Cataluña es una parte de España. No tiene, por tanto, ningún puto derecho a decidir una puta mierda autónomamente, ya que este derecho recae sobre el todo, y no sobre una sola de las diecisiete partes. En el momento en el que la parte se entiende como un todo diferente al todo del que forma parte, a tomar por culo la bicicleta. Y a partir de ahí, si entras en ese juego, ya no te queda más remedio que seguir aceptando ese marco de referencia. Una vez que aceptas que España habla de tú a tú con Cataluña estás aceptando implícitamente que son otro país, porque estás hablando en el mismo plano, al mismo nivel, y no de abajo para arriba.
A esto es a lo que juegan los indepes desde el minuto uno: a establecer su marco de referencia tergiversando palabras, irreal, falso y mentiroso, y a que se juegue en un campo donde la línea de fuera de banda la marcan ellos y está ora aquí, ora allá. Como el contrario lleve la pelota por un lado, esa línea se moverá hasta dejar la pelota fuera del campo; si la llevan ellos, la línea se moverá de tal manera que nunca salga del campo. Si hay independencia mueven la línea para que el Barsa siga jugando la liga española, para que a España le pertenezca el pago de las pensiones o para que España asuma la parte de la deuda catalana al independizarse (por poner tres ejemplos cualesquiera). De la misma manera, si se reclama que los aeropuertos, Renfe o lo que sea vuelva al estado que los puso ahí, entonces la línea se moverá hacia el otro lado, y esas cosas serán de la puta republiqueta.
En resumen. Estos hijos de puta quieren que España haga una ley a la medida de sus intereses para desgajar una parte de su territorio y quedárselo, y, no contentos con ello, encima quieren que España les financie la operación y les deje las arcas llenas para que ellos tiren por su cuenta. Quieren que el enemigo les haga la revolución que ellos quieren y salir victoriosos de ello. Esta mierda es todo intentar convencer al otro de que se deje ganar y pague la fiesta.