No teneis elección, plebeyos. Da igual lo que digáis, lo que penséis o lo que juréis no volver hacer. Volveréis a caer, volveréis a anhelar a una mujer y volveréis a desear poseer y ser poseídos. Porque no es vuestra competencia controlar sentimientos y porque lo único que os queda es la conciencia para reconocerlos.
¿A quién queréis engañar? Contad que os agrada nuestra piel, que buscáis oirnos al otro lado del teléfono, que se os dibuja una sonrisa estúpida cuando alguien hace un gesto nuestro y que en alguna ocasión, nos habéis mirado mientras dormimos.
Malditos hombres, una lección de humildad os daba evaporando a la mujer de la faz de la tierra. Os dejaría solos, rodeados de penes, de extenuada y agotadora complicidad masculina. Observando en el Museo a Los Meninos y leyendo "Al puto que se llevó mis poemas". Grandes carencias emocionales os afligirían, entraríais en un abismo de soledad extrema, cayendo en la bebida y muriendo a los pocos años de cirrosis.
Buscaríais por todos lados aquello a lo que llamabais mujer pero ya sería tarde. Nosotras ya viviríamos en otro planeta de una composición, estructura y atmósfera favorables a la de la Tierra y no os echaríamos de menos, en nuestro nuevo planeta viviríamos rodeadas de unos seres superiores en inteligencia al Homo sapiens y dotados de penes de 28 cm. Penes que nunca podríamos poseer por miedo al desgarramiento vaginal, pero que molarían.
Admitidlo, nos necesitais.
Un bechi