Victor I
Freak
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Becerro de oro rebuznó:(...)
En fin, asco de gentuza y ojalá el pueblo catalán desborde a Artur I al amagador y fuerze a toda esta caterva de bandoleros a marchar hacia adelante si o si.
No hay que preocuparse, esto ya es irreversible, sobre todo por parte de los independentistas españoles, cada vez más convencidos de los beneficios de una España más concentrada y auténtica. El discurso de la pluralidad, de la España diversa, del federalismo, simétrico o asimétrico, o del respeto a la riqueza lingüística y cultural de esta nación de naciones, se les vino abajo el 11 de septiembre, como años ha, las torres gemelas se desplomaron de la mano del sueño de invulnerabilidad americano. No hay coartadas, ni excusas, ni efugios dictatoriales, hay un pueblo que confirma una sospecha que algunos llevamos tiempo proclamando. Es legítimo, es necesario y en este caso, obligado cruzar el Rubicón y dejar caer las máscaras.
Dentro de un mes puede ganar el PP con mayoría absoluta y declarar entre masivas manifestaciones de apoyo, la abolición del catalán, las sardanas y los calçots. Da igual, el mesatario ya ha aprendido la lección, ya sabe distinguir entre una cuestión sentimental, un regreso arrepentido y sincero a la madre patria y una operación de marketing. Cataluña, y no lo estoy criticando, tan sólo lo describo, no siente la patria común, la pondera, la evalúa y echa cuentas. El amor, que diría San Pablo a los Romanos, es la entrega sin límites, ese tipo de entrega que se llega a gala en Castilla, ese tipo de entrega que distingue a los héroes de Annual y a los de Filipinas, ese amor que no que no se devalúa en la derrota, ese fervor patriótico del último centinela resistiendo en la ajada atalaya de los siglos.
Yo no le puedo pedir a un catalán que ame a España como yo la amo, no hay reproche posible, no soy tan fanático en mis querencias. Un catalán ama y se sacrifica por un payes del Delta o por un artesano de la Garrotxa, no por un pastor leonés o un marinero de luces de la costa gaditana. Lo que le pido yo a un catalán es que se defina sin ambages, que sea valiente y diga finalmente "Indapandansia, sin piruetas verbales, ni regates lingüísticos ni amagos de trilero. Cataluña se merece ser un nuevo estado de Europa, y por la parte que me toca, España se merece ser tan España como sea posible.