Bueno, podemos hablar del Camino, o si eso lo dejamos para Conversaciones con Sk8r boy. You choose.
En el capítulo anterior hablábamos un poco de las nacionalidades y perfiles de los caminantes. Pues bien, hoy pasaré a relatarles las rutinas y patrones que veía repetirse en los peregrinos, que a estas alturas del viaje, ya venían amansados por unas cuantas etapas desde Roncesvalles. Podría decirse que muchos ya estaban imbuidos de la mística, que pasaré a desmontar un poco sin desmerecerla. También tocaré temas más mundanos y demás incidencias médicas, vitales, sepsuales y de toda índole que afectan a estos
billetes con patas.
Hablando de billetes con patas. Los que hacen caja con el Camino, a menudo son gentes honradas y trabajadoras, pero también es alto el porcentaje de gente que ve dinero fácil. Muy fácil. Y no escatimarán en malas artes, acciones jurídicas y prevaricaciones varias. Todo esto ocurre mientras
the walking dead se sumergen en
deep conversations and shit a la sombra de un pino, o trasegando un plato combinado con jarra de cermeza a la vera de un ciprés que asoma junto a un pequeño camposanto.
Bueno, lo que se ha dicho antes. Que al ir por etapas, una al día, es normal que personas que inician el Camino a la vez, vayan caminando juntas o en grupitos, y vayan coincidiendo poco a poco en distintos descansos, albergues, etc. Charletas similares a las que se tienen en vuelos de larga distancia, de esos en los que te cuentas tu puta vida en doce horas y no sabes muy bien por qué. Tal vez porque pa una vez que sales de casa al gran mundo, pues dejas atrás tu yo con sus caretas para la cotidianeidad, y pasas a ser tu yo ocioso y libre, tampoco exento de máscaras (Los graciosines o egocéntricos se recrean en situaciones como éstas. Mindundis que se re-invent-an cuando nadie les conoce, como Lisa la Empollona y sus hamijitos guachis de la playa). A la altura de La Rioja, tras un buen puñado de días caminando, ya se abrazan y todo. Hamijos para siempre güilyulolgüeisbimaifren...
Se percibe, en esas chupipandis, a menudo mixtas, cierto
animus fornicandi por parte del personal. Se empiezan a ver a los alfas rapiñeando a las jenvras, que también tienen sus jerarquías, de más hiperpetables, a las vergonzosamente estrujables. Sobre todo en las cenas, al final del día. Con los vinitos y tal.
Es ahora cuando meto el hanecdotón de la ronda nocturna, las bragas usadas y la visita a urgencias. Días de zambomba y ácido clavulánico.
Verán, hallábame en el turno de noche, libre y ocioso tras las labores administrativas, e hice la ronda nocturna a ver si todo limpio y en orden. Casualmente, en el vestuario femenino, vi unas bragas junto a la ducha. Usadas, para regocijo de mi alma de violador.
Me las eché al bolsillo y me fui al cuarto de baño a pegarle unas esnifadas que ni Silvia Charro en Nochebuena. La chorra como mármol de Carrara. Paja olímpica con muchos matices y extras. Imagínenense las bragas de una peregrina después de un día de aventuras... La saluc pa los que nos va este rollo. Mejor que follar, bajo mi humilde punto de vista. Olor a culo por aquí, a meao por allá. A chichi del día. No sé. Cayeron dos o tres makukas de fuego.
El caso es que, al igual que en un capítulo de House, algo me pasó al interior del organismo, que al cabo de unos días, acabé con los ganglios de la garganta inflamaos. Fuerte dolor al tragar. Vale. Fui a mi Starrowqueer11 de confianza, y me recetó antibióticos. Como hacía poco que ya había pasado por otro tratamiento de antibióticos, pues acabé con el estómago hecho Cristo y reflujo ácido. El caso es que debido a esto, me entró un ataque de hipo de unas 24 horas con sus sesenta minutos de sesenta segundos cada uno. Fui a urgencias, y justo antes de clasificación, se me pasó. Quedé como un gilipichis.
Moraleja: el placer se paga con dolor, que cantaban los yeyés drogadictos de Sidonie.
Continuará...