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Hace muchos años que ligar en internet es como ir a la inauguración de un Primark. Por muy buena que sea la oferta, vas a comprar material de pésima calidad.
Cuando limitáis vuestra interacción con el sexo opuesto a la comunicación virtual os posicionáis directamente en el bando de los pusilánimes. El instinto femenino es universal, buscan cazadores, hombres que consiguen lo que quieren sin pedir permiso. En el momento en el que te metes en el juego del Tínder y esas putas mierdas, estás a su disposición, eres un perro arrastrado.
No me subo a ningún caballo blanco para deciros esto, lo he vivido en mis carnes y experimentado la frustración de ver ese mercado irreal, me he peleado y perdido constantemente entre esos lodos.
No generalicéis lo que las españolas son o dejan de ser cuando vuestro punto de mira se limita a la pantalla de un móvil. No tratáis con la sociedad en general, sino con la escoria que no se atreve a salir de casa, a exponerse, a pasar una tarde en un lugar nuevo o entre gente que no conoce. Somos la basura autista, por eso estamos de cara a una pantalla y no ante alguien cuya mirada nos desafía varias veces por segundo.
Todas esas ciberdivas son mierda seca cuando tienen que mirar a los ojos a alguien con un poco de autoestima. Esa sensación de magnetismo irrefrenable y de tener la sartén por el mango se va por la alcantarilla cuando se ven incapaces de tener la atención de alguien con algo más en la cabeza que bajarles sus inmundas bragas.
Y esto no es solamente en España, en cualquier gran ciudad europea este contraste entre lo cibernético y lo presencial es más notable aún.
Cuando limitáis vuestra interacción con el sexo opuesto a la comunicación virtual os posicionáis directamente en el bando de los pusilánimes. El instinto femenino es universal, buscan cazadores, hombres que consiguen lo que quieren sin pedir permiso. En el momento en el que te metes en el juego del Tínder y esas putas mierdas, estás a su disposición, eres un perro arrastrado.
No me subo a ningún caballo blanco para deciros esto, lo he vivido en mis carnes y experimentado la frustración de ver ese mercado irreal, me he peleado y perdido constantemente entre esos lodos.
No generalicéis lo que las españolas son o dejan de ser cuando vuestro punto de mira se limita a la pantalla de un móvil. No tratáis con la sociedad en general, sino con la escoria que no se atreve a salir de casa, a exponerse, a pasar una tarde en un lugar nuevo o entre gente que no conoce. Somos la basura autista, por eso estamos de cara a una pantalla y no ante alguien cuya mirada nos desafía varias veces por segundo.
Todas esas ciberdivas son mierda seca cuando tienen que mirar a los ojos a alguien con un poco de autoestima. Esa sensación de magnetismo irrefrenable y de tener la sartén por el mango se va por la alcantarilla cuando se ven incapaces de tener la atención de alguien con algo más en la cabeza que bajarles sus inmundas bragas.
Y esto no es solamente en España, en cualquier gran ciudad europea este contraste entre lo cibernético y lo presencial es más notable aún.