Nadie con un mínimo discernimiento puede creer que la Medicina es una ciencia exacta. Es más, al ser tan extraordinariamente variable e impredecible, creo que está en el límite de poder ser considerada una ciencia. Más bien se trata de una disciplina que aúna conocimientos aplicados de otras materias (Genética, Bioingenieria, Farmacia, Óptica) con intuición, psicología, artesanía, y algo de componente humanístico.
El corolario lógico es que en Medicina todo es discutible. Ahora bien, la cuestión es el cómo.
Creo que todos recordarán el caso del oncólogo Baselga, que arruinó su carrera en EEUU por obviar conflictos de intereses en varios artículos publicados: cobraba de las empresas que fabricaban un antitumoral (legítimo) pero sin comunicarlo en sus publicaciones acerca de los resultados de ese producto (tramposo). Es decir, que es lícito que alguien te pague para que hables bondades de su producto, pero no puedes ocultarlo. Como ven, la libertad de expresión tiene sus límites.
Cualquier opinión discordante en el mundo médico debe ser bien fundamentada, como ya se ha dicho, con abundante y serio material bibliográfico. En segundo lugar, debe ser acorde con tu experiencia y nicho profesional (el magufo de Lugo es Urólogo, y meter ópticas por la polla no confiere conocimientos de Epidemiología ni de Medicina Interna. Un residente de segundo año no resultaría creíble rebatiendo a un Jefe de Servicio con 100 publicaciones). En tercer lugar, debe estar exenta de mala fe y de toxicidades debidas a venganzas personales y peculiaridades de carácter (el tocapelotas que polemiza por todo a lomos de su ego es un clásico en todos los congresos). También debe respetar el principio sagrado de nuestra profesión: primum non nocere, porque ser médico también es informar y si desinformas como portavoz de una información de tufo terraplanista llamada Médicos por la Verdad (el resto debemos refocilarnos en el error por deporte) creando un peligro cierto y una falta total de respeto a la lex artis, te mereces que te aparten de la profesión una temporada, o para siempre si reincides. Aparte de perder para siempre el respeto de tus colegas.
Todos podemos entender la diferencia entre un cirujano que opina acerca de si un implante en un ojo, un hueso o una arteria puede ser mejor o peor que otro, y entre el que defiende que el mejor método para mejorar las tasas de infección postoperatoria es sacarse la mascarilla a mitad de la intervención y escupir en el campo operatorio. Y también la que hay entre un epidemiólogo serio y un lacayo del poder que bendice manifestaciones masivas al inicio de una pandemia.