Madame Baroque
Novato de mierda
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- 11 Abr 2008
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Ya no hay quien nade contra corriente... (Modas y Pareja)
Crucé el umbral de la puerta, me deshice del chubasquero y tomé asiento, junto a la barra.
- Please, don't stop the music... - suplicaba Rhianna, como una autómata, a través de los enormes altavoces que colgaban del techo.
Cerré los ojos y, al tiempo que buscaba la cartera, me dirigí al camarero:
- Vodka negro con cola.
Una vez servida, tratando de ignorar la repetitiva melodía, crucé la sala. De golpe, alguien se interpuso en mi camino.
- ¿Y qué haces tú aquí...? - preguntó, sin dejar de observarme en ningún momento. Vestía los elementos distintivos de su tribu (sudadera de Billabong, gorra y pantalones anchos), sin quitarle por ello protagonismo al cetro de poder que portaba entre las manos: una Heineken, recién abierta. Era uno de los amigos que había hecho meses atrás en Oviedo, aunque pareciese imposible.
- Atecharme. Esto... ¿por qué vas vestido así?
- Me dijeron que, si quería volver a tener novia, debía cambiar mi aspecto.
- A mí me gustaba el de ant...
- Lo siento, tengo que dejarte. Ya hablaremos luego, ¿vale?
Allí me quedé, con la palabra en la boca. Daniel se había ido y, por raro que parezca, fue como si nunca hubiese llegado...
[Así, y no de otra forma, fue como caí en la cuenta de que ya no existen las relaciones entre personas. ¿Qué podemos esperar salvo salir con una marca?]
Crucé el umbral de la puerta, me deshice del chubasquero y tomé asiento, junto a la barra.
- Please, don't stop the music... - suplicaba Rhianna, como una autómata, a través de los enormes altavoces que colgaban del techo.
Cerré los ojos y, al tiempo que buscaba la cartera, me dirigí al camarero:
- Vodka negro con cola.
Una vez servida, tratando de ignorar la repetitiva melodía, crucé la sala. De golpe, alguien se interpuso en mi camino.
- ¿Y qué haces tú aquí...? - preguntó, sin dejar de observarme en ningún momento. Vestía los elementos distintivos de su tribu (sudadera de Billabong, gorra y pantalones anchos), sin quitarle por ello protagonismo al cetro de poder que portaba entre las manos: una Heineken, recién abierta. Era uno de los amigos que había hecho meses atrás en Oviedo, aunque pareciese imposible.
- Atecharme. Esto... ¿por qué vas vestido así?
- Me dijeron que, si quería volver a tener novia, debía cambiar mi aspecto.
- A mí me gustaba el de ant...
- Lo siento, tengo que dejarte. Ya hablaremos luego, ¿vale?
Allí me quedé, con la palabra en la boca. Daniel se había ido y, por raro que parezca, fue como si nunca hubiese llegado...
[Así, y no de otra forma, fue como caí en la cuenta de que ya no existen las relaciones entre personas. ¿Qué podemos esperar salvo salir con una marca?]