Yo no tengo ningún problema en prescindir del contacto con los seres humanos.
Ese eterno formar parte del mundo, de lo que yo, precisamente, he huido, es realmente superfluo. La conclusión que saco, es que no es necesario formar parte de algo que uno puede analizar totalmente, así como que mi aislamiento auto escogido es la estrategia correcta para no caer siempre en esa misma trampa que significa decir: "Solo-quiero-estar-una-vez-mas-con-los-guapos-y-los-que-están-a-la-moda-con-los-que-se-deslizan-sin-dolor-los-que-hacen-contactos-con-los-poderosos-y-siempre-envidiados-quiero-estar-con-ellos-una-vez-mas-y-entonces-lo-habré-conseguido"
Alabada sea la pornografía, porque ella, por lo menos en ese sentido, es honesta. Ella te dice claramente: En esta liga no puedes jugar por mucho que lo quieras, porque esto es ficción, ¿me oyes? ¡Ficción!¡El porno es ficción! Olvídalo, estarás excluido para siempre, que te vaya bien, no tienes oportunidad, estás condenado al deseo eterno de algo que no existe. El maldito universo del lifestyle, ese de ahí fuera, hace, por el contrario, como si te ofreciera ciertas posibilidades, pero te engaña al hacerte creer que puedes lograr algo, que puedes formar parte de él, y tu piensas que dos mil millones de personas jóvenes no pueden equivocarse, pero es ahí, precisamente, donde te equivocas, en el centro del centro, en el sitio al que todos quieren llegar, allí solo hay un agujero negro y profundo, nada mas, todos se sienten puteados en igual medida, y tu siempre estás en el sitio que no es demasiado bueno; siempre habrá otro sitio en el que deberías estar; todos están igualmente insatisfechos con la noche una vez que la han superado.
El que se siente a ver una película porno, no puede hacer otra cosa sino entender que eso no le reporta nada; ningún ser humano es tan estúpido que piense que a través de una peli porno podrá conseguir algo, y eso, precisamente eso-la conciencia de que no sirve de nada-, es lo sano, la conciencia de que no le han embaucado a uno, no importa lo que uno haga; a eso se le llama mirar el mundo a la cara.