karpov rebuznó:por cierto, en los Imax de los cojones nada de nada ¿no? ahí siguen con los documentales de hace la tira ...
Acabo de llegar de verla en IMAX, y llevaba ya mínimo dos semanas.
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karpov rebuznó:por cierto, en los Imax de los cojones nada de nada ¿no? ahí siguen con los documentales de hace la tira ...
Paria rebuznó:karpov rebuznó:por cierto, en los Imax de los cojones nada de nada ¿no? ahí siguen con los documentales de hace la tira ...
Acabo de llegar de verla en IMAX, y llevaba ya mínimo dos semanas.
metadona_user rebuznó:Es una pelicula videoclip. No tiene contenido para llegar ni a los tres cuartos de horas. El director podía haberselas ingeniado para entrenernos un poco más, me ha defraudado.
no me lo creo.yeimsmelocotongigante rebuznó:Juro que no le he editado el mensaje...
Yo cuando edito un mensaje suelo jactarme de ello. Y creo que soy el unico moderador que lo hace (lo de editar para humillar).folla-zorras rebuznó:no me lo creo.yeimsmelocotongigante rebuznó:Juro que no le he editado el mensaje...
quien ha sido el cabrón que lo ha retocado entonces??
creo que estamos ante el record del mundo de patadones al diccionario en menos espacio. :?
esto es un OWNED en toda regla. :D
Todavía no he visto 300, la película de Zack Zinder sobre la batalla de las Termópilas. Pero he seguido con atención la polémica sobre la corrección o incorrección social del asunto, los pareceres encontrados sobre el supuesto retrato artero y malévolo de los orientales persas, y los tópicos sobre el honor y la gallardía de los occidentales espartanos. Ha sido interesante asistir a ese contraste de opiniones entre los partidarios de una visión tradicional del acontecimiento, la prohelénica y heroica, frente a la de quienes se expresan desde un enfoque más orientalista o menos eurocéntrico y lamentan que Jerjes y su gente todavía figuren en la Historia como los malos del episodio.
En el debate no han faltado, naturalmente, las alusiones a la crisis entre los valores de la democracia occidental y los que otras culturas sostienen, las alusiones al islam, etcétera. En el que podríamos llamar sector crítico frente a la versión transmitida por las fuentes clásicas, hay opiniones muy respetables, versiones de historiadores que, con el peso de su autoridad y con más o menos eficacia según el talento de cada cual, revisan tópicos, iluminan rincones oscuros, deshacen o cuestionan interpretaciones tradicionales; pero junto a ese análisis serio, académico, se ha dado también, como era de esperar en los tiempos que corren, una intensa agitación del gallinero mediático, empeñado en aplicar al año 480 antes de Cristo los habituales clichés de lo social o políticamente correcto. De manera que junto a ciertos finos analistas, intelectuales de pasta flora, eruditos cutres, tertulianos charlatanes y políticos analfabetos, sólo ha faltado alguien que denuncie a Leónidas y sus trescientos hoplitas ante el tribunal internacional de La Haya por militaristas y xenófobos. Que casi. De modo que van a permitirme, también, opinar al respecto. Eso sí: con un criterio contaminado por el hecho poco objetivo de haber leído en su momento –cada cual tiene sus taras– a Herodoto, a Diodoro de Sicilia y a Jenofonte. A lo mejor ése es mi problema. No hay nada mejor, lo admito, para la objetividad, la equidistancia y la corrección política que no haber leído nunca un puto libro.
A ver si lo resumo bien: eran los nuestros, imbéciles. Aunque siempre sea mentira lo de buenos y malos, lo de peones blancos y negros sobre el tablero de la Historia, lo que está claro, películas y paralelismos modernos aparte, es el color de los trescientos lacedemonios y los setecientos tespieos que libraron el último combate contra los doscientos mil persas que los envolvieron y aniquilaron en el paso de las Termópilas. Pese a su militarismo, a las crueles costumbres de su patria, a que los enemigos no eran afeminados o malvados, sino sólo gentes de otras tierras y otros puntos de vista, los soldados profesionales que peinaron con calma sus largos cabellos antes de colocarse encima treinta y cinco kilos de bronce y cerrar filas dispuestos a cenar en el Hades –Leónidas sólo llevó a los que tenían en Esparta hijos que conservaran la estirpe–, riñeron aquel día como fieras, hasta el último hombre, conscientes de que su hazaña era un canto a la libertad: la demostración suprema de lo que el ser humano, seguro de lo que defiende, puede y debe hacer antes que someterse.
Y claro que eran héroes. Da igual que los historiadores magnificaran su hazaña, o que los enemigos fuesen de una u otra manera. Lo que esos espartanos rudos y valientes defendieron bajo la nube de flechas persas –como bromeó uno de ellos, eso permitía pelear a la sombra–, no era el diálogo de civilizaciones, ni el buen rollito ni el pasteleo para salvar el pellejo poniendo el culo gratis. Enaltecidos por los clásicos o desmitificados por los investigadores modernos, lo indiscutible es que, con su sacrificio, salvaron una idea de la sociedad y del mundo opuesta a cualquier poder ajeno a la solidaridad y la razón. Al morir de pie, espada en mano, hicieron posible que, aun después de incendiada Atenas, en Salamina, Platea y Micala sobrevivieran Grecia, sus instituciones, sus filósofos, sus ideas y la palabra democracia. Con el tiempo, Leónidas y los suyos hicieron posible Europa, la Enciclopedia, la Revolución Francesa, los parlamentos occidentales, que mi hija salga a la calle sin velo y sin que le amputen el clítoris, que yo pueda escribir sin que me encarcelen o quemen, que ningún rey, sátrapa, tirano, imán, dictador, obispo o papa decida –al menos en teoría, que ya es algo– qué debo hacer con mi pensamiento y con mi vida. Por eso opino que, en ese aspecto, aquellos trescientos hombres nos hicieron libres. Eran los nuestros.
Que blog te he regalado yo? Estoy intrigadoEire rebuznó:Y tal y cual
Eire rebuznó:Pues a mi Reverte me parece un tonto y desde que he leido esto me parece dos tontos.
Dice que leyó a Jenofonte. A lo mejor lo confunde con Zipi y Zape porque si eso fuese cierto sabría que 50 años después de la batalla de las Termópilas, ese tal Jenofonte que además de filósofo (es el discípulo mas conocido de Sócrates despues de Platón) era soldado, fue mercenario junto con otros griegos al servicio del rey de Persia y que cuando este rey murió regresó a Grecia con su ejército.
Si Miller lo quiere contar en plan malos y buenos y dar una visión tan distorsionada de los persas me parece de puta madre porque es ficción y es su historia (la de Miller) pero que Reverte relacione a los persas de la Edad Antigua con la mierda del Islam es repugnante. Pero que puta tontería!!! Si el islam surgió a miles de kilómetros de Persia y mil años después!!!
Reverte, estoy seguro que a Jenofonte también le parecerías un gilipollas.
Tras regresar a Grecia, Jenofonte entra al servicio del rey espartano Agesilao II, que comandaba un cuerpo expedicionario griego para proteger las ciudades griegas de Asia Menor de los persas (396 adC). Sin embargo, la alianza griega pronto se rompió y en el 394 adC tuvo lugar la batalla de Coronea, en la que Esparta se enfrentó a una coalición de ciudades griegas de la que formaba parte Atenas. Jenofonte tomó parte en la batalla, al servicio de Agesilao, por lo que fue desterrado de su patria. En cualquier caso, los espartanos le distinguieron primero con la proxenía (honores concedidos a un huésped extranjero) y más tarde con una finca en territorio eleo, en Escilunte, cerca de Olimpia, en la que comenzó a escribir parte de su prolífica obra. Aquí se le unieron su esposa, Filesia, y sus hijos, los cuales fueron educados en Esparta.
yeimsmelocotongigante rebuznó:. . . eso que dice Reverte de que somos herederos de Esparta . . .
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