Sí, ya sabemos cómo son los oficinistas con el tiempo de los plazos, no hace falta que lo recuerdes. No ha habido una diligencia retrasada nunca, nadie sabe de, v. g., un juicio que se tenía que celebrar, por ley, para el día equis y dos décadas después ahí está a medias todavía. Lo mismo da que sea rellenar un formulario que redactar un proyecto de reglamento, los plazos se cumplen igual que los presupuestos o más. Y lo que se les ve sufrir, uf, si no acaban a tiempo una instancia, ahí los tienes sudando la gota gorda porque no va a estar para mañana cuando debería de haber estado para ayer. La oficina, además, siempre a mano, sin teclados o plantillas, a papel y boli. Ojalá inventaran un ordenador para hacer estas tareas y que el tío en vez de estar escribiendo y poniendo sellos con las manos en la dura mesa estuviera, qué sé yo, sentado moviendo un ratón y jugando al solitario.
Recordad: no hay dureza más que en la oficina.