Mañana se cumplen tres meses de la entrada en vigor del dereceto que no obliga a llevar la mascarilla en exteriores. Y tres meses después, mucha gente, pero mucha, la sigue llevando... y seguirán con ella puesta por los restos. Tal es el nivel de miedo y paranoia en el que aún siguen viviendo muchas personas. Aunque también es cierto que los que las llevan ahora son minoría, pero una minoría importante.
Yo me la pongo en interiores y/o transporte público, pues, salvo en exteriores, en todos los demás casos sigue siendo obligatoria. En exteriores, JAMÁS me he puesto el trapo desde el 26 de junio.
Sigo viendo al típico
retarded en su coche particular, sólo, y con el trapo bien colocado. Ciclistas con el trapo puesto también veo alguno de vez en cuando. Gente a las doce de la noche que sacan al perrro, cayendo un diluvio, sin un ser humano en 5 kilómetros a laredonda, y ahí están plantados, con el trapo puesto y apretándose la mascarilla por la zona de la nariz, vaya que quede un resquicio por donde pueda entrar el virus chino. O gente que está comiendo en la terraza, se pasan un montón de tiempo bebiendo, comiendo y charlando, y cuando terminan, nada más pagar y ponerse de pie, se ponen corriendo la mascarilla...
En fin, queda trapo para RATO. Aunque mañana quitaran totalmente su obligatoriedad, vamos a seguir viendo a peña con mascarilla durante muchísimo tiempo, más del que nos podemos imaginar.
Por cierto, ayer estuve leyendo un informe del Banco de España sobre la recuperación y sobre cómo las familias no terminan de volver a consumir, a gastar. Dice el Banco de España que el ahorro familiar va a seguir aumentando (ya va por 117.000 millones e euros) y hay una frase que me llamó la atención, sobre todo pensando en esa España post-pandemia, en sus gentes y en cómo van vivir a partir de entonces. La frase es esta: "Una parte del gasto en ocio de las familias se ha perdido para siempre".
En fin, buenas tardes.