1 año y 4 meses.
Joder.
O eres un fuera de serie o... bueno, lo eres, ya sólo por lo soportado. Enhorabuena.
Te iba a preguntar si mereció la pena, es tonta la pregunta. Un año y medio merece. Merece la pena porque ahí lo tienes, y luego Dios dirá. Eso es fijo, vitalicio, y ahí está. Y no impide que busques otro camino si te apetece.
A ver, lo de 1 año y 4 meses no es tan así. Ese fue el periodo que transcurrió entre el momento en el que “oficialmente” inicié la preparación, y el día que realicé la primera prueba. No obstante, como lo mío era vocación y sabía qué iba hacer cuando terminase la licenciatura, aproveché cada momento de la carrera en preparar mí objetivo, por lo que le gané mucho margen a la oposición. Por ejemplo, ya tenía esquematizado y desarrollado la práctica totalidad del temario, convenientemente reducido para que entrase en unas carillas de folio, escrito por supuesto a mano y en letra minúscula, que esa era mi forma de hacerme con los temas. Recuerdo que mi madre me decía cuando los veía… “Hijo, ¿eso no serán chuletas, verdad?. Mira que ahí no vale copiar”
Tampoco es exacto lo de las 12 horas diarias. Tú me comprendes. Efectivas, con plena concentración, podía sacar sobre 9 horas o algo más al día. Después cena, pasear para despejarme o ver algo, y dormir. Y el descanso, al principio el día posterior a cantarle al preparador, luego fue el día que cantaba. Y a medida que se acercaba la convocatoria quedó reducido a medio día, y después a la nada.
Iba bien preparado, la verdad, pero con un 20 % de temas flojos. Y tuve suerte, como dije. No soy muy religioso que digamos, pero se podría decir que se me aparecieron todos los Santos a los que mi madre durante mi preparación se había encomendado.
Mereció la pena. Por mí, por mis padres, y por todos los que durante esa época me aguantaron, que no fueron muchos.
A mí me dijeron que lo mío era mínimo 5 años, la media, 4 con súper suerte, en plan lotería, 10 si se torcía la cosa, y aún así necesitaba la suerte. Yo veía gente muy mayor ahí saliendo de la casa del tío ése que me preparaba (que tenía un morro...) Yo veía a toda esa gente adulta resignada y me moría, me moría, me quería suicidar. Bueno, eso no, no, eso no, pero sí.
Y me decían, que sí que sí, que tienes memoria prodigiosa, y un buen día, un día de primavera, el primero de la primavera, un 21 de marzo, que era mi cumpleaños, y hacía un tiempo precioso y daban ganas de echarse a la calle, y me eché y dije... YA SE ACABO
Y hasta hoy. Me fui a dos meses del examen, que era de prueba. Mi temario eran 500 y pico temas, de 30 folios cada uno. Llevaba unos 300. Y aún me acuerdo, coño. Me acuerdo. No fue tiempo perdido. Fue precioso. Aprendí mucho, de lo mío y de la vida. Me hice humilde, desde entonces me basta un rayito de sol, un banco, un piti y una latita de cocacola para ser feliz. Tú tienes que saber de qué te hablo.
Lo más bonito de opositar es que aprendes lo preciosísimo que es tomarte una latita al sol en el banco del parque de al lado mientras te enchufas tu pitillo, o lo que sea, cada uno con su vicio. Aprendes, además de ese montón de cosas como un papagayo, que no se te olvidan en la vida, a vivir. A vivir lo simple.
Muy bonito, bien expresado y mejor descrito :121
Claro que sé de lo que hablas. Te cambia el humor, las cosas que en circunstancias normales te importarían una mierda las elevas a tremendos dramas, y como uno es quien se organiza y se lleva todo el día encerrado todo se magnificaba. Te vuelves bipolar. Un día estás arriba completamente eufórico, y otro día sufres para arrancar, te quieres morir.
Pero a la par, como tú bien dices, uno aprende mucho de sí mismo y de cómo es la vida. Creces y maduras a pasos agigantados. Te vuelves más prudente, en saber alejarte de aquello que no te conviene. Te das cuenta de que el progreso, por pequeño que sea, no deja de ser progreso. Y también de cosas como que la constancia y la paciencia son fundamentales cuando uno tiene una meta a la que desea llegar.
Y, por supuesto, aprendes a valorar el tiempo. No porque tengas siempre el cronómetro a mano, sino porque es el que te da la libertad. Porque el día, tarde o rato que tienes libre, se abre para uno el cielo de par en par, y cada minuto lo saboreas como si no fuese uno a tener más. Recuerdo, a la salida del preparador, permitirme algo así como eso que cuentas. Sentarme de regreso a casa un buen rato y entretenerme en ver pasar la gente, sin más. Sí, yo también aprendí a vivir. A vivir lo simple ;)