Las corrientes políticas mayoritarias a día de hoy, si no cambian las cosas, están alineadas junto a los lobbies de la ideología de género. Aunque el fin último de este movimiento es destruir la familia tradicional, creando una sociedad sustentada en valores colectivistas al dictado de ciertas élites, ciertamente su influencia está condicionando el ejercicio de la prostitución intentándolo confundir falazmente con la trata de blancas. Lo único sensato que desde la política se podría hacer es regular el negocio del sexo como han hecho en Alemania y Holanda, sacando de la clandestinidad a las (y los) profesionales y dando garantías a los clientes. Perded la esperanza, no hay coraje en nuestros políticos para hacerlo. Están secuestrados por el MeToo.
Por estos motivos cada vez es más complicado encontrar algo que merezca la pena y con garantías, es lo que ocurre cuando condenas un sector a la clandestinidad y al rechazo social hipócrita. Quien se cree que nuestros políticos no se van de putas?