La vi un día, nos encontramos de forma casual, fuimos a tomar algo (odio la expresión "tomar algo", la tengo aburrida hasta la náusea, me jode escribirla pero eso es lo que hicimos) estuvimos un buen rato hablando de temas varios, el tiempo pasaba y pasaba y ni yo ni ella teníamos ganas de despedirnos, así que tras la charla fuimos al cine, ya que ambos queríamos ver una peli y encontramos un cine donde la ponían en V.O. (yeah).
La película -Moon- resultó ser un peliculón, y salimos de lo más entusiasmados, satisfechos y radiantes. Yo desde luego estaba más feliz que nunca, lo notaba joder, lo notaba con una gran intensidad, como cuando te clavan una jeringuilla y sientes el pinchazo, pues así sentía la felicidad yo en ese momento, punzante, desgarradora. Pensaréis que estoy exagerando y que me estoy poniendo cursi y os daré hasta asco, pero es que esa mujer siempre ha sido una especie de amor platónico desde que la vi a lo lejos y en ese momento era como mía.
Le dije:
-Vámonos a cenar.
- Sí, se ha hecho un poco tarde y yo ya tengo hambre.
Buscamos un restaurante y allí cenamos. Nos mirábamos y era todo muy natural, muy normal. Nadie ni nada parecía estar fuera de lugar. Más bien todo al contrario. Digo esto por la manía y la falacia de la diferencia de edad que tantos y tantas pugnan y denostan. A esas alturas de la noche yo ya me había olvidado de todo lo que rondaba por mi cabeza horas antes: facturas por pagar, la citación al juzgado, la mudanza y en fin, todo eso ya no me preocupaba para nada y yo se lo hice saber, le dije que desde que estaba con ella había sido como un fuego purificador, un ángel de la guarda o como queráis llamarlo. Aquí sé que me estoy poniendo más cursi que de costumbre pero joder, es la pura verdad.
Ella se puso tierna. Estaba claro que la temperatura iba aumentando y era el momento de hacer algo al respecto:
-Gloria, vámonos.
Pagamos la cuenta, subimos a su coche y le indique donde estaba mi casa. Le dije que subiera, que ya era muy tarde y que no hacía falta que volviera conduciendo a su casa a esas horas. Dudó por unos momentos, al final subió. Estaba muy claro lo que iba a pasar, tan claro como el agua cristalina. Un hombre y una mujer, quedan a solas, altas horas de la noche, feeling in crescendo, una casa vacía y una gran cama de matrimonio. Todo era maravilloso.
Debido a la mudanza, toda mi casa estaba bastante vacía, rollo minimalista, y además toda bien limpita y ordenada. Le gustó bastante y me lo dijo. Yo estaba bastante cansado, así que me tumbé en el sofá cowboy style y con un gesto le dije que hiciera lo mismo. Vino y se acurrucó junto a mí como hacen los gatos con sus dueños. Como acto reflejo e instintivo la abracé, hundí mi nariz en su pelo y aspiré suavemente. No solo era guapísima y tenía un buen culo, amén de simpática, sino que además olía a frescura, a juventud, era un ángel. Hasta el nombre -Gloria- le encajaba perfectamente.