Si homo, si homo, por supuesto que si homo. Los más bellos tesoros, los más excelsos bienes, las obras maestras más sublimes y conmovedoras pueden ser degradadas por las cenagosas pezuñas de los puercos. No existen territorios invulnerables a salvo de hordas groseras y descuidadas. El limes también fue profanado por los bárbaros y su ponzoñosa decadencia. El amor entre varones, ¿quién lo duda? es uno de los logros más inveterados de nuestra civilización. Nos posible señalarle falta alguna a lo que sucedía entre Patroclo y Aquiles, entre Alexandro y Hefestión, entre el hispANO AdriANO y su bello asiático Antinoo. La devoción por la belleza y su correcta servidumbre es siempre admirable y un ejemplo que debe anticiparse a nuestros pasos. A salvo de imperativos reproductivos, dos hombres se relacionan orlados de pureza, sin atavismos, sin imposiciones, movidos únicamente por el placer de compartir sus cuerpos y su solaz. Nada más hermoso que la belleza coincidiendo en propósitos y espacios.
Y sin embargo uno podría pensar, apeleros mediante, que hay algo incorrecto en arrimar el ano a un enhiesto falo, en abrazar el torso cincelado de un atleta, en sentir esa agradable impaciencia ante un glande refulgente y retador. El desliz, el drama, el auténtico infortunio, es apartarse de lo clásico, del equilibro, de la proporción, de las medidas exactas que gobiernan con mesura el amor entre dos machos enardecidos. El homosexual que hace ronda por los unirarios y se amanceba en los cuartos oscuros y las saunas capitalinas, es un siervo de la desmesura, no conoce ni siente el impulso genésico que lleva a dos varoniles y "grecos" amantes a refocilar amistósamente. Este ansia de preñez que nos asola, no os equivoquéis, no nace del amor a las virtudes del género XY, no es un remedo de aquel de se citaba en los peristilos, las academias y los gimnasios. Son gentes desorientadas, sórdidas, incompetentes, que no gestionan bien sus impulsos románticos, que hacen un uso incorrecto de su vehemencia sexual.
Otros en cambio, a pesar de señalar legítimamente las faltas ajenas, tampoco podemos exculparnos de las propias y, aún celebrando las consecuencias del amor heterosexual, debemos reconocer que somos víctimas de nuestra convencionalidad, de nuestra hombría, de los lastres seculares del patriarcado y de una masculinidad que sólo consiente el afecto sexual de una mujer. Loo y aclamo el amor "a la griega" por los efebos y sin embargo no lo practico ni secundo. Admiro sin imitar, atisbo sin atreverme, observo complacido sin participar. Oh, terrible servidumbre esta de ser hombre, machote y del Real Madrid. Oh,que tara esta que padezco que sólo presento armas ante unas caderas anchas y abotargadas, un pecho flácido y una oquedad gelatinosa entre las ingles. Si habéis llegado hasta aquí ya os habréis dado cuenta. El ladrillo no vale mucho, pero la felicitación y los buenos deseos para este 2014 que acabamos de inaugurar, es amorosa y sincera. No todo está perdido.