Yo hoy he visto amanecer. Fue algo inopinado, regresaba a casa en la c-15 y veo un resplandor donde nunca antes lo había visto. ¿Qué será eso, porque no hay ningún pueblo por ahí para que contamine lumínicamente el precioso y despejado cielo estrellado? Me dije. Pero la luz era demasiado blanca y cada vez mayor, caí en que era el alba, que me sorprendía a medio camino y como buena criatura de la noche primero me puse algo nervioso porque la luz de la mañana, con su vitalidad, sus destellos e intensidad, me abruma. No me acordaba de la mierda esa del cambio de hora y tal.
Un amanecer con Gredos a un lado y la llanura toledana al otro, y sin un puto coche por la autovía. El contraste de las sombras revelaban los pliegues del imponente pico del Moro Almanzor, solemne, majestuoso. Como un coloso que empequeñece al que le contempla. Y el llano manchego por otro lado, con sus campos ya sembrados, labrados, esperando la lluvia que no llega para que germine el cereal. Color ocre, claroscuro, el verde grisáceo característico de la copa del árbol más bello que existe; quercus ilex.
No había relente, la cúpula celeste parecía más pura y cristalina que nunca, la vista alcanzaba hasta la linea del horizonte y todo el paisaje encajaba con armonía. Me he sentido feliz, he pensado que la vida ofrece a veces momentos mágicos. De una belleza tal que si fuesen más frecuentes el ser humano no podría soportar tanta serenidad y perfección.