A ver qué nos dice. De momento yo aplico la lógica y el mismo mecanismo para impagos en cualquier otro servicio. Qué hace un camarero o el dueño de un bar al que el cliente no le quiere pagar una cuenta de baja cuantía, pero legal? Y qué hace un cliente que cree que le han metido dos goles en la cuenta? Por esas cantidades, y en este caso diez míseros euros, la solución no es romperle una botella en la cabeza al borrachuzo impagador. Se llama a la policía, se identifica al sujeto y se le denuncia el impago. Pero claro, eso es una quimera legal que no queda en nada. Vas a mover cielo y tierra para reclamar diez euros? La idea del botellazo empieza a sonar mejor, y por eso el taxista se toma la justicia por su mano.
Y ahora es cuando viene lo hiriente, que todos sabemos: el agredido presentará denuncia por lesiones, demostrables con el respectivo parte de urgencias (que se remite al juzgado directamente) y un magnífico vídeo youtuber que anulará la presunción de inocencia del acusado. Éste tendrá que aflojar unos miles de euros (me supongo unos dos mil si hay piños rotos) para indemnizar al calcetines, y éste a su vez tendrá una multa económica por impago, pero acorde a la deuda. O sea, una mierda. Y en el aire quedará la posible mala leche del chavalín para que, llegado el juicio, no pida la retirada de la licencia del señor taxista o cosas parecidas.
Viendo el vídeo me parece que está todo un poco orquestado, y que el de la gorrita va buscando la agresión desde el primer momento, así que prefiero pensar que la posible clavada económica en la carrera era una excusa para montar todo el circo.
Moraleja: el cabezazo te cuesta dos mil pavos. El pufo de la carrera, sólo 9. Tú verás qué te compensa más.