Os podría hablar de los Omeyas y los Abasíes, de la Hégira y La Kaaba, de Damasco y Samarra y las conquistas de Almanzor o la espiritualidad de la escuela samarri, los poemas de Avenzoar y las divagiones filosóficas de Averroes. Quedaría muy literario y muy aparente, pero prefiero hablaros de mis vecinos moros, con los que llevo años de guerra santa invocando a Bohemundo y a Tancredo, a Godofredo y a Balduino, cruzados todos ellos que supieron litigar con el acero y llevar las relaciones con los infieles al único terreno posible: leña sin descanso.
Es inimaginable pensar que por nuestras venas corre la sangre de Alfonso VIII o el mismísimo Jaime el Conquistador. ¿Como lo hemos permitido? Ah, malditos ateos que no saben darle a su Dios el lugar que Él merece y nosotros necesitamos. Corroboro las palabras del padre de Benito. Los moros, esa mezcla de chacal y berebere, son una de las subrrazas más pendencieras y taimadas que existen. Nunca les des la espalda, tu culo y tu salud corren peligro.
Traté con varios de ellos y aprendí que el mismo que circuncida a sus retoños y cumple con el Ramadán, engaña a sus mujeres, esnifa hasta el yeso de las paredes y se emborracha como un puta en día de verbena. Tienen apariencia, pero no tienen moral. Son de insulto fácil y de amenaza constante, teatreros y cobardes. Eso si los baklava están muy ricos y el kebab es una mierda infecta cuyo sabor compensa con creces su indigna procedencia. Además repite de lo lindo, con lo cual con un kebab a la hora ded la merienda, ya puedes tirar hasta le desayuno del día siguiente.