórica de la isla de Ibiza. Llegamos muy al Norte porque la corriente ha acabado por arrastrarnos y debemos corregir el rumbo. Se vislumbran algunas luces en la costa e identificamos el faro de San Antonio, nuestro ansiado destino. Nos mantenemos a unas dos millas de la costa y, siguiendo el rumbo que nos indica el GPS costeamos para llegar a puerto. Marinero vomita bilis; el cubo hace horas que acabó volcado en el suelo, Patrón 2 está al timón y Patrón 1 le hace compañía, más que nada para vigilar que no se duerma, aunque los dos estamos agotados.
03-00: Algo no me cuadra. Se supone que nos dirigimos a San Antonio pero no vemos el faro ya. Los dos GPS que llevamos han acabado fuera de servicio por el agua del mar, que se mete por los compartimentos mal sellados de las baterías. La última anotación de nuestra posición la recordaba de hacía una media hora. Le digo a Patrón 2 que bajo a la mesa de cartas a hacer unos cálculos.
No sin dificultad y a falta de GPS, despliego la carta náutica y sitúo de memoria sobre ella nuestra última posición y la hora aproximada. Por el rumbo que llevamos, el correcto para ir en línea recta hasta San Antonio y tan pegados a la costa, observo con estupor el motivo por el que no vemos el faro: entre nosotros y nuestro destino hay un cabo, un saliente enorme e invisible que tapa toda visibilidad. Y eso a 1 milla enfrente de nosotros. Subo a cubierta y le digo a Patrón 2 que corrija 50 grados a estribor o nos comemos la isla.
Cap Negret, donde por poco no hicimos moto-cross
03-30: Salvado el cabo dichoso volvemos a ver la luz del faro y un resplandor en la costa. Bueno, veo, porque Patrón 2 malduerme en el suelo de la cubierta tiritando de frío, al igual que Marinero en su camarote, a quien veo a través de una pequeña escotilla. Sujeto por dos anclajes voy colgado del timón por las muñecas; poco a poco el mar va perdiendo bravura y me cruzo con el primer barco en toda la travesía: un ferry que parece dirigirse al mismo destino que nosotros.
04-00: Con Marinero y Patrón 2 dormidos, experimento una de las sensaciones más placenteras que he sentido en toda mi vida. Ni todos los orgasmos que he sentido en mi vida juntos pueden igualar lo que estoy sintiendo. En cuestión de quince minutos, pasamos del infierno absoluto al paraíso. Entrar a la bahía de San Antonio, aguas absolutamente calmadas, las luces del pueblo e incluso la música del Cafe del Mar llegando a mis oídos... si hay un cielo, un paraíso, sin duda es como esto.
Despierta Patrón 2 esta vez por la inusual calma; intercambiamos una mirada mezcla de extenuación y alegría extremos. Se pone al timón y bajo a pedir amarre por radio al puerto. Nadie contesta a mis repetidas llamadas (debía estar lleno), pero francamente nos da igual. Ya fondearemos donde sea. Marinero me pregunta también que qué pasa, creyendo que aquella calma se debe a que nos hemos hundido. Le tranquilizo y llora de alegría.
04-30: A distancia de colchoneta de la playa, Patrones 1 y 2 iniciamos la maniobra de fondeo. Ancla al fondo y control de garreo. Paramos motor y, más muertos que vivos, nos echamos a dormir.
Fin de la pesadilla.
Al día siguiente despertamos, repostamos y salimos rumbo a Formentera sin problemas, nos pegamos unas vacaciones de putifa y volvimos haciendo la travesía inversa sin problema alguno, en compañía de delfines, petroleros y alguna que otra tortuga marina.
Desde entonces, día que nos vemos, día que nos loleamos con los detalles de aquel viaje que pudo acabar de forma trágica y, sin embargo, se convirtió en una de las experiencias más maravillosas de mi vida.
Desde este hilo de futuro incierto, les invito a postear sus más accidentadas experiencias viajando arráun de güél. Seguro que más de uno tiene una historia negra que contar.
Venga, anímense a contar sus owneds vacacionales :1
Koniec