Candela
Freak
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Murió mi abuelo y tuvimos que enterrarlo. Quiero compartir mi experiencia con vosotros porque me resultó algo curioso. La falta de trato continuado hizo que si bien me diera pena su muerte, no la sintiera hasta el punto de la profunda congoja, lo que hizo que tanto en el velatorio como en el entierro, no pudiera sino asombrarme de los comportamientos ajenos. Nunca se como comportarme en eventos y en sociedad, pero el sentido común me hizo pensar que adoptando un semblante serio y dando un abrazo apretado a los más cercanos al difunto resultaría adecuado y no llamaría la atención.
Al entrar al tanatorio, las hijas del difunto lloraban. Me acerqué y les dí el pésame. Algunas habían acudido corriendo a la llamada, iban sin peinar y en chándal negro. Otras parecía que habían sacado tiempo para la peluquería y todo, esas eran las que más fuerte lloraban. Me pareció muy teatral, puesto que las de trato más cercano y que más querían al difunto simplemente estaban serias, las del teatro eran las apenas tenían trato con el finado. Nada más entrar, una de las hijas me cogió del brazo y me dijo: "¡mira, miralo!", y me arrastró hasta el ataúd abierto, sin apenas darme tiempo a prepararme para mirar cara a cara a la muerte. Ala, allí estaba. Los tanatoesteticistas (o como se llamen) habían dejado a una persona viejísima prácticamente sin arrugas, y al pegarle la boca para evitar la salida de secreciones, le habían dejado un rictus parecido al de las chonis en las fotos de la época del 2000. No estaba mal, pero pensé que el resultado era mejorable. Las hijas comentaban lo natural, lo angelical del cadáver. Les di la razón y observé. Me sentí obligado a observar el cadáver durante largo rato para mostrar mi respeto. Tras un rato, eso me empezó a resultar aburrido, y esperé a ver si se producía alguno de los espasmos propios de las primeras horas de la muerte para ver si le daba un poco de emoción al asunto, pero no.
Me resultó curioso. No sentía nada al observar al muerto. Tampoco impresión por ver un cadáver, era el segundo que observaba en mi vida. ¿Porqué si era un familiar cercano no sentía ganas de llorar, ni siquiera una leve presión en el externón? Cuando veo un animal muerto a veces no he podido contener una lágrima ¿Porqué tomé el papel del observador externo omnisciente?
Mi padre parecía estar borracho ante la muerte de su suegro. Borracho de alcohol, no de dolor ni de alegría. Empezó a hacerme bromas y a pisarme las puntas de los zapatos que yo en casa había lustrado. Hombre, un poco de sentido común.
Al rato de estar allí, empezó a aparecer gente del pueblo. La sobriedad se fue transformando en charlas y en murmullo de fondo, y parecía estar en un bar en lugar de en un entierro. Luego son los foreros los que no se saben comportar... pero joder, yo entendí mi papel y guardaba las formas, pero es que aquello se estaba transformando en una reunión de los pueblerinos para preguntarse por la familia, ni siquiera miraban al difunto. Cuando ya me había saludado todo el mundo, algunas personas incluso dos veces, y me di cuenta de que no pintaba nada allí porque no tenía intención de entrar en las conversaciones de bar ni de hablar de lo mucho que había crecido desde que aquellos pueblerinos me vieron desollarme las rodillas en bicicleta a los 12 años, me fui.
Tenía yo esos días una diarrea y unas náuseas propias del malestar de año nuevo todavía, y temía cagarme o vomitar en medio de la elegante sala, pero por suerte pude salir corriendo al baño, y allí eché todo lo echable, por suerte de forma silenciosa y elegante, que no inodora.
En la misa del día siguiente, no hubo nadie puntual salvo las hijas, yo, los de la funeraria, el cura y el muerto. Faltaban brazos para llevar el ataúd, y pillaron por banda a un cuñado de la vida que había por allí, enorme y altísimo. Total, que de las 6 personas, cada uno tenía una altura, y se pusieron irregularmente a cargar el ataúd, que iba tambaleante camino al altar. El lol me poseyó. Crucé una mirada con mi hermana, y la poseyó a ella. Pensábamos lo mismo. Eso se iba a caer para algún lado, y se iba a abrir, y las viejas se iban a desmayar y todo eso. Pero no, llegó a buen puerto.
A la salida, me arrastraron al bar, mientras la gente lloraba y tal.
En el cementerio, de nuevo el paseo a hombros del ataúd. Llevando el coche fúnebre un carrito con ruedas no entendí la necesidad, pero bueno. Esta vez cogieron sólo a los más altos, como hace la vida. Mas gente desconocia que me conocía a mí, sin yo conocerlos a ellos. Las viejas me besaban y me cogían el brazo, apretándome y midiéndome la porra. Not my target.
Tras meter el ataúd, un albañil procedió a tapar el hueco con ladrillos. Más de doscientas personas observando al albañil. Se le cayó un ladrillo de los nervios. El lol hizo mella en mí. Simulé llorar, no me quedó otra, porque se me escapó la carcajada, que ahogué como pude. Magnífico enyesado y ejecución, un profesional.
Una prima con la que hubo un baile muy apretado en una boda, se acercó a mí para contarme cosas, abrazarme y tal. Había envejecido, pero aún estaba muy buena en su chonismo. Tuve una ligera erección en el abrazo. Pero estaban ahí nuestras parejas y el tema es que aunque forero, sé guardar las formas en un entierro.
Y ya está. No hubo herencia, el dinero del difunto se lo quedó la hija que cuidaba al anciano que tenía acceso a sus cuentas, que eran nimias, cosa que por otra parte me parece bien y lógica, y sólo hubo un casuto de pueblo medio hundido a repartir entre 6 hijas.
Contad sexpex, estimados vivos de momento.
Al entrar al tanatorio, las hijas del difunto lloraban. Me acerqué y les dí el pésame. Algunas habían acudido corriendo a la llamada, iban sin peinar y en chándal negro. Otras parecía que habían sacado tiempo para la peluquería y todo, esas eran las que más fuerte lloraban. Me pareció muy teatral, puesto que las de trato más cercano y que más querían al difunto simplemente estaban serias, las del teatro eran las apenas tenían trato con el finado. Nada más entrar, una de las hijas me cogió del brazo y me dijo: "¡mira, miralo!", y me arrastró hasta el ataúd abierto, sin apenas darme tiempo a prepararme para mirar cara a cara a la muerte. Ala, allí estaba. Los tanatoesteticistas (o como se llamen) habían dejado a una persona viejísima prácticamente sin arrugas, y al pegarle la boca para evitar la salida de secreciones, le habían dejado un rictus parecido al de las chonis en las fotos de la época del 2000. No estaba mal, pero pensé que el resultado era mejorable. Las hijas comentaban lo natural, lo angelical del cadáver. Les di la razón y observé. Me sentí obligado a observar el cadáver durante largo rato para mostrar mi respeto. Tras un rato, eso me empezó a resultar aburrido, y esperé a ver si se producía alguno de los espasmos propios de las primeras horas de la muerte para ver si le daba un poco de emoción al asunto, pero no.
Me resultó curioso. No sentía nada al observar al muerto. Tampoco impresión por ver un cadáver, era el segundo que observaba en mi vida. ¿Porqué si era un familiar cercano no sentía ganas de llorar, ni siquiera una leve presión en el externón? Cuando veo un animal muerto a veces no he podido contener una lágrima ¿Porqué tomé el papel del observador externo omnisciente?
Mi padre parecía estar borracho ante la muerte de su suegro. Borracho de alcohol, no de dolor ni de alegría. Empezó a hacerme bromas y a pisarme las puntas de los zapatos que yo en casa había lustrado. Hombre, un poco de sentido común.
Al rato de estar allí, empezó a aparecer gente del pueblo. La sobriedad se fue transformando en charlas y en murmullo de fondo, y parecía estar en un bar en lugar de en un entierro. Luego son los foreros los que no se saben comportar... pero joder, yo entendí mi papel y guardaba las formas, pero es que aquello se estaba transformando en una reunión de los pueblerinos para preguntarse por la familia, ni siquiera miraban al difunto. Cuando ya me había saludado todo el mundo, algunas personas incluso dos veces, y me di cuenta de que no pintaba nada allí porque no tenía intención de entrar en las conversaciones de bar ni de hablar de lo mucho que había crecido desde que aquellos pueblerinos me vieron desollarme las rodillas en bicicleta a los 12 años, me fui.
Tenía yo esos días una diarrea y unas náuseas propias del malestar de año nuevo todavía, y temía cagarme o vomitar en medio de la elegante sala, pero por suerte pude salir corriendo al baño, y allí eché todo lo echable, por suerte de forma silenciosa y elegante, que no inodora.
En la misa del día siguiente, no hubo nadie puntual salvo las hijas, yo, los de la funeraria, el cura y el muerto. Faltaban brazos para llevar el ataúd, y pillaron por banda a un cuñado de la vida que había por allí, enorme y altísimo. Total, que de las 6 personas, cada uno tenía una altura, y se pusieron irregularmente a cargar el ataúd, que iba tambaleante camino al altar. El lol me poseyó. Crucé una mirada con mi hermana, y la poseyó a ella. Pensábamos lo mismo. Eso se iba a caer para algún lado, y se iba a abrir, y las viejas se iban a desmayar y todo eso. Pero no, llegó a buen puerto.
A la salida, me arrastraron al bar, mientras la gente lloraba y tal.
En el cementerio, de nuevo el paseo a hombros del ataúd. Llevando el coche fúnebre un carrito con ruedas no entendí la necesidad, pero bueno. Esta vez cogieron sólo a los más altos, como hace la vida. Mas gente desconocia que me conocía a mí, sin yo conocerlos a ellos. Las viejas me besaban y me cogían el brazo, apretándome y midiéndome la porra. Not my target.
Tras meter el ataúd, un albañil procedió a tapar el hueco con ladrillos. Más de doscientas personas observando al albañil. Se le cayó un ladrillo de los nervios. El lol hizo mella en mí. Simulé llorar, no me quedó otra, porque se me escapó la carcajada, que ahogué como pude. Magnífico enyesado y ejecución, un profesional.
Una prima con la que hubo un baile muy apretado en una boda, se acercó a mí para contarme cosas, abrazarme y tal. Había envejecido, pero aún estaba muy buena en su chonismo. Tuve una ligera erección en el abrazo. Pero estaban ahí nuestras parejas y el tema es que aunque forero, sé guardar las formas en un entierro.
Y ya está. No hubo herencia, el dinero del difunto se lo quedó la hija que cuidaba al anciano que tenía acceso a sus cuentas, que eran nimias, cosa que por otra parte me parece bien y lógica, y sólo hubo un casuto de pueblo medio hundido a repartir entre 6 hijas.
Contad sexpex, estimados vivos de momento.
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