La vinculación entre el norte de Galicia y Asturias se constata ya en el Parroquial Suevo, documento del siglo VI donde se habla de la
sede obispal de Britonia, que se extendía por territorios de la provincia de Lugo y de Asturias.
En el transcurso de la conquista musulmana los musulmanes conquistaron
Tuy, y establecieron allí un señorío que tenía por base el valle bajo del Río Miño. La rebelión bereber de los años 740 y 741 trajo como consecuencia el abandono por parte de las guarniciones bereberes de todas sus posiciones al norte de la Sierra de Gredos. De este modo el sur de Galicia se vio libre del dominio musulmán, aunque sufrió un proceso de despoblación similar al del Valle del Duero que llevó al abandono de todo tipo de vida urbana.[
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Por el contrario, el norte de Galicia fue incorporado al naciente reino asturiano por el rey
Alfonso I, que instaló en la ciudad de Lugo al obispo Odoario. La débil posición asturiana tuvo que ser consolidada por su sucesor, Fruela I, que aplastó una insurrección de los gallegos y derrotó en Pontuvia una expedición de castigo enviada por el emir de Córdoba
Abderramán I. Décadas después, otra insurrección de los gallegos fue derrotada por el rey
Silo en la
batalla de Montecubeiro, cerca de Castroverde.
En cualquier caso, el descubrimiento en tiempos del rey
Alfonso II del sepulcro del apóstol Santiago y el surgimiento del Camino que lleva su nombre aseguraron la integración espiritual de Galicia en el Reino de Asturias y posteriormente en los de León y Castilla.