En una inmersión en unas islas cerca de Girona, islas Medas, nos metimos en una cueva que descencía desde unos 5 metros hasta el fondo, un arenal, situado a unos 15 o 20 metros.
Eramos 2, mi colega primero, y yo en la cola, la verdad que ambos teníamos esperiencia en éstos temas.
La cosa pintaba bien, un tubo estrecho, pero que permitía el paso holgadamente, en las paredes de la cueva, con buenos focos se veían bogavantes, alguna langosta pequeña,
en fin, bichos de mar.
En una de éstas, supongo que una roca, o algo así, me quitó el regulador de la boca, eché mano atrás, pero las estrechuras no me dejaban localizar el aparato, ni el segundo de repuesto.
Con tranquilidad, pegué un par de aletadas y estiré del pie al compañero, éste, que no podía girarse, pero que la intuición le llevó a pensar que algo pasaba, empezó a aletear
hasta el fondo.
Llegamos a la salida en unos 10-15 segundos interminables, e intenté llegar hasta el regulador del compañero, pero estaba a bastante distancia.
Ya no recuerdo más, según me contó, tiró del cordón del chaleco y subí hasta arriba, en el barco, parece ser que me dieron unos golpes y reaccioné, para mí que se me cagaron en el pecho,
o eso, o me había ido yo de bareta en el neopreno.
Aquí el sitio de mi casi última morada.