El chaval me disparó dos veces, pero al ver que seguía avanzando hacia él, se meo en los pantalones. Tenía una bonita pistola, una de esas TEC-9 que están arrasando tanto entre los traficantes callejeros, pero que carecen de potencia.
Las balas picaron un poco, pero no tenían lo que hay que tener para detenerme. Cuando sentí los proyectiles salir por mi espalda seguí avanzando, porque una cosa esta clara: si se te ocurre dispararme te mato. Es Así de sencillo.
Era un mocoso escuálido que parecía puertorriqueño. Llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros. Estaba jugando con la pistola sin hacer el menor gesto de esconderla. Gritaba y se ponía a enseñarsela a todo el mundo, y cuando le reprendí se rió de mí y no se le ocurrio otra cosa que pegarme dos tiros.
Me alegra decir que su actitud cambió inmediatamente, al menos en los 10 o 15 segundos posteriores. Llegué hasta el lugar donde se ocultaba (un Chevi Impala oxidado) cuando aun se preparaba para escapar.
A partir de ahí fue fácil. Con un golpe le arranqué la pistola de la mano y con otro le metí el puño en los intestinos. En su cara se dibujó esa expresión de "Oh" que he visto en tantos soldados con un tiro en las tripas.
Se derrumbó con un curioso sonido mientras le sacaba la mano, que estaba manchada de sangre y la mierda que hubiera comido aquel tipo por la noche. Eso me quito las ganas de vaciarle mientras se desangraba, así que me limpié como pude y me incliné sobre él. Estaba temblando por la conmoción. Como si me importara...
-"Escucha imbecil" le dije. "Estas muerto. Esa herida va a acabar contigo, aunque no te desangres. Pero voy a ofrecerte un trato. Antes era un buen católico, así que voy a darte unos segundos para que hagas algún tipo de confesión. Luego voy a meterte el dedo en el ojo izquierdo y te voy a liberar de tus miserias. ¿Entiendes?...
Asintió y empezó a rezar. Yo me puse a contar...
(este relato corto está extraido del libro "Vampiro, la mascarada", me parecio interesante compartirlo por su expresividad e intensidad, seguro que alguien sabrá apreciarlo :)
Las balas picaron un poco, pero no tenían lo que hay que tener para detenerme. Cuando sentí los proyectiles salir por mi espalda seguí avanzando, porque una cosa esta clara: si se te ocurre dispararme te mato. Es Así de sencillo.
Era un mocoso escuálido que parecía puertorriqueño. Llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros. Estaba jugando con la pistola sin hacer el menor gesto de esconderla. Gritaba y se ponía a enseñarsela a todo el mundo, y cuando le reprendí se rió de mí y no se le ocurrio otra cosa que pegarme dos tiros.
Me alegra decir que su actitud cambió inmediatamente, al menos en los 10 o 15 segundos posteriores. Llegué hasta el lugar donde se ocultaba (un Chevi Impala oxidado) cuando aun se preparaba para escapar.
A partir de ahí fue fácil. Con un golpe le arranqué la pistola de la mano y con otro le metí el puño en los intestinos. En su cara se dibujó esa expresión de "Oh" que he visto en tantos soldados con un tiro en las tripas.
Se derrumbó con un curioso sonido mientras le sacaba la mano, que estaba manchada de sangre y la mierda que hubiera comido aquel tipo por la noche. Eso me quito las ganas de vaciarle mientras se desangraba, así que me limpié como pude y me incliné sobre él. Estaba temblando por la conmoción. Como si me importara...
-"Escucha imbecil" le dije. "Estas muerto. Esa herida va a acabar contigo, aunque no te desangres. Pero voy a ofrecerte un trato. Antes era un buen católico, así que voy a darte unos segundos para que hagas algún tipo de confesión. Luego voy a meterte el dedo en el ojo izquierdo y te voy a liberar de tus miserias. ¿Entiendes?...
Asintió y empezó a rezar. Yo me puse a contar...
(este relato corto está extraido del libro "Vampiro, la mascarada", me parecio interesante compartirlo por su expresividad e intensidad, seguro que alguien sabrá apreciarlo :)