Entre los últimos que han engordado las estadísticas de muertos covid en Euskadi están, ojo al dato, un señor operado del corazón y que había sufrido varios infartos durante su vida; Conocido de las enfermeras de la UCI del hospital Donostia de las noches que se había pasado allí en los últimos tiempos. Pero lo ha matado el puto pangolin. También hay una señora que nació cuando Franco era corneta, pero nada, la culpa del covid. Y así seguimos engordando esa mentira de los muertos por coronavirus
Muchos años de guardias y de firmar certificados de defunción de pacientes ingresados que entregaron la cuchara durante el turno hacen que no me sean extraños los conceptos de casuística mortuoria, que tuve que rellenar con mi firma al final para los imprescindibles tratos con las funerarias. Digamos que se pueden manejar tres términos: causa fundamental de la muerte, la que inicia el proceso que lleva al óbito, a veces bastante tiempo antes, causa inmediata, la que determina la estocada final, y, por el medio, causas intermedias que pueden agravar el asunto.
Por ejemplo, un paciente anciano pluripatológico se fractura la cadera (causa fundamental), 5 días después hace un embolismo graso que agrava su estado (causa intermedia) y, finalmente hace una parada cardiorrespiratoria (causa inmediata). Creo que se entiende.
Si no estoy mal informado, alrededor de la mitad de los muertos reales de coronavirus, unos 40.000, eran ingresados en residencias. Por definición, pacientes con poca autonomía personal, edad casi siempre avanzada y bastante lastre de enfermedades. Probablemente sin el Covid muchos no hubiesen llegado hasta aquí, aunque no de manera tan masiva como ha sucedido. Entre los no ingresados, predominio abrumador de gente muy anciana, con enfermedades degenerativas, tumorales, Alzheimer, etc aunque a algunos sanos les tocó la lotería.
Ello quiere decir que elucubrar si el Covid fue la causa más importante o un factor coadyuvante en la muerte de esas personas entra en el territorio de la paja mental. Ahora bien, no puede negarse que sin su concurso, como cualquiera de las tres causas, no se hubiese producido esa mortalidad masiva, aunque en muchos casos privase a sus víctimas de una esperanza de vida muy breve y en condiciones poco aptas para el disfrute. La gripe hace lo mismo cada año, con menor contagiosidad y letalidad, por supuesto.