Haber, mis mongolitos, hago un último esfuerzo de resistencia contra vuestro retraso.
Gobernar un país no es nada fácil y no siempre un dirigente tiene la capacidad de hacer lo que quisera hacer, ya sea porque tomar una decisión en un sentido tiene efectos secundarios que hacen peor la cura que la enfermedad, porque existan múltiples centros de poder y es necesario cierto consenso, porque dependas de factores externos que están fuera de tu control, etc. Por eso las promesas electorales no deberían ser promesas sino líneas de actuación, por lo difícil que es, en ciertos ámbitos, prever qué podrás hacer y que no a dos o tres años vista. Os pongo un ejemplo para que no os pete la neurona:
Imaginemos que ensaladadeestacas, hombre recto donde los haya, llega a Presidente del Gobierno, siendo algunas de sus promesas bajar impuestos, aumentar la inversión en salud, educación e I+D. Pero ocurre que Alemania y Francia, por los motivos que sean, entran en una pequeña crisis que se contagia a España. El paro sube unas décimas, el consumo se contrae y además aumenta el precio del petróleo. Ensaladas se sienta con los señores de Hacienda y éstos le dicen que dada la coyuntura actual, la contracción de la economía y la caída de la recaudación, tal o cual medida no es viable, que habría que endeudarse, que resultaría peor a la larga bla bla, que mejor intentar cumplir la promesa 1 y 2 y dejar la 3 y la 4 quizás para los presupuestos del año próximo ble ble. Y coño, resulta que ensaladadeestacas, un tipo honesto y serio que quiere lo mejor para su país, se ve en la obligación de incumplir su promesa.
Desconozco si Tsipras ha traicionado sus promesas deliberadamente o si realmente ha hecho todo lo posible. Pero al menos ha tenido la decencia de convocar elecciones, teniendo 3 años de mandato por delante, para que sean los griegos los que valoren como de bien ha actuado, si merece la confianza del pueblo heleno o no. Insisto. ¿Dónde está el problema?