Yo comencé el mismísimo día en que cumplí la mayoría de edad. Junté las propinas familiares y me presenté en un club de poca monta que me pillaba cerca. Todos los días, de casa al instituto, pasaba por delante de él y me moría de curiosidad por saber cómo sería por dentro.
El caso es que fue con una portuguesa que me doblaba en edad; en un sofá de la zona privada del local. Ella ni se desvistió, pero le hice sudar de veras: yo estaba tan nervioso, tan azorado, que las erecciones iban y venían a impulsos.
Estuvo conmigo el doble del tiempo estipulado, y no me cobró de más. Quizá porque fui sincero con ella desde el principio, y ella le echó ganas.
Al final, me largué del local tan aprisa que hasta se me olvidó pagar la cerveza que había pedido.
Sólo hace veintidós años de aquéllo.
Saludos.