Psicopompo
Forero del todo a cien
- Registro
- 12 Jun 2013
- Mensajes
- 103
- Reacciones
- 33
Si vale, todos somos seres de luz, muy maduros y con muchas sexperiencias a la espalda. Hemos vivido mucho y realizado grandes hazañas follariles y de lo socialmente aceptado como "guay". Que nos han desarrollado como personas (algunos ni eso) y descubierto nuevas sensaciones y vivencias.
Hace poco he terminado un libro, del que un par de princesas amigas me han hecho referencia. Y lo hacen las personas cercanas al mundo de la autoayuda, coaching y pseudopsicologia.
He de reconocer que el libro me ha gustado y me ha parecido interensante.
Pensareis, ¿que pinta todo esta mierda en el foro rapiñas?
Pues vereis gurús del emparejamiento y del folleteo. Yo estoy de acuerdo con lo que me han contado y lo he contrastado con un muestreo de calle y de mano. OJO es solo una opinión personal, de la que mucha gente tambien lo cree.
Según el spoiler, hay 4 etapas del desarrollo de una persona. En termino de emparejamiento forever, e incluso de folleteo intenso variado. Tus probabilidades aumentan conforme asciendes en la escala.
Digamos que la capacidad de retener pareja o percutir aumenta si es una pareja que se encuentre en una etapa igual o inferior a la tuya.
Simplemente, porque si estas en una etapa empatizas potentemente con las inferiores. Y esa es una de las bases fuertes del emparejamiento. Y es porque te encuentras en un estado "mas ser de luz" que la otra persona. Y eso, amigos, es muy atractivo.
Atención, para ver la luz. Hay que leer ladrillo largo:
Ahora digo yo. ¿En que etapa os encontráis amiwitos? ¿Contrastáis esto con vuestros seres del entorno circundante?
Hace poco he terminado un libro, del que un par de princesas amigas me han hecho referencia. Y lo hacen las personas cercanas al mundo de la autoayuda, coaching y pseudopsicologia.
He de reconocer que el libro me ha gustado y me ha parecido interensante.
Pensareis, ¿que pinta todo esta mierda en el foro rapiñas?
Pues vereis gurús del emparejamiento y del folleteo. Yo estoy de acuerdo con lo que me han contado y lo he contrastado con un muestreo de calle y de mano. OJO es solo una opinión personal, de la que mucha gente tambien lo cree.
Según el spoiler, hay 4 etapas del desarrollo de una persona. En termino de emparejamiento forever, e incluso de folleteo intenso variado. Tus probabilidades aumentan conforme asciendes en la escala.
Digamos que la capacidad de retener pareja o percutir aumenta si es una pareja que se encuentre en una etapa igual o inferior a la tuya.
Simplemente, porque si estas en una etapa empatizas potentemente con las inferiores. Y esa es una de las bases fuertes del emparejamiento. Y es porque te encuentras en un estado "mas ser de luz" que la otra persona. Y eso, amigos, es muy atractivo.
Atención, para ver la luz. Hay que leer ladrillo largo:
INTRODUCCION:
Dentro de ti mismo existe una capacidad divina para la manifestación y para atraer todo aquello que
necesitas o deseas. Esta es una afirmación tan poderosa que te sugiero vuelvas a leerla para saborearla, antes de
iniciar este viaje.
La mayor parte de las cosas que se nos enseña a creer acerca de nuestra realidad entran en conflicto con
esa afirmación. No obstante, estoy tan convencido de que es cierta y valiosa que te animo a desprenderte de
todas tus vacilaciones y permitir que ese pensamiento entre en tu conciencia: Tengo la capacidad divina para
manifestar y atraer lo que necesito o deseo.
Ser consciente de tu ser superior no es algo que ocurra a través del esfuerzo físico, ni puede basarse en
técnicas sobrenaturales como invocar a los ángeles para que realicen esa tarea celestial en tu nombre. De lo que
se trata, esencialmente, es de aprender que eres un cuerpo físico situado en un mundo material, al mismo tiempo
que un ser no físico que puede acceder a un nivel superior. Ese nivel superior se encuentra dentro de ti mismo y
se llega a él a través de las fases del desarrollo adulto.
Son muchos los escritores que han explorado las fases de desarrollo de la infancia hasta la adolescencia,
pero muy pocos de ellos han escrito sobre las fases de desarrollo de la edad adulta. Una vez que alcanzamos la
edad adulta, cada uno de nosotros parece pasar por cuatro fases. Esas fases de nuestra vida representan una
forma de pensar, aunque no están necesariamente asociadas con la edad o la experiencia. Algunos de nosotros
avanzamos con rapidez a través de ellas, aprendemos a una edad temprana que somos un yo físico al mismo
tiempo que un yo superior. Otros, en cambio, permanecen durante toda su vida anclados en una de las primeras
fases.
Carl Jung, en El hombre moderno en busca de un alma, ofreció algunas percepciones críticas sobre las
tareas de desarrollo de la edad adulta. Estaba convencido de que la conciencia de un yo superior constituye una
tarea de desarrollo de la edad adulta. En la siguiente sección ofrezco mi propia interpretación de las fases del
desarrollo adulto del doctor Jung.
Escribo sobre estas fases con un cierto grado de experiencia porque he pasado muchos años en cada una
de ellas. Han sido como peldaños para ascender a mi conciencia de un yo superior. Cada fase supuso
experiencias que me permitieron seguir avanzando en mi pensamiento y en mi conciencia. En último término,
llegué al nivel en los que pude utilizar esos nueve principios para cocrear mi propia vida. Es decir, para manifestar
mi propio destino.
Al leerlos, examina las fases personales y únicas de tu desarrollo adulto que encuentran un paralelo en los
arquetipos del doctor Jung. Tu objetivo consiste en ser consciente de tu yo superior como una dimensión de tu ser
que trasciende las limitaciones del mundo físico.
LAS CUATRO FASES DEL DESARROLLO ADULTO
El atleta
La palabra «atleta» no tiene aquí la intención de denigrar a los atletas o el comportamiento atlético, sino la
de servir como una descripción del período de nuestras vidas adultas en el que nos identificamos
fundamentalmente con nuestro cuerpo físico y en cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Es el período en el que
medimos nuestro valor y felicidad por nuestro aspecto y nuestras capacidades físicas.
Esas capacidades son muy numerosas y singularmente personales. Pueden incluir cosas tales como la
rapidez con la que podemos correr, lo lejos que arrojemos una pelota, lo alto que podamos saltar y el tamaño de
nuestros músculos. Juzgamos el valor de nuestro aspecto físico por un canon de capacidad de atracción basado
en la forma, el tamaño, el color y la textura de las partes del cuerpo, el cabello y la tez. En una cultura de consumo
como la nuestra, el juicio se extiende incluso al aspecto de nuestros automóviles, casas y ropas.
Se trata de preocupaciones que tenemos cuando la persona se encuentra en la fase inicial del desarrollo
adulto. Es el período en el que la vida parece imposible sin un espejo y una corriente continua de aprobación que
nos haga sentirnos seguros. La fase del atleta es el período de nuestro desarrollo adulto en el que nos
identificamos más completamente con nuestro rendimiento, atracción y logros.
Muchas personas dejan atrás la fase del atleta y llegan a hacerse consideraciones más significativas.
Algunos de nosotros entramos y salirnos de esta fase, dependiendo de nuestras circunstancias personales. Unos
pocos permanecen en la fase del atleta durante toda tu vida.
Que tú avances más allá de la fase del atleta es algo que viene determinado por cómo te obsesiones por tu
propio cuerpo como fuente primordial de autoidentificación. Evidentemente, es saludable cuidar del cuerpo,
tratándolo amablemente, ejercitándolo y nutriéndolo de la mejor forma que te permitan tus circunstancias.
Enorgullecerte de tu aspecto físico y disfrutar de los cumplidos que se te hagan no significa, sin embargo, que
estás obsesionado por tu cuerpo. No obstante, si tus actividades cotidianas giran alrededor de un criterio
determinado de rendimiento y aspecto, te encuentras en la fase que he dado en llamar del «atleta».
No es éste un período en el que puedas practicar el arte de la manifestación. Para alcanzar la capacidad de
saber y utilizar tu energía interior divina, tienes que superar la idea de que eres un ser exclusivamente físico.
El guerrero
Una vez que hemos dejado atrás la fase del atleta, entramos generalmente en la fase del guerrero. Se trata
de un período en el que el ego domina nuestras vidas y nos sentimos impulsados a conquistar el mundo para
demostrar nuestra superioridad. Mi definición del ego es la idea que tenemos de nosotros mismos como
importantes y separados de todos los demás. Esto puede verse como un acrónimo de exclusivamente guía
oportunista, puesto que el ego representa nuestra identificación exclusiva con nuestro sí mismo físico y oportunista
en nuestro mundo material.
El objetivo del guerrero impulsado por el ego es el de someter y derrotar a los demás en una carrera por
alcanzar el primer puesto. Durante esta fase nos ocupamos de alcanzar objetivos y logros en competencia con
otros. Esa fase dominada por el ego está llena de ansiedad, y de una interminable comparación de nuestro éxito.
Los trofeos, recompensas, títulos y la acumulación de objetos materiales es lo que nos sirve para registrar
nuestros logros. El guerrero se siente intensamente preocupado por el futuro y por todo aquello o aquel que pueda
interponerse en su camino o interferir con su estatus. Se ve motivado por eslóganes como: «Si no sabes adónde
vas, ¿cómo sabrás que has llegado?»; «El tiempo es oro, y el oro lo es todo»; «Ganar no lo es todo, es lo único»;
«La vida es lucha»; «Si yo no consigo lo que me corresponde, algún otro lo conseguirá».
En la fase del guerrero, el estatus y la posición en la vida se convierten en obsesiones. Convencer a los
demás de nuestra superioridad es el motivo de este período de la vida en el que el ego es el director. Es el
período en que tratamos de hacer lo que hacen los guerreros: conquistar y reclamar para nosotros los despojos de
nuestras victorias.
La prueba para determinar si has abandonado esta fase o no consiste en examinar cuál es la fuerza
impulsora en tu vida. Si la respuesta es conquistar, derrotar, adquirir, comprar y ganar a toda costa, está claro que
todavía te encuentras en la fase del guerrero. Probablemente entrarás y saldrás con regularidad de esta fase
como una forma de funcionar con efectividad en el mercado. Sólo tú mismo puedes determinar con qué intensidad
esa actitud domina tu existencia e impulsa tu vida. Si vives fundamentalmente instalado en este nivel, no podrás
llegar a manifestar, en el sentido que estoy describiendo.
El estadista
La fase de la vida dominada por el estadista es el período en que se ha logrado domeñar el ego y cambiar
la conciencia. En esta fase, queremos saber qué es lo importante para la otra persona. En lugar de obsesionarnos
por nuestras propias cuitas, podemos preguntar con verdadero interés cuáles son las del otro. Hemos empezado a
saber que nuestro propósito fundamental es el de dar, antes que el de recibir. El estadista sigue siendo alguien
que trata de lograr cosas y, con mucha frecuencia, es atlético. No obstante, el impulso interior es el de servir a los
demás.
La auténtica libertad no puede experimentarse hasta que no se aprenda a dominar el ego y dejar atrás la
obsesión por uno mismo. Cuando te sientas alterado, ansioso o sin propósito, pregúntate en qué medida eso se
debe a tu forma de valorar cómo estás siendo tratado y percibido. Sólo se es verdaderamente libre cuando puede
uno desprenderse de sus propios pensamientos sobre sí mismo durante un prolongado período de tiempo.
Pasar de la fase del guerrero a la del estadista fue para mí una experiencia extremadamente liberadora.
Antes de efectuar el cambio tuve que considerar todas las necesidades de mi ego cuando daba conferencias. Eso
significaba abrigar preocupación acerca de cómo sería recibido y analizado, si la gente querría comprar mis libros
y cintas, o acerca del temor de perder la compostura y alterarme.
Llegó entonces un momento en el que, sin necesidad de realizar ningún esfuerzo consciente, empecé a
meditar antes de mis conferencias. Durante mi meditación, recitaba en silencio un mantra en el que me
preguntaba cómo podía servir. Mi pronunciación mejoró significativamente una vez que me alejaba de mi ego y
entraba en la fase del estadista.
La fase estadista de la edad adulta tiene que ver con el servicio y el agradecimiento por todo aquello que
uno ha logrado en la vida. En este nivel te encuentras muy cerca de tu yo superior. La fuerza fundamental en tu
vida ya no es el deseo de ser el más poderoso y atractivo, o el de dominar y conquistar. Has entrado en el ámbito
de la paz interior. Siempre se encuentra la bendición que se busca cuando se actúa al servicio de los demás,
independientemente de lo que hagas o de cuáles sean tus intereses.
Una de las historias más conmovedoras que he escuchado es la de la madre Teresa que, incluso superados
los ochenta años, cuida de los menesterosos que encuentra en las calles de Calcuta. Una amiga mía de Phoenix
tenía programado hacerle una entrevista radiofónica. Mientras conversaban, antes de iniciar la entrevista, Pat le
dijo: «Madre Teresa, ¿hay algo que yo pueda hacer para ayudar a tu causa? ¿Puedo ayudarla a conseguir dinero
o darle alguna publicidad?».
La madre Teresa contestó: «No, Pat, no necesita hacer nada. Mi causa no tiene nada que ver con la
publicidad, y tampoco con el dinero. Se trata de algo mucho más elevado que eso».
Pat insistió y dijo: «¿De veras que no hay nada que pueda hacer por usted? Me siento impotente».
La respuesta de la madre Teresa fue: «Si realmente desea hacer algo, Pat, levántese mañana a las cuatro y
salga a las calles de Phoenix. Encuentre a alguien que viva en ellas y que crea que está solo, y convénzalo de que
no lo está. Eso es lo que puede hacer». Eso es una verdadera persona estadista, capaz de entregar a los demás
todos y cada uno de los días de su existencia.
Al ayudar a otros a saber que no están solos, que también ellos tienen un espíritu divino dentro de sí,
independientemente de las circunstancias de sus vidas, avanzamos hacia un yo superior que nos aporta una
sensación de paz y propósito que no puede alcanzarse en las experiencias del atleta y del guerrero. Es aquí
donde podemos recordar las palabras de la madre Teresa: «Cada día veo a Jesucristo con toda clase de doloridos
disfraces».
Todavía existe una fase superior a la del estadista. La cuarta fase es hacia donde te he estado dirigiendo
cuidadosamente en este viaje de desarrollo de la conciencia.
El espíritu
Al margen de la edad que tengas y la posición que ocupes, cuando se entra en esta fase de la vida, se
reconoce la verdadera esencia, el yo superior. Al conocer tu yo superior, te encuentras camino de convertirte en el
cocreador de todo tu mundo, de aprender a controlar las circunstancias de tu vida y a participar con seguridad en
el acto de la creación. Así, te conviertes literalmente en un manifestador.
La fase espiritual de la vida se caracteriza por una conciencia de que este lugar llamado tierra no es tu
hogar. Sabes que no eres un atleta, un guerrero o incluso un estadista, sino una energía infinita, ilimitada,
inmortal, universal y eterna que reside temporalmente en un cuerpo. Sabes que nada muere, que todo es una
energía que se encuentra cambiando constantemente.
Como alma con un cuerpo, te sientes apasionadamente atraído hacia tu mundo interior. Dejas atrás los
temores y empiezas a experimentar una especie de distanciamiento con respecto a este piano físico. Te
conviertes en un observador de tu mundo y pasas a otras dimensiones de la conciencia. Esta energía interior
infinita no está solo en ti, sino también en todas las cosas y todas las personas vivas o que hayan vivido en el
pasado. Empieza a saber eso íntimamente.
Para evolucionar más allá del plano terrenal, necesitas aprender a dejarlo a voluntad para encontrar la
fuente de esa energía infinita que es la responsable de llenar tus pulmones, hacer latir tu corazón, crecer tu
cabello y permitirte leer las palabras de esta página. Tú, como ser físico, no haces crecer tu cabello; es la
naturaleza la que lo hace por ti. La energía que tú eres se encarga de todos los detalles. Ese espíritu que tú eres
no se halla contenido en modo alguno por el dominio físico. No tiene fronteras, ni formas, ni limites en sus bordes
exteriores. Tú eres consciente de la verdadera fuente de la vida, aun cuando se te haya condicionado para pensar
de otro modo.
Al alcanzar este nivel, te encuentras en el espacio en el que pienso como estar en este mundo, pero sin ser
de este mundo.
Esa energía que eres, y que puedes llamar como quieras, espíritu, alma, no puede morir nunca y nunca ha
muerto en el pasado. La mayoría de la gente piensa en el mundo espiritual como algo que sucederá en el futuro,
que conocerán después de la muerte. A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que el yo superior es algo
que no se puede conocer mientras nos encontremos atrapados en un cuerpo en este planeta. No obstante, el
espíritu es ahora. Está en ti en este preciso momento y la energía no es algo que terminarás por conocer, sino que
es lo que tú eres aquí y ahora.
La energía invisible que estuvo en un tiempo en Shakespeare, en Picasso, en Galileo o en cualquier forma humana, también está disponible para todos nosotros. Esa es la razón por la que la energía espiritual no muere,
sino que simplemente cambia de forma.
Aun cuando nuestro cerebro racional haya sido entrenado para creer que cuando una persona muere su
espíritu desaparece, la verdad es que no se puede destruir la energía. Tu yo superior es el espíritu actualmente
existente dentro de ti. La energía que fue Picasso no fue su cuerpo, como tampoco la energía que fue
Shakespeare estuvo en su cuerpo. Fueron los sentimientos internos y el genio creativo lo que tomaron la forma de
un cuerpo y una creación sobre el lienzo o el papel. Eso no murió nunca. No puede morir porque no tiene
fronteras, ni principio ni final, ni características físicas a las que podamos llamar forma.
Esa energía está dentro de ti. Si quieres conocerla, puedes sintonizar con ella y, cuando lo hagas,
abandona las limitaciones de este plano terrenal para entrar en una dimensión sin límites que te permite crear y
atraer hacia ti todo aquello que deseas o necesitas para este viaje.
En este nivel, te desprendes de tu apego emocional a lo que consideras tu propia realidad. Ese desapego
se ve seguido por la conciencia de que el observador que hay dentro de ti, que observa siempre lo que le rodea y
sus propios pensamientos, es en realidad la fuente de tu mundo físico. Esto, unido a tu voluntad de entrar en ese
ámbito, es el inicio del aprendizaje para atraer hacia ti aquello que deseas y necesitas mientras te encuentras en
un mundo físico.
Hasta ese momento es muy probable que no hayas podido desprenderte de tu apego por el mundo material.
Quizá creas que no existe otro mundo. Si fuera así, has abandonado tu capacidad divina, lo cual es la causa de lo
intensamente que te apegas al mundo sensorial. Adquirir la conciencia de que posees un yo superior que es
universal y eterno, te permitirá acceder con mayor libertad a ese mundo y participar en el acto de manifestar los
deseos de tu corazón.
Dentro de ti mismo existe una capacidad divina para la manifestación y para atraer todo aquello que
necesitas o deseas. Esta es una afirmación tan poderosa que te sugiero vuelvas a leerla para saborearla, antes de
iniciar este viaje.
La mayor parte de las cosas que se nos enseña a creer acerca de nuestra realidad entran en conflicto con
esa afirmación. No obstante, estoy tan convencido de que es cierta y valiosa que te animo a desprenderte de
todas tus vacilaciones y permitir que ese pensamiento entre en tu conciencia: Tengo la capacidad divina para
manifestar y atraer lo que necesito o deseo.
Ser consciente de tu ser superior no es algo que ocurra a través del esfuerzo físico, ni puede basarse en
técnicas sobrenaturales como invocar a los ángeles para que realicen esa tarea celestial en tu nombre. De lo que
se trata, esencialmente, es de aprender que eres un cuerpo físico situado en un mundo material, al mismo tiempo
que un ser no físico que puede acceder a un nivel superior. Ese nivel superior se encuentra dentro de ti mismo y
se llega a él a través de las fases del desarrollo adulto.
Son muchos los escritores que han explorado las fases de desarrollo de la infancia hasta la adolescencia,
pero muy pocos de ellos han escrito sobre las fases de desarrollo de la edad adulta. Una vez que alcanzamos la
edad adulta, cada uno de nosotros parece pasar por cuatro fases. Esas fases de nuestra vida representan una
forma de pensar, aunque no están necesariamente asociadas con la edad o la experiencia. Algunos de nosotros
avanzamos con rapidez a través de ellas, aprendemos a una edad temprana que somos un yo físico al mismo
tiempo que un yo superior. Otros, en cambio, permanecen durante toda su vida anclados en una de las primeras
fases.
Carl Jung, en El hombre moderno en busca de un alma, ofreció algunas percepciones críticas sobre las
tareas de desarrollo de la edad adulta. Estaba convencido de que la conciencia de un yo superior constituye una
tarea de desarrollo de la edad adulta. En la siguiente sección ofrezco mi propia interpretación de las fases del
desarrollo adulto del doctor Jung.
Escribo sobre estas fases con un cierto grado de experiencia porque he pasado muchos años en cada una
de ellas. Han sido como peldaños para ascender a mi conciencia de un yo superior. Cada fase supuso
experiencias que me permitieron seguir avanzando en mi pensamiento y en mi conciencia. En último término,
llegué al nivel en los que pude utilizar esos nueve principios para cocrear mi propia vida. Es decir, para manifestar
mi propio destino.
Al leerlos, examina las fases personales y únicas de tu desarrollo adulto que encuentran un paralelo en los
arquetipos del doctor Jung. Tu objetivo consiste en ser consciente de tu yo superior como una dimensión de tu ser
que trasciende las limitaciones del mundo físico.
LAS CUATRO FASES DEL DESARROLLO ADULTO
El atleta
La palabra «atleta» no tiene aquí la intención de denigrar a los atletas o el comportamiento atlético, sino la
de servir como una descripción del período de nuestras vidas adultas en el que nos identificamos
fundamentalmente con nuestro cuerpo físico y en cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Es el período en el que
medimos nuestro valor y felicidad por nuestro aspecto y nuestras capacidades físicas.
Esas capacidades son muy numerosas y singularmente personales. Pueden incluir cosas tales como la
rapidez con la que podemos correr, lo lejos que arrojemos una pelota, lo alto que podamos saltar y el tamaño de
nuestros músculos. Juzgamos el valor de nuestro aspecto físico por un canon de capacidad de atracción basado
en la forma, el tamaño, el color y la textura de las partes del cuerpo, el cabello y la tez. En una cultura de consumo
como la nuestra, el juicio se extiende incluso al aspecto de nuestros automóviles, casas y ropas.
Se trata de preocupaciones que tenemos cuando la persona se encuentra en la fase inicial del desarrollo
adulto. Es el período en el que la vida parece imposible sin un espejo y una corriente continua de aprobación que
nos haga sentirnos seguros. La fase del atleta es el período de nuestro desarrollo adulto en el que nos
identificamos más completamente con nuestro rendimiento, atracción y logros.
Muchas personas dejan atrás la fase del atleta y llegan a hacerse consideraciones más significativas.
Algunos de nosotros entramos y salirnos de esta fase, dependiendo de nuestras circunstancias personales. Unos
pocos permanecen en la fase del atleta durante toda tu vida.
Que tú avances más allá de la fase del atleta es algo que viene determinado por cómo te obsesiones por tu
propio cuerpo como fuente primordial de autoidentificación. Evidentemente, es saludable cuidar del cuerpo,
tratándolo amablemente, ejercitándolo y nutriéndolo de la mejor forma que te permitan tus circunstancias.
Enorgullecerte de tu aspecto físico y disfrutar de los cumplidos que se te hagan no significa, sin embargo, que
estás obsesionado por tu cuerpo. No obstante, si tus actividades cotidianas giran alrededor de un criterio
determinado de rendimiento y aspecto, te encuentras en la fase que he dado en llamar del «atleta».
No es éste un período en el que puedas practicar el arte de la manifestación. Para alcanzar la capacidad de
saber y utilizar tu energía interior divina, tienes que superar la idea de que eres un ser exclusivamente físico.
El guerrero
Una vez que hemos dejado atrás la fase del atleta, entramos generalmente en la fase del guerrero. Se trata
de un período en el que el ego domina nuestras vidas y nos sentimos impulsados a conquistar el mundo para
demostrar nuestra superioridad. Mi definición del ego es la idea que tenemos de nosotros mismos como
importantes y separados de todos los demás. Esto puede verse como un acrónimo de exclusivamente guía
oportunista, puesto que el ego representa nuestra identificación exclusiva con nuestro sí mismo físico y oportunista
en nuestro mundo material.
El objetivo del guerrero impulsado por el ego es el de someter y derrotar a los demás en una carrera por
alcanzar el primer puesto. Durante esta fase nos ocupamos de alcanzar objetivos y logros en competencia con
otros. Esa fase dominada por el ego está llena de ansiedad, y de una interminable comparación de nuestro éxito.
Los trofeos, recompensas, títulos y la acumulación de objetos materiales es lo que nos sirve para registrar
nuestros logros. El guerrero se siente intensamente preocupado por el futuro y por todo aquello o aquel que pueda
interponerse en su camino o interferir con su estatus. Se ve motivado por eslóganes como: «Si no sabes adónde
vas, ¿cómo sabrás que has llegado?»; «El tiempo es oro, y el oro lo es todo»; «Ganar no lo es todo, es lo único»;
«La vida es lucha»; «Si yo no consigo lo que me corresponde, algún otro lo conseguirá».
En la fase del guerrero, el estatus y la posición en la vida se convierten en obsesiones. Convencer a los
demás de nuestra superioridad es el motivo de este período de la vida en el que el ego es el director. Es el
período en que tratamos de hacer lo que hacen los guerreros: conquistar y reclamar para nosotros los despojos de
nuestras victorias.
La prueba para determinar si has abandonado esta fase o no consiste en examinar cuál es la fuerza
impulsora en tu vida. Si la respuesta es conquistar, derrotar, adquirir, comprar y ganar a toda costa, está claro que
todavía te encuentras en la fase del guerrero. Probablemente entrarás y saldrás con regularidad de esta fase
como una forma de funcionar con efectividad en el mercado. Sólo tú mismo puedes determinar con qué intensidad
esa actitud domina tu existencia e impulsa tu vida. Si vives fundamentalmente instalado en este nivel, no podrás
llegar a manifestar, en el sentido que estoy describiendo.
El estadista
La fase de la vida dominada por el estadista es el período en que se ha logrado domeñar el ego y cambiar
la conciencia. En esta fase, queremos saber qué es lo importante para la otra persona. En lugar de obsesionarnos
por nuestras propias cuitas, podemos preguntar con verdadero interés cuáles son las del otro. Hemos empezado a
saber que nuestro propósito fundamental es el de dar, antes que el de recibir. El estadista sigue siendo alguien
que trata de lograr cosas y, con mucha frecuencia, es atlético. No obstante, el impulso interior es el de servir a los
demás.
La auténtica libertad no puede experimentarse hasta que no se aprenda a dominar el ego y dejar atrás la
obsesión por uno mismo. Cuando te sientas alterado, ansioso o sin propósito, pregúntate en qué medida eso se
debe a tu forma de valorar cómo estás siendo tratado y percibido. Sólo se es verdaderamente libre cuando puede
uno desprenderse de sus propios pensamientos sobre sí mismo durante un prolongado período de tiempo.
Pasar de la fase del guerrero a la del estadista fue para mí una experiencia extremadamente liberadora.
Antes de efectuar el cambio tuve que considerar todas las necesidades de mi ego cuando daba conferencias. Eso
significaba abrigar preocupación acerca de cómo sería recibido y analizado, si la gente querría comprar mis libros
y cintas, o acerca del temor de perder la compostura y alterarme.
Llegó entonces un momento en el que, sin necesidad de realizar ningún esfuerzo consciente, empecé a
meditar antes de mis conferencias. Durante mi meditación, recitaba en silencio un mantra en el que me
preguntaba cómo podía servir. Mi pronunciación mejoró significativamente una vez que me alejaba de mi ego y
entraba en la fase del estadista.
La fase estadista de la edad adulta tiene que ver con el servicio y el agradecimiento por todo aquello que
uno ha logrado en la vida. En este nivel te encuentras muy cerca de tu yo superior. La fuerza fundamental en tu
vida ya no es el deseo de ser el más poderoso y atractivo, o el de dominar y conquistar. Has entrado en el ámbito
de la paz interior. Siempre se encuentra la bendición que se busca cuando se actúa al servicio de los demás,
independientemente de lo que hagas o de cuáles sean tus intereses.
Una de las historias más conmovedoras que he escuchado es la de la madre Teresa que, incluso superados
los ochenta años, cuida de los menesterosos que encuentra en las calles de Calcuta. Una amiga mía de Phoenix
tenía programado hacerle una entrevista radiofónica. Mientras conversaban, antes de iniciar la entrevista, Pat le
dijo: «Madre Teresa, ¿hay algo que yo pueda hacer para ayudar a tu causa? ¿Puedo ayudarla a conseguir dinero
o darle alguna publicidad?».
La madre Teresa contestó: «No, Pat, no necesita hacer nada. Mi causa no tiene nada que ver con la
publicidad, y tampoco con el dinero. Se trata de algo mucho más elevado que eso».
Pat insistió y dijo: «¿De veras que no hay nada que pueda hacer por usted? Me siento impotente».
La respuesta de la madre Teresa fue: «Si realmente desea hacer algo, Pat, levántese mañana a las cuatro y
salga a las calles de Phoenix. Encuentre a alguien que viva en ellas y que crea que está solo, y convénzalo de que
no lo está. Eso es lo que puede hacer». Eso es una verdadera persona estadista, capaz de entregar a los demás
todos y cada uno de los días de su existencia.
Al ayudar a otros a saber que no están solos, que también ellos tienen un espíritu divino dentro de sí,
independientemente de las circunstancias de sus vidas, avanzamos hacia un yo superior que nos aporta una
sensación de paz y propósito que no puede alcanzarse en las experiencias del atleta y del guerrero. Es aquí
donde podemos recordar las palabras de la madre Teresa: «Cada día veo a Jesucristo con toda clase de doloridos
disfraces».
Todavía existe una fase superior a la del estadista. La cuarta fase es hacia donde te he estado dirigiendo
cuidadosamente en este viaje de desarrollo de la conciencia.
El espíritu
Al margen de la edad que tengas y la posición que ocupes, cuando se entra en esta fase de la vida, se
reconoce la verdadera esencia, el yo superior. Al conocer tu yo superior, te encuentras camino de convertirte en el
cocreador de todo tu mundo, de aprender a controlar las circunstancias de tu vida y a participar con seguridad en
el acto de la creación. Así, te conviertes literalmente en un manifestador.
La fase espiritual de la vida se caracteriza por una conciencia de que este lugar llamado tierra no es tu
hogar. Sabes que no eres un atleta, un guerrero o incluso un estadista, sino una energía infinita, ilimitada,
inmortal, universal y eterna que reside temporalmente en un cuerpo. Sabes que nada muere, que todo es una
energía que se encuentra cambiando constantemente.
Como alma con un cuerpo, te sientes apasionadamente atraído hacia tu mundo interior. Dejas atrás los
temores y empiezas a experimentar una especie de distanciamiento con respecto a este piano físico. Te
conviertes en un observador de tu mundo y pasas a otras dimensiones de la conciencia. Esta energía interior
infinita no está solo en ti, sino también en todas las cosas y todas las personas vivas o que hayan vivido en el
pasado. Empieza a saber eso íntimamente.
Para evolucionar más allá del plano terrenal, necesitas aprender a dejarlo a voluntad para encontrar la
fuente de esa energía infinita que es la responsable de llenar tus pulmones, hacer latir tu corazón, crecer tu
cabello y permitirte leer las palabras de esta página. Tú, como ser físico, no haces crecer tu cabello; es la
naturaleza la que lo hace por ti. La energía que tú eres se encarga de todos los detalles. Ese espíritu que tú eres
no se halla contenido en modo alguno por el dominio físico. No tiene fronteras, ni formas, ni limites en sus bordes
exteriores. Tú eres consciente de la verdadera fuente de la vida, aun cuando se te haya condicionado para pensar
de otro modo.
Al alcanzar este nivel, te encuentras en el espacio en el que pienso como estar en este mundo, pero sin ser
de este mundo.
Esa energía que eres, y que puedes llamar como quieras, espíritu, alma, no puede morir nunca y nunca ha
muerto en el pasado. La mayoría de la gente piensa en el mundo espiritual como algo que sucederá en el futuro,
que conocerán después de la muerte. A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que el yo superior es algo
que no se puede conocer mientras nos encontremos atrapados en un cuerpo en este planeta. No obstante, el
espíritu es ahora. Está en ti en este preciso momento y la energía no es algo que terminarás por conocer, sino que
es lo que tú eres aquí y ahora.
La energía invisible que estuvo en un tiempo en Shakespeare, en Picasso, en Galileo o en cualquier forma humana, también está disponible para todos nosotros. Esa es la razón por la que la energía espiritual no muere,
sino que simplemente cambia de forma.
Aun cuando nuestro cerebro racional haya sido entrenado para creer que cuando una persona muere su
espíritu desaparece, la verdad es que no se puede destruir la energía. Tu yo superior es el espíritu actualmente
existente dentro de ti. La energía que fue Picasso no fue su cuerpo, como tampoco la energía que fue
Shakespeare estuvo en su cuerpo. Fueron los sentimientos internos y el genio creativo lo que tomaron la forma de
un cuerpo y una creación sobre el lienzo o el papel. Eso no murió nunca. No puede morir porque no tiene
fronteras, ni principio ni final, ni características físicas a las que podamos llamar forma.
Esa energía está dentro de ti. Si quieres conocerla, puedes sintonizar con ella y, cuando lo hagas,
abandona las limitaciones de este plano terrenal para entrar en una dimensión sin límites que te permite crear y
atraer hacia ti todo aquello que deseas o necesitas para este viaje.
En este nivel, te desprendes de tu apego emocional a lo que consideras tu propia realidad. Ese desapego
se ve seguido por la conciencia de que el observador que hay dentro de ti, que observa siempre lo que le rodea y
sus propios pensamientos, es en realidad la fuente de tu mundo físico. Esto, unido a tu voluntad de entrar en ese
ámbito, es el inicio del aprendizaje para atraer hacia ti aquello que deseas y necesitas mientras te encuentras en
un mundo físico.
Hasta ese momento es muy probable que no hayas podido desprenderte de tu apego por el mundo material.
Quizá creas que no existe otro mundo. Si fuera así, has abandonado tu capacidad divina, lo cual es la causa de lo
intensamente que te apegas al mundo sensorial. Adquirir la conciencia de que posees un yo superior que es
universal y eterno, te permitirá acceder con mayor libertad a ese mundo y participar en el acto de manifestar los
deseos de tu corazón.
Ahora digo yo. ¿En que etapa os encontráis amiwitos? ¿Contrastáis esto con vuestros seres del entorno circundante?
Última edición: