Cortopego un ladrillo del colegui pelopolla con voz de castratti:
"Estamos gobernados por canallas y eso hay que gritarlo. Esta mañana, con mi bólido inútil por culpa de los parkímetros, he tenido que ir en metro a cumplir con mis obligaciones (el estudio, las chicas, etc.) y he vuelto a enfrentarme al confuso sistema que han impuesto para comprar los billetes. Ahora y desde hace unos meses es necesario indicar la estación hacia la que te diriges para comprar el ticket. Esto entorpece la operación y establece una atadura absurda y molesta, puesto que es fácil que en pleno viaje uno quiera cambiar de destino o hacer un trayecto distinto al que había previsto. Yo, que soy partidario de las protestas que hay que mirar con lupa y de las picaduras de pulga al Sistema, nunca elijo la estación a la que voy, si hago un trayecto corto (estos tienen siempre el mismo precio: 1,50) pulso sobre la primera que veo y me muevo libre por los túneles con mi billete mentiroso.
Pues hoy, mientras iba desde Moncloa (el sitio de los locales con olor a fotocopiadora y el estudio) hacia "El Centro" (el sitio donde están las chicas más interesantes que las de Moncloa), ha pasado lo que tenía que pasar: un revisor, a la salida de la estación de Tribunal me ha pedido mi billete. Comprobándolo ha descubierto que mi destino no iba a ser Tribunal, sino Cuatro Caminos y me ha dicho que me tenía que multar. Entonces yo le he contestado que no, que no quería que me multara y que en ningún caso iba a pagar esa multa y que Madrid era de todos y del aire que se toca como en los cuadros de Velázquez, que, si eso, el Metro era de las chicas a las que menciona y sigue Umbral y que si me daba un papel con la multa la rompería y empezaría a gritar. He aclarado que no iba a usar la violencia, (esto más bien porque soy enclenque y la violencia de uno solo no resiste la presencia de la primera porra) y he roto, efectivamente, la multa que me ha entregado. Entonce me ha dado otra y me he puesto a gritar. He gritado furiosamente "ANA BOTELLA HIJA DE LA GRAN PUTA" pero la excitación también me ha llevado a lanzar confusamente algún que otro lema situacionista que ya no recuerdo y que, creo, tampoco recordaba del todo ni cuando lo hacía resonar sobre la cabeza de los modernos de la estación de Tribunal.
Al revuelo han acudido un par de guardias jurado y el revisor les ha explicado la situación. Me han dicho que debía dejar de gritar y recoger la multa o llamarían a la policía. Yo he repetido que en ningún caso recogería esa multa y he vuelto a gritar. Lo guardias jurado eran chicos de nuestro tiempo, no eran esos brutos ajenos a los derechos, la humanidad y el pudor que nos solemos imaginar después del escándalo de hace unos años y no sólo no me han tocado sino que me han dado un pequeño margen para dejar de gritar antes de llamar a la policía. En esta segunda ocasión lo que he gritado ha sido "IGNACIO GONZÁLEZ HIJO DE LA GRAN PUTA".
Ha llegado la policía y yo me he callado mientras les ponían al tanto. Los policías eran locales y sus uniformes de azul claro no imponían demasiado. Me han dicho lo de siempre y han añadido que si me empeñaba en seguir montando escándalo, me detendrían por desobediencia a la autoridad. Yo les he contestado como a los anteriores y ahora, en presencia de un revisor, dos guardias jurado, dos policías locales y la multitud malasañera de ilustradores, diseñadores, promesas de la literatura y teclistas que tocan el sinte en grupos indies, me he retorcido esforzándome para que mi "CRISTINA CIFUENTES HIJA DE LA GRAN PUTA" se oyera por todos los pasillos y escaleras. Los policías me han indicado el camino a la calle y yo les he seguido, mientras gritaba y sin resistirme. Ya en la calle he seguido profiriendo insultos contra la HIJA DE LA GRAN PUTA de Cristina Cifuentes y, despotricando de su marido el ladrón, me he montado en el Renault Scenic policial. Durante el viaje hasta comisaría no he gritado porque los hombres tenían puesto Radio Marca y yo quería saber qué pasaba con el Atleti.
En la comisaría me han conducido por pasillos y dependencias hasta el calabozo. Por el camino me han contado cosas que no he podido oír bien porque mis gritos las tapaban y una vez allí decidí que había llegado el momento de pasar al "GALLARDÓN HIJO DE LA GRAN PUTA". Un par de tipos que también estaban dentro, el uno con pinta de borracho inofensivo, el otro diciéndome que sabía cómo pillar caballo en cuanto saliera de allí, se han unido a mi causa y la desesperación del policía que vigilaba aquello me ha llevado, de manera urgente, ante un juez.
Un juez merece respeto y por eso me he presentado ante él callado y tranquilo. Parecía conocer todo lo ocurrido y después de preguntarme si tenía algo que añadir a mi historia ("señoría, así como lo cuenta parece muy prosaico, pero esto es una cosa seria, que yo ya no puedo callarme, pero bueno, en general está todo bien"), me ha propuesto salir libre y sin cargos con tal de que abonara los dichosos 50 euros de multa. Al oír hablar de la multa un resorte se ha activado y no he dejado de gritar "MARÍA DOLORES DE COSPEDAL HIJA DE PUTA" hasta que me han sacado a rastras de la sala del juzgado.
Los policías ya no sabían qué hacer, algunos incluso se reían, otros me consideraban alguien muy peligroso, hubo incluso, desde los más leídos, alguna mención a Bartleby. Creo que a esas alturas sabían que absolutamente nada iba a hacerme callar y que, dejarme en la calle, después de todo, sería injusto y buscarse un problema mayor. Entonces a uno se le ocurrió una irregularidad. Me llevaron al ayuntamiento y, gracias a sus uniformes, pudimos llegar hasta el despacho de Ana Botella. Estaba firmando papeles con el gesto de quien dormita y en cuanto entré se sobresaltó al escuchar un "ANA BOTELLA HIJA DE LA GRAN PUTA". Ella empezó a gritar, los policías le explicaron que yo no era peligroso y que igual lo mejor para todos sería que me aguantara un par de minutos. En efecto, yo la llamé HIJA DE LA GRAN PUTA otras cinco veces y me quedé callado. Ella estaba paralizada, con la cara descompuesta por el pánico y no dijo nada según salía de su despacho acompañado por mis nuevos aliados.
Ahora en Cibeles volví a gritar y es que se me había olvidado algo importante: MARIANO RAJOY HIJO DE LA GRAN PUTA. Los policías, que volvían a estar confundidos, decidieron seguir por la vía que ya habían ensayado con éxito. Sirenas en alto y disfrutando de mi silencio, condujeron hasta el Palacio de la Moncloa. Cuando entré en el despacho del Presidente, él estaba comiéndose unas anchoas, reciente regalo de Revilla, que aunque les odie a todos sigue mandando de vez en cuando sus manjares como a nosotros nos perjudica con sus apariciones en televisión. Rajoy me miró sin entender, el gesto era más bien afable, atontado, del que no se entera y prefiere no mirar. Pero eso no exime de ser un hijo de puta, así que así se lo dije: MARIANO RAJOY HIJO DE PUTA.
El gallego, menos asustadizo que la puta de la alcaldesa preguntó por mis motivos. Los policías le hablaron del billete de metro y de mi posible trastorno, de que esa parecía la única manera de que me curara y le pidieron, por favor, que me diera unos segundos. Yo seguí con mis improperios hasta que me quedé sin aliento y entonces hice un gesto y todos nos fuimos. El gallego, a todo esto, no hizo más que torcer un poco la boca.
Les pregunté a los policías si seguía teniendo que pagar la multa y me contestaron que sí, que ya bastante habían hecho pero que ellos no tenían poder para retirármela. Entonce empecé a gritar contra el PUTO REY Y SU PUTA FAMILIA DE PARÁSITOS. Tuvieron que ponerse el uniforme de gala de la policía local para poder entrar en la Zarzuela, pero lo cierto es que, los que ya eran mis amigos y después de mil carambolas y excusas me pusieron ante el Rey de España. Le grité HIJO DE PUTA hasta que me harté. Con los ojos abotargados y el habla torpe, el monarca preguntó por lo que ocurría y cuando le hablaron del metro y el nuevo sistema para comprar los billetes dijo: "claro, es que es un sistema canallesco. Haciendo esas cosas no me extraña que piensen que somos todos unos hijos de puta."
Que todo es maremagnum de fantasía y plagio bien regado de imprecaciones no contenga ni un solo Azetaú Puta me parece ofensivo.