Sánchez es el primer político que tiene los cojones, sí, los cojones, de actuar conforme a la realidad española.
La realidad española, todos lo sospechábamos, es que el votante no penaliza la mentira. La realidad española es que no se le pasa a nadie una factura por decir digo y luego Diego. Ni por contradecirse. Ni por la falta de coherencia entre la ideología, los discursos y los actos. A nadie se le pasa factura por incumplir promesas electorales. No siquiera por prometer una cosa y hacer la radicalmente contraria. Ni por pactar con el enemigo. Por supuesto tampoco por poner, a dedo, a quien convenga para los propios intereses donde no debería haber nadie partidista. Ni por inflar cargos, crear sillones, poltronas, chiringuitos, abrevaderos, pesebres y su puta madre. El electorado puede pasar factura por otras cosas, pero por estas no.
Así pues, Sánchez ha dicho "Pues qué pollas, si esto sale gratis, lo hago por toda la puta cara. Miento. Me contradigo. Hoy es un sueño lo que ayer era una pesadilla. Tiendo la mano a estos mientras en la otra blando una daga. Pongo aquí, por toda la putísima cara, a una fulana que más partidista no puede ser para que me haga lo que yo no puedo hacer directamente. Ayer prometí esto, hoy lo incumplo y AQUÍ NO PASA NADA. Hoy pacto con los que ayer dije que no iba ni a tomar el sol. Qué más da. A tomar por culo, joder, a tomar por el puto culo. Si nadie me pasa factura por esto, arramplo con todo y no me va a dar ni un poquito de calor en la cara".
Ya iba siendo hora de que saliera uno que dijera "mira, vamos a dejarnos de leches y de paripés" y actuara sin máscara.
Lo acojonante es que los hay que intentan justificar lo que él claramente ni se molesta en justificar. El tío va sin máscara, mintiendo descaradamente, sin ocultarlo, y sin sonrojo y otros dicen que no, que dice la verdad.